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Graciela Urrutia: Las barreras que los chilenos se imponen para no tener una vida saludable

Experta de la Fundación Chile asegura que algunas son ciertas, otras no, pero lo que es un hecho es que las políticas seguidas hasta ahora han fracasado y la obesidad debe ser abordada desde una perspectiva innovadora.

14 de Noviembre de 2012 | 12:50 | Por María José Errázuriz L.
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En el plano de nuestra salud pasa lo mismo que en la televisión: los chilenos dicen querer programas culturales, pero los realities la rompen en rating. O en palabras saludables: un 49% de los chilenos reconoce estar con sobrepeso, cuando las cifras oficiales hablan de un 67% de la población.

Algo pasa que nuestra realidad está distorsionada o es contradictoria y para Graciela Urrutia, directora del Programa Innovación y Alimentos Saludables de la Fundación Chile, el punto de inflexión son las barreras o mitos que nos acompañan y nos hacen tener percepciones equivocadas de casi todas las cosas relacionadas con nuestro peso, la comida, nuestra actividad física y otros.

El viernes se dio a conocer la primera parte de un extenso estudio dado a conocer en el marco del programa gubernamental Elige Vivir Sano que clasificó a los chilenos en cinco tipos de personas: los culposos (32%), los resignados (12,3%), los esforzados (9,7%), los motivados (27%) y los indecisos (19%).

En cada uno de los grupos las barreras (muchas veces, excusas) que se hicieron presente son transversales: largas jornadas laborales, mucho picoteo, largas horas frente al televisor, mal dormir, consumo de comida chatarra y otros como el mito de que lo saludable es más caro o que las legumbres son un plato para los pobres al igual que el jurel.

“Todos estamos súper preocupados de la salud pero los índices de sobrepeso dicen todo lo contrario”, dice al reconocer lo ‘mentirosos’ que somos. “Hay un autoengaño y con eso creemos que somos menos responsables por no tomar acciones”, agrega.

-¿Hay una hipótesis de por qué mentimos? De verdad no sabemos lo que es el sobrepeso o creemos que unos kilos de más es, de verdad, ser saludable.
“Hay de todo. Las abuelitas siempre se preocupan de lo flaquito que están los niños y se habla de darles más cazuelas; el concepto de verse saludable está relacionado en algunos grupos con verse más gordito y eso es un tema. Pero también no existe claridad de lo que se está haciendo en el día a día. Los chilenos frente a la pregunta de ¿cuántas calorías tiene que comer o come? contesta 1.400 y sabemos que es mucho más.
“Hay un problema de educación y se tiene que abordar. Por eso el valor de este estudio que no segmenta por edad o segmento socioeconómico, sino que muestra que esto es súper transversal, que hay gente que le gusta comer harto independiente de su grupo”.

-Sigamos con las contradicciones: el 61% dice estar preocupado del bienestar, pero el 63% es sedentario.
“Esto sólo se explica en un nivel de barreras altos; declaramos que si tuviéramos tiempo, que si la pega no fuera tan larga, que si los alimentos saludables fueran más baratos, que si hacer deporte fuera más accesible, o sea, tenemos miles de excusas para poder decir esto lo postergo para después. El grupo de los esforzados es el único que teniendo las mismas barreras que todos hace el esfuerzo, son los mateos, pero demuestran que este tema de la obesidad es muy complejo porque se deben superar esas barreras. Esto no se trata sólo con una dieta, se tienen que sumar muchas cosas como los entornos propicios, el uso del tiempo libre, etc.”.

-Pero son barreras autoimpuestas.
“Hay de todo; hay creencias que se transmiten de generación en generación como que lo saludable es ser más rellenito. Pero hay otros que tienen que ver con el acceso, o con el estrés y la autoestima que en las mujeres se traduce en darse premios con comida”.

-El grupo más grande es el culposo; dice estar preocupado de la pinta, pero no hace nada por cambiar. ¿Cómo se cambia un grupo así?
“En este grupo es donde hay que hacer mucho trabajo; hay que ayudarlos a que no caigan en el sedentarismo extremo o la comida, pero creo que es un grupo trabajable. Están más postergando una vida saludable que rechazándola que sí pasa con los resignados que sienten que todo es un cuento y no están ni ahí”.

-Los motivados y esforzados se ubican principalmente en los grupos ABC1 y C2, ¿la gordura discrimina tan claramente?
“Hay una tendencia mayor. Está probado que los grupos de menores ingresos tienen una mayor prevalencia, pero más que los grupos socioeconómico el tema son los niños y las mujeres; los primeros es un grupo clave porque esto está actuando como pandemia desde la más temprana edad; si esto no se para en la niñez tienen alta probabilidad de ser adultos obesos. El otro grupo preocupante son las mujeres; los hombres tienen un 19% obesidad frente a un 30% de ellas y si a eso le sumas el factor pobreza el porcentaje sube a un 50%. Y esto no es menor porque ellas deciden qué se come en una casa y cada vez más son jefas de hogar por lo que lidian con una serie de cuestiones.
“Es cierto que ciertos grupos socioeconómicos tienen más acceso a algunos bienes, pero aquí la clave está en la educación, en el conocimiento, en la mayor conciencia de que ciertas conductas poco saludables van a derivar en problemas de salud como hipertensión, diabetes, resistencia a la insulina”.

Graciela Urrutia asegura que este gran problema debe ser abordado desde muchas perspectivas. Para la industria alimenticia es un desafío generar alimentos saludables que sean de sabor tan atractivo como la comida chatarra; las empresas deben promover hábitos saludables y así, suma y sigue. “Porque al final este es un tema en el que uno decide y el mensaje no puede ser negativo, ya que eso produce rechazo”, aclara.

-Quiero retomar el tema de las contradicciones: los chilenos dicen que trabajan largas jornadas, que no tienen tiempo, pero el que tienen lo usan en ver TV, en un alto consumo.
“Exacto y además, comiendo en la cama. Esta lucha no sólo tiene que ver con cambios personales, sino que de los entornos como los laborales que deben ser propicios para la vida saludable; en la comunidad escolar, abordándolo en forma global. Hay muchos proyectos e iniciativas pero no necesariamente están relacionados.
“Esto es muy complejo porque a medida de que los países se desarrollan y aumenta el ingreso se da una occidentalización de hábitos como recurrir a la comida chatarra; las mujeres al trabajar también dejan de cocinar; no hay horarios para comer, ya no se come en familia. El comer en familia es uno de los factores protectores de una buena alimentación, porque se aprovecha la conversación en generar comunicación y reflexión en el grupo.
“Se debe tomar conciencia cómo estamos comiendo porque pasó a ser un mero trámite. También a qué se asocia la comida porque una gran mayoría lo relaciona con el placer”.

-El estudio dice que si en 1965 consumíamos 2.600 calorías hoy sobrepasamos las 3 mil.
“Insisto, no hay conciencia de qué es lo que se come. Resulta que hemos agrandado las porciones y hay un tema de saciedad súper presente”.

Graciela, quien precisa que el estudio conocido es la primera parte de tres, asegura que toda esta información es una gran oportunidad para innovar en todos los campos y ser realmente efectivo en lo que se va a hacer. “Hay que asumir un fracaso en lo que se ha estado haciendo, se pusieron metas que no se han cumplido, por lo que de aquí para adelante se debe trabajar de otra forma y eso incluye nuevas reglamentaciones”, concluye.
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