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Claudia Scherman: El fin del chileno aspiracional, no quiere aparentar, sí tener

Esta experta afirma que la línea de confort básico de los chilenos cambió, por lo tanto ‘el desde’ donde se miden ya no es el mismo que hace 10 años. Agrega que como consumidores se han empoderado y el acceso a la tecnología digital es lo que más discrimina.

13 de Septiembre de 2012 | 08:41 | Por María José Errázuriz L.
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El cambio ha sido notable. Si en el 2002, el segmento de menos recursos en el país no tenía un computador –según la encuesta Casen de ese año- hoy un 16% de ellos lo posee, según los datos arrojados por un estudio de la Asociación de Investigadores de Mercado.

La misma investigación señala que si hace 10 años, en ese mismo segmento, el E, el 2% tenía conexión a TV cable, hoy un 18% ya la tiene. Y suma y sigue: si el 2002, el 28% de los C2 tenía conexión a internet, hoy la tiene un 94%, casi la misma cifra que el C1.

Para quienes trabajan en el mundo del marketing (el grupo al cual está dirigido este estudio) los chilenos han cambiado y lo han hecho notablemente. De hecho, más de alguno debe recordar al famoso maestro chasquilla ‘Faúndez’ que hablaba por celular en un ascensor, rodeado de ejecutivos sorprendidos.

Ese personaje, a juicio de Claudia Scherman, periodista, gerenta de estudios de Lado Humano y directora de AIM, ha quedado superado. “No quedó obsoleto, pero sí reflejó el punto de partida para subirse al carro de la autogestión; a tratar de empoderarse, de avanzar, de construir y usar las herramientas que están a su disposición”.

Para esta especialista, en menos de 10 años, los chilenos están conscientes de que ya no pueden sentarse a esperar que “todo les caiga del cielo”, que les corresponde a ellos tomar las riendas de sus vidas y por eso, aunque sea para conseguir un subsidio deben gestionar y generar organizaciones para salir del estado de vulnerabilidad en la que se encuentran.

-A la luz del estudio, ¿cómo y en qué hemos cambiado los chilenos?
“Lo primero es que cambió la línea básica del confort; el ‘desde’ de cómo vivimos es distinto. Si se piensa en una persona que no tiene zapatos, estamos apuntando a alguien que está en la total indigencia y vive en la calle, porque, hoy, el E –que es el segmento con ingresos más bajo y menos estables-, en su gran mayoría se confunde con los D y conviven con ellos. Lo que los diferencia es que los D ya están en la mecánica de contar con trabajos con formalidad y los E se mueven en el mundo de los pololos”.

-¿Cada segmento ha expresado cambios profundos?
“Sí, en términos de tenencia material y en términos cualitativos. Las personas hoy viven en un contexto definido por el ‘acceso’ y, están inmersos dentro de este esquema globalizado y con acceso a herramientas comerciales ya sea en bancos o multitiendas; entonces se ha ido generando un empoderamiento, donde el sujeto consumidor es más seguro de sí mismo, sobre todo de las personas de ingresos medios y bajos.
“Las personas con ingresos más bajos se saben con menores oportunidades, pero tienen claros que tienen derechos y si se enfrentan a cualquier hecho no sólo preguntarán por sus responsabilidades, sino que también por sus beneficios”.

-¿El consumo de bienes ya no es lo que determina las clasificaciones?
“Las variables que se pueden cuantificar a lo largo de los años tienen que ver con cuánto ganan, el nivel educacional, la ocupación del principal sostenedor del hogar, la calidad de la vivienda, el acceso a servicios y la posesión de bienes. Lo que ha pasado es que cada uno de estos ha ido cambiando su relevancia. Hoy casi el 100% de la población tiene acceso a los servicios básicos por lo que ya no se puede clasificar como se hacía hace 60 años.
“Entonces, en esto, hay bienes que se han convertido en higénicos (básicos) o sea, no son exclusivos ni excluyentes como es tener una lavadora o una cocina. Tampoco lo es el televisor. Muchos de estos son transversales y no son discriminadores, y hoy no sirven para clasificar”.

-En este panorama, ¿cuál es el bien que sí discrimina?
“La tecnología, pero éste es un bien de transición, que probablemente en unos años tampoco será un diferenciador. “Lo que hace la diferencia son los bienes blandos, asociados a la disponibilidad de tiempo más recursos de las personas. Hay una revalorización muy potente de la búsqueda de tiempo libre y esparcimiento y el compartir en familia, entonces, entra el entretenimiento o los viajes. Si bien en los ABC1 ya es una característica diferenciadora, los C2 y C3 registran una curva ascendente importante; y los de más abajo, no piensan en el extranjero pero sí arrancarse a la casa de la prima al sur”.

-¿Así, cuáles son los bienes más deseados?
“Todo depende de la holgura económica suficiente de acuerdo a la historia de cada quien. El que viene de una situación de vulnerabilidad extrema no está pensando en una casa en La Dehesa, y tres bienes específicos lo harán sentirse realizado.
“Ahora, los bienes que ayudan a discriminar es la tenencia de tecnología digital, es decir, notebook, Ipad, Iphone, smarthphone. Lo que está siendo exclusivo de los ABC1 es la tenencia de calefacción central, aire condicionado y la segunda vivienda”.

-¿Esta diferenciación, visualmente, se percibe?
“En términos del hogar sí.
“El salto más extremo es entre un D y un C3, cualitativamente hablando. En la calle, se pueden ver iguales. Un joven C2 puede tener siete pares de zapatillas y un D, uno, pero ambos de marca y no por un tema de marcas, sino que por una cuestión de identidad o calidad. No hablamos hoy de aspiracional, sino de deseabilidad, o sea, las personas piensan en que se merecen una mejor calidad de vida porque se la han ganado y han trabajo para eso; no es una cuestión de querer aparentar o verse como el otro”.

-¿Las fronteras ya no están tan definidas como en el pasado?
“Sí, están más suaves. Se puede encontrar a una persona que es del E y vive al lado del D y son muy parecidas, pero la diferencia está en que el E tiene un sueldo de pololos y los D ya un sueldo básico con contrato. El que está en el C2 puede ser segunda generación de profesionales, entonces, lo que desea es que su hijo pueda hacer lo que le guste, es decir, le agregan el factor felicidad”.

-¿Cuál es el segmento que ha experimentado más cambios?
“La línea de confort (base de calidad de vida) se ha corrido en todos, pero probablemente son los C3, D y E, cuestión que se ve en las tenencias en el hogar, en los procesos de maduración referidos en el acceso al crédito y en que si bien se endeudan son más consciente de que con ello generan mejor calidad de vida. También han aprendido a estar endeudados, o sea, ‘bicicletean’ mejor y tienen en mente la construcción de un proyecto de vida, de familia, que va mucho más allá de la supervivencia”.

-¿La vulnerabilidad sigue siendo dura en estos grupos?
“Es proporcional; está presente en el C3 y va aumentando hacia el D y E porque tienen que ver con el entorno que viven y el hacinamiento que los afecta. Las políticas sociales generaron una estructura que no acompañó los proyectos de desarrollo de estas familias. Hay muchos que expresan y reclaman frente a la estigmatización de que la gente que tiene menos recursos es asociada con la violencia”.

-Apuntaste al endeudamiento. ¿Todos estos cambios se han hecho a cargo de eso?
“Se trata de un círculo que podrá ser virtuoso o no dependiendo de la perspectiva de quien lo esté analizando. El acceso al crédito ha sido una manera importante de despertar necesidades que no existían o las posibilidades a lo que se merecen tener porque trabajan mucho para ello. “Hubo un período que podríamos definir como oscurantismo en este proceso, pero las personas ya tienen más información y con ello mayor claridad sobre lo que deben exigir. Saben cada vez más hasta donde moverse, bicicletear, y cuáles tarjetas aceptar y cuáles rechazar. Lo que pasó con La Polar los ha advertido de que deben exigir explicaciones, perdieron la vergüenza de decir ‘no lo entiendo’”.

-Es duro decirlo, pero da la impresión de que la educación está instalada como un bien de consumo.
“Más que un bien de consumo, las personas lo consideran un bien de necesidad básica. Si antes la necesidad básica era tener servicios básicos y comida, hoy lo es la opción de poder educar a los hijos. Los que se encuentran en el segmento D expresan que quieren más para los suyos, que sean un profesional”.
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