“Al principio no entendía por qué mis otros amigos me decían que no les gustaba mi amiga Paula, pero de a poco me di cuenta. Había subido unos kilos y me puse a dieta y lo primero que hizo fue reírse de mí y me dijo, ¿para qué si no me veía tan mal? Yo pensé, ¡ahh que linda mi amiguita! pero cuando fuimos a comprar ropa y nada me quedaba, se burló todo el rato y empezó a decirme, ‘mi chanchita’ y no sólo cuando estábamos solas sino que también cuando salíamos. Creo que le gustaba hacerme sentir mal, claro ella siempre fue flaca.
"Pero lo que más me dolió fue cuando comencé la relación con Carlos, mi pololo actual. Nunca le gustó, decía que tenía cara de fresco y mentiroso. Como no le hice caso y seguí saliendo con él, me dijo a modo de confesión, que él se le había insinuado. Me pasé mil rollos pero no quería creerle, porque yo sentía que mi relación con él era sincera. Con el tiempo, Carlos me contó las cosas que Paula le decía cuando yo no estaba. Me quería morir, porque siempre aguanté sus críticas, pero que me mintiera y fuera mala a propósito fue demasiado. Creo que ahí recién abrí los ojos y la vi tal cual era. Después al hablar me negó todo y terminó la conversación diciendo que yo nunca iba a ser feliz”, testimonia Lorena acerca de la amistad que tuvo con Paula.
Frente a esta situación, vale preguntarse: ¿Qué es la amistad?
Una relación afectiva. Un vínculo, que proporciona la posibilidad de compartir experiencias, conocimientos e incluso medios económicos. ¿O una instancia para crecer y trabajar nuestras carencias?
La respuesta que escoja reflejará su experiencia en la materia. Porque quien tenga los mismos amigos durante años, se habrá dado cuenta que la amistad, no siempre se da en forma automática, sino que son lazos que se construyen a través del tiempo y con las experiencias diarias que se van compartiendo.
Ahora, según afirma la psicóloga Jessica Piña de Clínica Vespucio, es en ese cotidiano conjunto donde también se manifestan las desavenencias.
“Por ejemplo, en amistades laborales, si ambas quieren o postulan a un mejor cargo surgirá naturalmente la ambición, provocando comparaciones con el amigo o amiga”, señala.
Entonces, aparece la competencia y el deseo por sobresalir, tener un mejor físico, poseer más bienes materiales, estatus social e incluso se puede llegar a rivalizar por alcanzar ciertas relaciones amorosas.
Pero el problema no sería la competencia ni la ambición en sí, aclara Jessica Piña, sino que cuando psicológicamente, una de las partes se siente angustiada y culpable por pensar algo que considera negativo, ¿cómo voy a estar pensando que me quiere herir si es mi amiga?
“Entonces tratamos de negar estos pensamientos y sentimientos, pero al hacerlo, creamos una lucha consciente e inconsciente entre lo que pienso y la conciencia de mis propias falencias y limitaciones”, subraya.
Lo que será perjudicial, afirma la psicóloga, porque se entrará en un círculo vicioso que impedirá romper el vínculo y por lo tanto, tener una relación sana.
Problema mutuo
“Confieso que me daba cuenta del maltrato pero lo aceptaba. Es que Paula tenía una familia disgregada, ella lo pasaba mal y estaba sola. Entonces, cuando andaba de mal humor, yo dejaba que se desquitara conmigo, me daba pena y era imposible llevarle la contra. Parece que me cuesta poner límites, sobre todo con las personas que quiero”, cuenta Lorena en su testimonio de la poco sana relación con su ahora, ex amiga Paula.
La situación deja en evidencia, según reflexiona Jessica Piña, un patrón de dominio y sumisión o de sado-masoquismo por el placer de sentirse víctima. Sea como sea existiría una complementariedad en el estilo relacional, donde la relación de dominio y sumisión será responsabilidad de ambas partes.
Una, porque la que es dominante no está considerando a la otra en su individualidad e insiste en imponer sus ideas, pensamientos y críticas, y la sumisa, a pesar de darse cuenta, sigue permitiendo que la pasen a llevar sin poner límites.
Por otra parte, indica que las “amigas hipercríticas” pueden caer fácilmente en ser amigas “chaqueteras” o tiradoras para abajo.
“Todos necesitamos una opinión sincera aunque no nos guste la crítica, pero cuando en forma permanente los juicios son negativos y no tienen un sustento emocional, ni van acompañados de un aporte, definitivamente, te hacen daño”, sostiene la psicóloga.
Para salir de esta situación la especialista recomienda acudir al auto cuestionamiento y pensar si lo que está ocurriendo me afecta y hasta qué punto. Además, preguntarse qué es lo que me aporta esta amistad y si existe la posibilidad o no, de replantearse la forma relacional.
“Si todas las respuestas me causan intranquilidad es porque tengo que hacer algo, conversar sobre lo que molesta y establecer ciertos límites. Ahora si nada resulta, lo más prudente será tomar distancia física y emocional”, aconseja.
La idea es provocar un quiebre y la ocasión propicia para arreglar las cosas o definitivamente, soltar esa carga pesada que provoca esta muy especial relación de “amistad”.