Patricio Ulloa, El Mercurio
Los peluqueros y empleados de salones de belleza en general, a menudo se trasforman en un aliado al que las mujeres pueden relatar sus problemas. Sin embargo, aparentemente, este acto de confianza puede resultar problemático, ya que según un estudio realizado en Victoria (Australia), los estilistas experimentan tal nivel de estrés por los relatos de sus clientas que acaban enfermándose o retirándose.
La investigación, que fue realizada por el Servicio Regional de Salud de Koo Wee Rup, reveló en primera instancia la existencia de un fuerte vínculo entre peluqueros y clientas. Aileen Thoms, del Servicio Regional, declaró al diario regional Bearwick Leader que en el estudio se dieron historias que retarían a cualquier estilista.
"Escuchan sobre las bodas de sus clientas, aniversarios, nacimientos y graduaciones. Pero también sobre muerte, enfermedad, angustia y pérdida, colapso de relaciones y desempleo", afirmó Thoms, que también agregó que "muchos estilistas sienten cercanía con quienes atienden y quieren ayudarlos durante tiempos dificultosos, pero se dan cuenta de que no están capacitados para ello".
Karen Wener, una de las peluqueras que dio su testimonio en la investigación, declaró que si bien disfrutaba conversar con sus clientas, "nunca ha habido un lugar al que nosotros (los estilistas) podamos acudir para pedir ayuda, cuando alguien necesita más de lo que podemos dar".
Wener también relató haber visto a varios de sus colegas retirarse temporalmente de la profesión, debido a que consideraban demasiado emocional volver al lugar de trabajo.
Cómplices en el crimen
El estilista y chamán Francisco Llacanqueo coincide en el hecho de que hay una relación sumamente estrecha entre los peluqueros y sus "pacientes", como llama a sus clientas. "Cuando tú te estás cortando el pelo por años con alguien, obviamente que se crea un espacio de afectividad con el otro", dice.
Sin embargo, el peluquero advierte que esta relación no es la misma que la que existe entre una mujer y su círculo familiar. Esto, según él, se debería a que hay un compromiso del silencio, "que no es lo mismo con tu prima, que se lo contaste y era tan afectiva la noticia que finalmente se lo contó a tu tía, y tu tía a tu mamá. Yo como peluquero no voy a llamar a tu tía para contar la historia".
"Por lo tanto, hay una complicidad que tiene que ver con la cantidad de tiempo que yo estoy contigo (la clienta)", afirma Llacanqueo.
Respecto a si ha tenido que escuchar historias deprimentes de parte de sus "pacientes", él afirma que sí, pero agrega que hay formas de "protegerse" a uno mismo. "Cuando uno tiene una emocionalidad y espiritualidad trabajada, hay un plus en el peluquero y en quien sea que esté conteniendo (…) Mientras más frágil la persona, obviamente puede quedar la escoba", afirma.