Sebastián Vergara, El Mercurio.
Para Pablo Macaya (44), las cosas son simples. Guiándose por un proverbio, está convencido que si quieres ser feliz un día, emborráchate. Si quieres ser feliz un año, cásate. Pero si quieres ser feliz toda la vida, planta un jardín. Apenas toma alcohol, salvo una copa de vino de vez en cuando, para algún almuerzo. El amor, lo encuentra raro y medio incómodo. Así que desde hace seis años decidió dedicarse en cuerpo y alma a cuidar sus plantas.
Si está en época escasa de trabajo, se refugia en su parcela cerca de Curacaví, donde están sus cuatro perros: Agüita, Edison, Sarita y Dago, un gato que comparte con su polola, y sus peumos, jazmines y bugambilias que cuida de los conejos. Es su hobbie, dice. “Es bueno hacer algo así, es la naturaleza. Hay que cuidarla, crece y luego se muere. Uno riega, poda, echa abono pero no interviene en algo que es tan bello. Estoy orgulloso de mi jardincito”.
Pero últimamente no ha podido hacer mucho más que preocuparse sagradamente de revisar el tiempo, alegrarse si anuncian lluvia y escaparse los fines de semana. Tras terminar con las grabaciones de “Soltera otra vez”, se enroló en la próxima teleserie nocturna de Canal 13, “Las Vegas”, donde hará de barman de un cabaret para mujeres. Y de momento, mientras aún se transmite la novela donde interpreta a Álvaro -el vecino de Cristina (Paz Bascuñán)-, ha debido hacerse cargo de más de algún comentario que su personaje dice acerca de las mujeres. Entre ellos, que una mujer no necesita preocuparse de nada más que tener buena delantera y trasero para conquistar a un hombre.
“Eso es bien machista, pero es que el personaje de la Paz anda volando en una nube de romanticismo y de que va a encontrar el príncipe azul y no, esos huevones no existen. Además, está lleno de minas mejores, mas bonitas”.
-Solo trasero y delantera. ¿Es tan así?
“Yo creo que no. Como para empezar sí, pero más allá, no”.
-Bueno, ¿sí o no?
“No sé. Igual, los hombres lo primero que hacen es mirarle el poto y el cuerpo a una mina y ver si es rica. Si después de eso es simpática, mejor. Si después de eso es buena gente, no es malo. Y si habla de corrido, puede llegar a ser entretenido. Pero en una relación larga, eso deja de importar después. Por otro lado, me imagino que hay una manera de relacionarse que no busca profundidad y donde lo único que importa es la conquista”.
-En tu opinión, ¿qué no quieren los hombres?
“Como en todas las relaciones, que no nos traten mal, que no nos dejen crecer o aprender o que nos quieran cambiar.
“Es raro el amor. Uno se involucra íntimamente con otra persona y dejas de ser solo uno. Empiezas a funcionar de a dos internamente, y eso no es fácil. El ser humano es básicamente egoísta; nacimos solos. No es llegar y amarse”.
-¿Te complica el amor?
“El amor es una palabra tan grande, supuestamente perfecta e ideal. Y hay mujeres que se encargan de dejarle claro a uno que está demasiado lejos de ese ideal. Esas relaciones son pésimas. Yo le recomiendo a todo el mundo que abandone ese tipo de relaciones tortuosas, donde se sufre... Si uno no es como se supone que tiene que ser, entonces, chao. A mí me gusta el amor, pero no es tan malo estar solo, vivir solo y ser feliz, con una vida plena. El amor, supuestamente, es demasiado importante o nos venden mucho esa pomada. Y la gente en el día no anda preocupada del amor. Piensan en trabajar, en pagar cuentas, no sé, en la vida”.
-¿Hablas desde la experiencia?
“(Ríe) Puede ser. Ahora no, por suerte. Pero creo que a todos les ha pasado. Las personas somos súper carentes y buscamos todo en el otro, y el otro nos puede dar hasta por ahí no más. El amor de pareja está sobredimensionado”.
-Parece haber estereotipos de lo que una mujer busca en un hombre.
“Que sea cariñoso, comprensivo, que la proteja y todas esas cosas. Que te invite a comer, que sea caballero, que sea buena persona...”.
-¿Y qué les cuesta ser así?
“No es fácil. Las parejas deben tener su espacio de independencia del otro. De repente veo casos en que son demasiado pegados, andan demasiado juntos; mujeres que hablan todo el día del marido o de los hijos. Creo que como todo en la vida, uno debiera aspirar al equilibrio en las relaciones. Pienso en los que llevan casados así mucho tiempo y digo, ¡qué horror! Me choca la rutina y que todo esté en el otro; tus proyecciones, la única carta que jugaste. La vida no es así. Es mucho más enredada, compleja, variable... Uno cambia. Me cuesta entender eso de las relaciones y el amor para siempre. No es que no lo quiera o no lo aspire. Pero es súper poco real”.
-Igual tienes polola. No es que seas anti amor...
“¡No, para nada! Soy un buscador del amor, pero del amor libre”.
-¿De qué tipo de libertad estamos hablando?
“De la que nadie está obligado a quererte. Todo lo que te llega de amor y buena onda es gratis, un regalo, y uno tendrá que ser igual para el otro lado. El amor es libre. Yo estoy enamorado de mi mujer y quiero seguir enamorado de ella, pero la gente o la sociedad es muy cuadrada, y se supone que las cosas deben ser muy serias y tienes que casarte. Yo no entiendo a la gente que se casa”.
-¿Qué te molesta de eso?
“Que es como si uno estuviera obligado a querer al otro. Además, -y sé que suena adolescente-, pero no entiendo que en una relación de dos personas intervenga el Estado o la iglesia que sea, no me calza. Yo no necesito eso y espero que mi mujer tampoco”.
-¿Seguro que tu polola no espera casarse?
“No. Ella debe esperar muchas más cosas de las que me puedo imaginar, pero casarse no creo que sea una de ellas. Eso no quita que yo imagine todo un futuro con ella, para siempre, ojalá. Igual me considero un hombre casado, comprometido. Pero me casé yo con ella. Nuestros corazones están casados. No tuvo nada que ver la señora del registro civil.
“Esto no es para dar la impresión de que soy el huevón choro. Es que quiero evitar las cosas que imponen. Además está esa estética del matrimonio... El evento en sí me da mucha risa. Una vez fui a un matrimonio judío y encontré que era precioso. Tal vez fue por la novedad, pero vi que lo pasan la raja, y tiene toda una cuestión de baile arriba de una silla; hay una cosa de pueblo alegre. La ceremonia católica es de las más fomes que hay. El power point con las fotos, el vals de los novios, me dan pudor”.
-¿Cuál es tu vicio privado?
“Me junto con mis amigos a jugar dominó, una o dos veces por semana. Son en esos días en que uno no tiene nada que hacer, y tenemos sesiones desde las cuatro de la tarde a las diez de la noche. Conversamos puras tonteras, puras burlas entre nosotros. De hecho, hoy creo que voy a terminar jugando dominó”.