Albertina Martínez, El Mercurio.
“Me volví a enamorar de la mujer chilena. Me gusta esta cosa de versatilidad que está teniendo, que quiera verse más mina, femenina, sensual, latina. Esta búsqueda que está teniendo de identidad, es un aporte”, comenta Edgardo Navarro (49 años, “con mucho orgullo”, dice) en su salón-casa.
Es ahí, en Pedro de Valdivia norte, donde el estilista de Ignacia Allamand, Pilar Jarpa, Patricia López, entre otros rostros y músicos -Álvaro Henríquez y La Ley-, atiende a sus clientes y es en este lugar donde además, vive por estas semanas junto a su marido inglés, Paul Howard, un personal trainer y chef, que es el orgullo del estilista.
Ambos residen en Londres y constantemente viajan al país para atender los asuntos del salón, pero han decidido quedarse más tiempo del acostumbrado en Santiago por un proyecto que tiene a Navarro bastante entusiasmado, Doble Piel, un taller que se encarga de confeccionar pelucas a medida tanto de moda, como a mujeres con cáncer y que espera en el corto plazo poder entregarlas de forma gratuita a pacientes de escasos recursos.
Son pelucas de lujo que Edgardo aprendió a hacer en Inglaterra, país en el que trabaja constantemente junto a equipos médicos de enfermos de cáncer, realizando la importantísima labor de ayudar estéticamente a las personas a no enfrentarse de golpe con la caída del cabello que provocan la quimioterapia.
“Ya el cáncer es fuerte, pero tocarle la parte de la femineidad de la mujer, con respecto al cabello, es muy doloroso. Yo lo he visto muy de cerca y en Chile no se toma el tema con la fragilidad que tiene. Gran parte de la autoestima se ve segregada cuando, después de la quimioterapia, la mujer se enfrenta un día a un espejo y se pasa las manos por el cabello y ve que se le está cayendo. Revertir esa imagen es casi imposible, queda grabada en el disco duro”, explica.
-Dices que el tema del cáncer te tocó muy fuerte, ¿por qué?
“Porque trabajo con personas que lo padecen. Sigo dando mis servicios en Inglaterra y veo cómo se enfrenta el tema desde la parte estética. Sería bonito poder sacar esto e insertarlo en Chile. Yo estoy recién comenzando, pero para mí es importante poder entregar un servicio a la mujer, sobre todo psicológico”.
-Se dice que los peluqueros resultan una especie de psicólogos, además.
“Claro, siempre hemos sido los psicólogos de las mujeres, y parte de mi carácter fuerte es por eso. Y en este caso, me gustaría que al mirarse en el espejo vean que están bien, por fuera al menos. Así podrán enfrentar la enfermedad de mejor forma”.
-Tu interés social viene desde hace tiempo. Antes tu ayuda iba a las personas con VIH.
“Lo que pasa es que siento que al ser gay, existe una necesidad de ayudar, de abrir puertas y compartir experiencias a las nuevas generaciones. He tenido cuatro amigos que se me han muerto por esto, y es muy doloroso ver como la gente se muere, no porque la medicina no sea buena, sino que por ignorancia y falta de recursos, por no hacerse el diagnostico a tiempo.
“Hoy por suerte, nadie se muere de VIH. Pero conseguir sexo por internet es tan fácil; hay hasta aplicaciones en los teléfonos para conocer gente y juntarse. No digo que el sexo esté mal, pero solo pido que se cuiden. La vida es hermosa y no hay que desperdiciarla”.
“Uno que ya está grande, debe tener cierto compromiso social con la gente que viene detrás. En mi caso, cuando chico, me mandé millones de condoros, y no quiero que un lolito de quince años haga lo mismo”.
-¿Qué tipo de errores?
“(Ríe) Los impublicables no los puedo decir. Pero antes, sin internet, era difícil saber cuándo alguien estaba casado o pololeando. Hoy en cambio, puedes saber el historial de todos”.
-Digamos que fuiste el patas negras…
“No, de nadie. Yo siempre elegí, nunca me eligieron. Pero no existía esa confianza de hablar con el amigo y averiguar si alguien era soltero o no. Me acuerdo una vez que salí con un tipo, sin saber que era el novio de un amigo mío”.
-Te interesa ser guía de nuevas generaciones. En tu caso, ¿cuál tuviste?
“Ninguna. Imagínate, vivía en Concepción, un lugar súper conservador y sin patrones a seguir. Todo era intuición, oculto. Después vino la dictadura y era peor, te miraban. En la pubertad quería salir, vestirme de un color, pintarme el pelo, pero no podía. Sin embargo lo hice porque fui rebelde. Hoy me encanta ver que los chicos pueden vestirse diferente, y que no sienten solos o, entre comillas, raros. Los raros son los que no tienen una aceptación de la diversidad”.
La puerta de escape de Edgardo fueron desde siempre los viajes. A Alemania y Francia decidió partir para perfeccionar su oficio y convertirse, además, en director de arte. Una vez restablecido en Chile, logró tener una peluquería en Pucón y tres en Concepción. “Era el rey del sur. Aún lo soy”, dice con una sonrisa.
Decidió probar suerte en la capital con una peluquería en Alonso de Córdoba. “Vine en el 99 y pregunté cuál es la calle más pituca de Santiago y me instalé ahí” confiesa. No tardó mucho en ganar popularidad acá, y Rubén Campos lo reclutó para presentar sus colecciones en Miami. Después fue a Nueva York y hasta a Los Angeles, para una película. Pero como no sabía mucho inglés, decidió ir a Inglaterra a aprender el idioma. Allí se enamoró y se casó. “Las cosas no son calculadas, ni desde la frivolidad. Uno hace las cosas porque uno las ama, no por dinero. Si trabajara por plata, mejor me haría prostituta”, dice entre carcajadas, antes de cambiar drásticamente de humor, a uno más romántico e ilusionado: “Estoy muy orgulloso de mi marido. Él saca lo mejor de mí”.
-Para eso deben ser las parejas.
“Igual peleamos. Un indiecito como yo con un lord británico… La fuerza latinoamericana es fuerte”.
-Ya debes hablar inglés de corrido.
“Si (ríe). Lo más difícil fue dar las pruebas para ser residente en el Reino Unido. Tuve que estudiar toda la historia, las leyes políticas, sociales y culturales. Eso, además del examen en inglés. Es un golpe al intelecto muy fuerte”.
-¿Lo pasaste al tiro?
“¡A la primera! Si el coágulo todavía me funciona. Mi suegra me ayudó un montón además, porque me iba contando la historia del Reino Unido”.
-¿Cuál es tu vicio privado?
“Soy adicto al gimnasio y al trabajo. Me gusta comer sano, no fumo, no tomo drogas, aunque respeto a los que lo hacen. Así que de vicios, me queda viajar, las joyas, la buena vida, los buenos amigos y mis clientas; tomar un jugo de naranja en ayunas y que mi almohada tenga una toalla nueva todas las noches, porque transpiro mucho y soy un poco obsesivo con el tema”.