“¿Cómo superaste todo esto de forma tan positiva?”, es la pregunta que más le hacen a
Katie Piper. Hoy tiene 28 años y sonríe ante las cámaras siempre que puede. Apenas pareciera que hace cuatro años vivió la pesadilla que varias mujeres en el mundo han sufrido, luego de ser atacadas con ácido en sus rostros.
Tenía 24 años y una prometedora carrera como modelo y presentadora de televisión. Y fue a través de Facebook que conoció a quien sería su pololo, Daniel Lynch, quien no tardó mucho en mostrar serias reacciones celópatas.
La situación empeoró en marzo del 2008, cuando, en un hotel londinense, Lynch violó y amenazó de muerte a Piper, para luego, con la ayuda de un cómplice, Stefan Sylvestre, lanzarle ácido en su rostro.
Los resultados fueron quemaduras de tercer grado, la córnea de su ojo izquierdo con una cicatriz que le hacía ver como si estuviera bajo el agua, su rostro deformado y sus planes de vida truncados para siempre... aparentemente.
“Yo soy la prueba de que la desfiguración no tiene por qué destruir la vida”, señala hoy Katie, tras un largo proceso de recuperación estética, pero por sobre todo, psicológica.
Fue un camino bastante duro: dos años usando una máscara durante 23 horas al día, cien operaciones y un tratamiento con células madre en su ojo dañado, que le devolvió la vista. Pero durante sus constantes visitas a los centros médicos, conoció a otras personas afectadas por quemaduras y cicatrices en sus rostros, que le enseñaron a comprender que sus metas no se habían truncado.
Gracias al apoyo de su familia y amigos, decidió no esconderse y hacer público su caso, con la intención de ayudar a otras personas que pasan por lo mismo. Por eso, el año 2009 realizó su documental “Katie: My beautiful face”, donde repasa la historia de su ataque y muestra cómo reconstruyó su vida.
No solo eso. Creó su propia fundación,
Katie Piper Fundation, para ayudar y apoyar a gente con serias quemaduras y cicatrices en sus caras, y esta semana lanzó su libro “Things get better”, inspirado en las miles de cartas que le llegaron pidiéndole consejos, una vez que ella dio a conocer su realidad.
“Las cartas comenzaron a llegar desde todas partes del mundo pidiéndome consejos. No se trataba solo de gente con quemaduras y deformaciones, sino con todo tipo de problemas, anorexia, violación, violencia doméstica, depresión, soledad (...) Había incluso un hombre de 50 años que había perdido su trabajo y su casa y decía que sentía que ya no tenía identidad”, comentó la mujer a The Mirror. “Creo que porque hice públicas mis cicatrices, los demás se sintieron capaces de mostrarme las suyas, las físicas y las escondidas dentro de ellos”.
En su libro, Piper no solo comparte su experiencia, sino que cuenta cómo cambió su noción de las cosas para no sentir vergüenza de su cara, sino que todo lo contrario, trabajar en su autoestima y reírse del dolor.
“El otro día había un grupo borracho de hinchas de fútbol en la calle. Cuando me acerqué lo suficiente como para que me vieran, uno de ellos gritó: ‘¡Cara de botox!’. Me dije: ‘No, en realidad es mi cara derretida por ácido’. Pero después pensé que lo que me había dicho era, en verdad, una especie de cumplido, ya que significa que no tengo una apariencia tan extraña”, recordó la mujer.
Hoy, mientras sonríe ante las cámaras, luce orgullosa su cabellera castaña, que decidió teñir para hacer desaparecer el rubio que siempre la acompañó. “Ya no soy más esa joven rubia a la que le tiraron ácido a la cara”, ha comentado a la prensa británica.
En estos días, y a propósito del lanzamiento de su libro, Katie ha querido dejar en claro que el principal mensaje que quiere entregar a la gente es que “no importa cuán oscura sea la situación en la que te sientes. Realmente hay esperanza”.