“Todos los días tenemos muchas buenas razones para sentirnos frustrados”, asegura Judith Orloff. Ella, como psiquiatra y profesora de UCLA, ha visto en ella misma y en sus pacientes, cómo el diario vivir, los trámites que demoran, los call center y las relaciones muchas veces no cumplen con las expectativas de la gente, desencadenando frustración y estrés.
“La frustración es un sentimiento de agitación e intolerancia, gatilladas cuando tus necesidades no son satisfechas”, asegura la doctora, subrayando en lo fácil que parece hoy sentir esta pesadumbre, en los tiempos de la inmediatez virtual.
A un click de hacer compras o conocer a tu futura pareja, la actualidad parece estar hecha para que el “¡ahora ya!” mande las conductas, y se traspase también a las relaciones humanas. De hecho, Orloff decidió escribir su propio libro al respecto, “Emotional Freedom: Liberate yourself from negative emotions and transform your life”, haciendo hincapié en cómo hoy el ser humano, en general, está viendo su entorno como algo desechable, y del que puede prescindir a la primera muestra de frustración que sienta, “en vez de dedicarles el tiempo necesario para alimentar el amor”.
¿Estás, a menudo, irritado o frustrado?, ¿sueles reaccionar a la frustración culpando a los demás?, ¿tras sufrir una decepción, te “automedicas” con alcohol, drogas o comida chatarra?, ¿tras un día duro de trabajo, pierdes la calma? El remedio para esto, asegura la doctora, está en convertir esto en paciencia, una virtud algo pasada de moda, pero una útil herramienta que hay que reforzar. “Como psiquiatra ayudo a otros a ver que la paciencia no significa pasividad o resignación, sino que poder. Es una práctica de liberación emocional de espera, observación y saber cuándo actuar”, dice.
“Practicar la paciencia te ayudará a disipar el estrés y te dará una opción sobre cómo responder a las decepciones y frustración. Cuando puedas mantenerte calmado, centrado y sin actuar precipitadamente por la frustración, todas las áreas de tu vida mejorarán”, asegura.
Para esto, Orloff entregó un fácil ejercicio que ayudará a ejercitar la paciencia: Busca una fila larga que no avance mucho, en el banco o supermercado. Cuando comiences a sentirte ansioso y molesto por la incómoda espera, respira hondo y di ‘voy a esperar tranquilamente y disfrutar de esta pausa’.
Mientras, trata de sentir empatía por la persona que atiende, y piensa en lo agobiada que debe estar con su trabajo. Asimismo, sonríe a las personas de la fila que veas estresadas y si puedes, diles algunas palabras bonitas.
Ocupa ese tiempo para ti, imagina cosas, sueña. Tómalo como un recreo del resto de tus obligaciones, laborales y familiares. “Las filas son una excelente prueba para la paciencia. Para reforzar esto, siempre recomiendo estar en el mayor número posible de ellas”, comentó Orloff, en una de las varias columnas que ha escrito para su
blog.
A la hora de discutir: la frustración con las personas que quieres
La psiquiatra recomienda que cuando tengas un problema con alguien, respires hondo antes de reaccionar. “Si es mucha la rabia, ten la fuerza de decidir conversar cuando se te pase y te sientas menos amenazante”.
En ese momento:
1.- Enfócate en un asunto específico. No hagas una suma de cosas malas que te han molestado del otro, ni transformes la discusión en un ataque personal.
Dí, por ejemplo: “Me siento frustrado cuando prometes hacer algo y no lo haces”, y por nada del mundo uses insultos o amenazas. Al contrario, con un tono sin culpas, expresa cómo este comportamiento en específico te hizo sentir, en vez de argumentar por qué crees que la otra persona está equivocada.
2.- No escuches a la defensiva ni interrumpas. Como dice la doctora, oír los argumentos del otro, aunque no estés de acuerdo con ellos, es un signo de buena educación.
“Evita un tono o lenguaje corporal agresivos. Trata de no moverte con molestia ni juzgar”, dice.
3.- Intuye los sentimientos detrás de las palabras. “Cuando aprecias las motivaciones de alguien, es fácil ser paciente”, explica Orloff. Trata de sentir si el otro individuo está asustado o inseguro; o si se está enfrentando a algo nuevo en su vida. Esto puede ser doloroso para él/ella, así que tenlo en consideración. Observa si está dispuesto a cambiar.
4.- Responde con claridad y compasión. De este modo, la otra persona dejará de ponerse a la defensiva y hasta puede que admita su parte de culpa en el problema.
Sé claro con tus necesidades del minuto. Dile, por ejemplo, que te gustaría que no te gritara mientras discute, y si ves que al menos trata de no hacerlo, hazle saber que eso lo aprecias.