¿Sufre de miedo, pánico o malestar intenso, de aparición espontánea, temporal y aislada, que se inicia bruscamente y alcanza su máxima intensidad en los primeros 10 minutos?
Si la respuesta es afirmativa, el diagnóstico es certero, se trata de una crisis de pánico.
Las crisis, además de ser súbitas e inmanejables, están acompañadas de síntomas físicos como palpitaciones, aceleración de la frecuencia cardíaca, sudoración, temblores o sacudidas musculares, sensación de ahogo, nudo en la garganta, opresión en el pecho, ganas de vomitar, dolor en el estómago, mareos, sensación de irrealidad, escalofríos, entumecimiento en brazos o piernas y lo más importante es un profundo miedo a volverse loco y a morir.
El doctor Guillermo Gabler, psiquiatra de la Clínica Alemana explica que son episodios de angustia muy intensas que autolimitan a la personas y que no tienen necesariamente, un desencadenante específico. Aclara también que es común que sean hechos aislados y pueden o no repetirse.
“Tienen un componente neurovegetativo importante donde el sistema nervioso simpático está bien exigido y se producen una serie de síntomas que confirman a los pacientes que algo malo está pasando y les da mayor seguridad que sí les va a dar un infarto y que van a morir”, afirma.
Sin embargo, dice que no está muy clara la fisiopatología solo que a nivel de la amígdala en el sistema nerviosos central habría una hiperactividad que explicaría su aparición tan súbita.
Gabler aclara que no tienen riesgo vital sino que su gravedad está dada por el grado de disfunción que se genera en la vida del paciente. En tanto, Carol Poblete, psicóloga y psicoterapeuta reichiana del Centro de Atención Psicológica Aliwen (www.wix.com/consultaaliwen/aliwen)enfatiza que la base de las crisis de pánico es la emoción del miedo y señala que existe literatura donde se señala que está ligado al síndrome de adaptación afectando e invalidando a la persona en general.
Trastorno de pánico
Cuando las crisis se vuelven recurrentes el cuadro no varía, pero en ese caso se habla de trastorno de pánico.
“La persona a veces no puede trabajar, salir de vacaciones ni puede estar a cargo de otros, porque en cualquier momento se les desata una crisis e incluso, hay quienes llevan años así, el cuerpo reacciona solo”, comenta Carol Poblete.
Como consecuencia, los pacientes comienzan a cambiar sus conductas, con la idea de evitar exponerse a situaciones donde no tengan ayuda oportuna y dejan de salir a lugares abiertos o espacios que les pudieran desencadenar los síntomas. Ese cambio de conducta es lo que marca la diferencia entre una crisis de pánico y un trastorno de pánico.
Para tratar el problema, Gabler explica que se indica farmacoterapia y psicoterapia. “Los pacienten requieren ayuda para retomar el control de la vida, manejando la angustia y tratando de hacer desaparecer esa sensación de pérdida de control. Se readecuan hábitos de vida y se les va mostrando que de a poco, se puede ir sobrepasando los límites que ellos mismos se han impuesto”.
Es decir, se les devuelve el control de la vida aún cuando la enfermedad persiste. El éxito del tratamiento dependerá de la tolerancia y gravedad del cuadro o si existe o no, una patología asociada, pudiendo estar también relacionado con el consumo de alcohol y drogas.
La psicóloga Carol Poblete, por su parte, indica que desde la teoría reichiana, la terapia está orientada a tratar el vínculo del paciente con el contexto social, sus relaciones familiares, su contexto laboral y su entorno.
Además, realizan psicoterapia corporal donde a través de ejercicios psicoterapéuticos, van trabajando los distintos estados y síntomas que le provocan las crisis, de manera que la persona aprenda a manejar su carácter, su cuerpo y crisis de una forma menos angustiosa.
“En nuestra terapia entendemos que todas las angustias, traumas y experiencias infantiles están enraizadas en el cuerpo y es ahí donde trabajamos las emociones del miedo, rabia y pena, vamos al origen de las experiencias traumáticas”, detalla.
De todas maneras, cualquiera sea el tratamiento que se siga habrá una disminución del nivel de intensidad de los síntomas, pero ambos especialistas concuerdan en que las crisis no desaparecen en forma definitiva aunque todo dependerá de la persona.