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Daniel Galaz: Yo exijo, tú exiges, él exige...

05 de Abril de 2012 | 13:30 | Por Daniel Galaz
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En Chile somos medio quedados. Para qué nos andamos con cuentos. Cuántas veces nos pasan a llevar en una fila, en la calle, en una tienda y nos quedamos avergonzados en vez de reaccionar y exigir un poco de respeto. A lo más sacamos la mano por la ventana del auto haciendo algún gesto poco amigable o nos escondemos detrás de la bocina del auto y con los vidrios arriba.


Yo los quiero invitar a exigir respeto, partiendo por el restaurante de turno. Aunque sea fuente de soda, cadena de café norteamericano o un salón de mesas con manteles blancos y largos. Si la carta dice "al dente", refiriéndose a pastas, arroz o verduras, bueno, que estén al dente y no recocidas o crudas. Si la carta dice "relleno de camarones" pues que sean los suficientes o no un par, perdidos entre el resto de los ingredientes. Levantemos la voz, exijamos por lo que estamos pagando.


Cuando leemos "mascarpone", "ricotta" o "cottage", que no nos vengan a meter la mula de darnos un pastiche de queso crema de segunda categoría. El papel resiste cualquier cosa y las mentirillas están a la orden del día.


Es como durante Semana Santa: ¿cuántas veces no nos han querido pasar algún pescado medio pasado o de batalla en vez de una corvina, reineta o mero? ¿O si pedimos un tártaro y lo que finalmente llega a la mesa es una mezcla de carnes grasientas, despojos y mermas lejos, muy lejos de un tártaro? Muchas veces, cuando voy a un restaurante me quedo callado y no reclamo ante problemas evidentes porque paso por el pesado de la mesa o quizás qué le van a hacer a mi plato en la cocina antes de servírmelo.


Pero me aburrí y los invito a no dejar pasar una: Exijo vaso y cubiertos limpios. Exijo mantel sin manchas. Exijo que lo que pida sea lo que me llega a la mesa. Exijo los puntos de cocción que pido. Exijo que no me pasen gato por liebre.


Tenemos hartos buenos ejemplos de cocinas extraordinarias, en distintos segmentos y a distintos precios. Estaría siendo la hora ya que nivelemos para arriba porque, al final, una mala experiencia en un restaurante puede significarle al dueño del local un par de lucas extras ganadas a la mala en ese minuto.


Pero a la larga, significa también que perdió ese cliente. Y recuperarlos es casi imposible: no hay segundas oportunidades para primeras impresiones.


Disfruten de la buena mesa. ¡Y golpéenla si es necesario!


¡Suerte! Daniel Galaz, chef ejecutivo OX restaurant


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