Los almuerzos con los amigos y sus hijos, las celebraciones familiares y las reuniones espontáneas son divertidas. Hay risas, baile, conversación, comida rica.
La imagen es perfecta más aún cuando todos colaboran, se cuidan y los pequeños arman sus propios grupos… la pasan increíble. Es lo que se conoce como un carrete familiar, entretenido y hace bien.
“Cuando la familia completa sale y comparte con otros se despliegan habilidades sociales, donde los niños extraen aprendizajes y sienten el cariño y la preocupación de otras personas por ellos, lo cual aporta a su desarrollo”, explica la psicóloga Mónica López especialista en terapia familiar y de pareja (
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Sin embargo, el ambiente se volverá denso y turbio cuando el consumo de alcohol e incluso drogas se manifieste en pleno carrete y los padres caigan en excesos que los hagan perder su autocontrol, olvidando que andan cos niños que están bajo su cuidado y responsabilidad.
Pero no solo eso, que ya no es poco. También están recibiendo el mensaje que ese tipo de comportamiento está permitido y que beber hasta quedar con la mirada desviada y el habla distorsionada es “normal”.
“Esto puede generarles inseguridades respecto a nuestras capacidades para protegerlos y cuidarlos, lo cual, incluso, puede generar que ellos sientan que deben comportarse como adultos y ‘padres de sus padres’”, afirma. Esto quiere decir, que los pequeños en forma inconsciente intercambian los roles y comienzan a cuidar a sus padres para que no sigan consumiendo o que cometan acciones riesgosas o vergonzosas.
“Lo cual, claramente, daña la relación familiar, la imagen paterna o materna y el desarrollo del niño posterior, por tener que asumir tareas que no les corresponde y que puede marcar su historia con un recuerdo complejo”, señala la psicóloga.
Agrega que estas conductas irresponsables llevan a los niños a cuestionar su autoridad, porque claramente los padres están mostrando que no se cuidan a sí mismos. Entonces, los pequeños desconfían de ese cuidado y según la experiencia de Mónica López, sienten que deben cuidarse solos o pedir ayuda a otros adultos más responsables.
Es que en cada momento en que se vive con los hijos los padres están formando y criando. Aunque claro, como dice Mónica Navia, terapeuta en sanación reconectiva y coaching emocional en el Centro Madre Tierra (centromadretierra@gmail.con), este tipo de consumo excesivo puede ser para los padres “normal”, debido a que sus progenitores también lo hicieron, o porque sencillamente cuando deciden ir a una fiesta no tienen niñera y encuentran que sus niños se entretienen con los otros pequeños que van.
“Muchas veces en la vida son tan poco gratos que se vuelve necesario ‘evadirse’ del día a día y algunos padres priorizan satisfacer, bien o mal, sus necesidades sin pensar en las de los niños”, puntualiza la terapeuta.
La causa que señala, es que habría una falta de madurez emocional para posponer ese momento de satisfacción personal y por consiguiente, sin reparos exponen a sus hijos a quedar vulnerables e indefensos.
¿Padres carreteros o adolescentes?Este tipo de papás y mamás se les conoce también como "padres adolescentes", que se caracterizan, según Mónica López, diplomada en psicología positiva, por presentar dificultades para adaptarse a las tareas de cuidado y crianza por la responsabilidad que representan y las exigencias que requiere.
“Cuando nace un hijo, nacen un padre y una madre junto a él, pero no siempre esto significa que todos crecerán a la par o que ambos padres se harán cargo del mismo modo o repartirán los quehaceres de forma equitativa”, comenta. Incluso, cuenta que algunos, producto del miedo o pánico a perder la libertad y a no ser capaz de enfrentar este cambio, buscan evadir el compromiso, niegan las situaciones problemáticas y hasta pueden caer en conductas regresivas o “adolescentes” que finalmente van dejando a su hijo solo en el proceso.
“Esto no tiene que ver necesariamente con la edad, sino más bien con la etapa vital y el nivel de madurez de la persona, con sus deseos o no de paternidad y con lo que simboliza para el padre o la madre el tener un hijo”, aclara.
Por otra parte, indica, que se da el caso que algunos padres temen envejecer ante la llegada de los hijos o frente a su crecimiento, donde se les hace inminente su adultez y sienten que su juventud se está yendo. “Estos padres buscan mantenerse en esa etapa, llegando a estancarse o incluso a caer en conductas como delegar el cuidado al otro padre, o a un tercero, para así despreocuparse y no alterar su estilo de vida por la llegada de un bebé”.
Agrega que cuando sus hijos ya son más grandes, intentan ser “amigo de los hijos”, “estar en su misma onda” o salir a “carretear” a la par, demostrando así una dificultad para asumir el rol paternal.
Consecuencias psicológicas“Los niños entienden mucho más de lo que los adultos creemos. Están atentos a todo y con mayor precisión cuando los estímulos son distintos a los habituales y esa información queda en su memoria”, advierte la terapeuta Mónica Navia.
Por lo tanto, continúa, como los chicos aprenden con el ejemplo, van a repetir lo que sus padres “hacen” aunque se le diga que no lo haga, el ejemplo es la conducta a seguir.
“En algunos casos, los niños cuando adolescentes presentan un temprano consumo de alcohol, donde priorizan borrarse en vez de enfrentar sus problemas”, expone la coaching emocional.
En ese sentido, la psicóloga llama a los padres a tomar conciencia del daño que están haciendo al perder el control con el trago, tanto a sus niños como a su imagen y los roles que cumplen. Tema aparte es la vulnerabilidad en que quedan al estar con un papá o una mamá fuera de sí en lugares y horas inadecuadas para los chicos, donde los maltratos verbales y físicos son frecuentes en este contexto.
“No por pasar un momento de diversión se te pueden olvidar los hijos. Tienes que dimensionar las consecuencias de tus actitudes, reconocer el error y tomar el compromiso de no reiterar la falta para que puedas reparar las confianzas familiares”, enfatiza.
Sin embargo, ambas especialistas llaman a divertirse sanamente e integrar al grupo familiar, pero siempre midiendo la cantidad de alcohol que se consume. “Si andamos con nuestros hijos, idealmente beber una cantidad que sea mínima, por responsabilidad y por dar un buen ejemplo”, aconseja Mónica Navia.