Tiene una mirada aguda. Quizás porque es periodista, quizás porque es escritora, quizás porque es hija de un prócer de la Concertación que se la llevó al exilio cuando tenía apenas tres años.
Por lo mismo, hoy no puede dejar de reconocer que hay toda una generación de jóvenes -hijos de dirigentes políticos que sufrieron los embates de la dictadura-, que están traumados y se restaron de participar en la democracia post ‘90.
Eso podría explicar, dice María José Viera Gallo, la razón por la que un hijo de padres de la UDI, Pablo Larraín Matte, terminó filmando la película con la historia del NO y no, valga la redundancia, un cineasta del mundo de la centroizquierda.
Avecindada en Santiago de nuevo, luego de sus largas estadas en París, Nueva York y Valparaíso que la tuvieron doce años fuera de la capital, está concentrada en criar a sus pequeños hijos de 5 y 3 años y escribir ya sea artículos periodísticos como literarios. Afirma que el retorno tiene que ver con cosas prácticas –quiere estar a tres calles del colegio de sus hijos-, pero de paso se reconoce nómade y como se aburre rápido de los lugares, no sabe cuándo emprenderá de nuevo vuelo.
Levanta los hombros cuando se le pregunta si ese desarraigo tiene relación con el hecho de haber partido a Italia, con toda su familia (su padre es el ex ministro José Antonio Viera Gallo) tan chica y vivido fuera hasta los 13. “Creo más bien que es desprendimiento… no me aferro mucho a ningún lugar físico, hago y deshago muy rápido todo”, aclara.
Sus dos novelas –“Verano robado” (2006) y “Memory hotel” (2010)- las escribió estando en Nueva York, y ahora está concentrada en un nuevo libro de cuentos lo que la retrotrae a los tiempos en que firmaba una columna en Zona de Contacto bajo el seudónimo de Anita Santelices y ganaba concursos con textos como “La maleta de Úrsula”, premiado por revista Paula el 2004.
“Estuve muchos años concentrada en escribir novelas y quedé muy cansada; un libro de cuentos se me hace más acotado, más corto, mas rápido”, explica.
-¿Más manejable con la maternidad?
“Sí, es muy difícil escribir a la par de la maternidad. Uno aprende a escribir con el cuerpo cortado, con sueño, con llanto, con gritos, con pataletas. Quizás eso hace que cada minuto uno lo valore más; cuando tenía todooooo el tiempo para escribir me quedaba pegada y en cambio ahora, siento que cada momentos es un regalo. Una escritora mamá va a ser siempre menos prolífera”.
-¿Eso te frustra? ¿No te genera culpa, rabia?
“No, ya lo asumí. En vez de escribir dos libros al año, escribiré uno cada tres, pero qué importa. La maternidad tiene que ser algo elegido y si es una opción, uno la debe asumir”.
Sus últimos textos, también cuentos, acaban de ser publicados en dos antologías –Mondadori y .cl-. lo que da muestra de lo activa que está y de hecho esta entrevista debió ser aplazada porque le salió un pituto periodístico entremedio.
-¿Alguna añoranza de tu época de Zona de Contacto? ¿De Anita Santelices?
“No, mejor dejarlo atrás; me trajo muchos problemas porque me encasillaron como una ‘escritora estilo ZdC’ que me penó hasta, quizás, “Memory hotel”. Reconozco que fue una gran escuela y estar con ese grupo humano fue un regalo. Fue una época, no existía internet, entonces los jóvenes sólo tenían ZdC y hoy hay miles de blog”.
-¿No te tinca escribir la Anita 2.0, casada, separada, con hijos?
(Se ríe) “Sería divertido, una saga, pero ese personaje lo maté. Pero todo es cíclico y no me parecería extraño hacerle un homenaje; la gente la quería más de lo que yo la quería”.
-Te mueves entre el periodismo y la literatura intensamente, ¿por qué?
“Porque son mis dos casas naturales. Me gusta la escritura inmediata; también me da de comer porque si no eres best seller nadie vive de la literatura… leía que a la Lena Dunham, de “Girls”, le dieron 3,5 millones de dólares de adelanto y con eso uno se arregla la vida. En Chile, en cambio, la ecuación literatura-trabajo remunerado no existe y por eso, uno debe saber que tiene que tener dos trabajos.
“Aparte estoy dictando un taller literario para puras mujeres que es bien entretenido”.
María José reconoce que su literatura tiene algún link con su biografía, aunque nunca ha escrito desde un yo. Adelante que lo va a hacer, en todo caso, pronto; que dejará momentáneamente la ficción para poder indagar en su infancia.
-Eso te hará encontrarte con dolores.
“No, no tuve una infancia sufrida, además la literatura te hace encontrarte con todo, con los momentos malos, tristes y felices de la vida.
“Me interesa mucho la memoria, de hecho, hay dos cuentos míos que tratan de la dictadura de manera transversal, indirecta. Es la visión de los hijos, no la versión de los padres porque esa ya me la sé y creo que se ha contado mucho. Los hijos de la izquierda se han quedado callados”.
-Bueno, llama la atención que sean los hijos de la derecha los que cuenten la historia de la izquierda, como pasa con la película “No”.
“Primero, creo que la verdad no le pertenece a nadie, pero a mí no me llega su versión. Cuando viene de un cercano, de primera mano, suena más verdadero. Creo que ahí no hay nada novedoso. Y sobre la tesis de la película, de que la victoria del No fue una cosa pactada con Pinochet, que fue una transacción más que una victoria, lo encuentro criticable. Creo que la victoria fue mucho más ingenua y mucho más desesperada, era sacar a Pinochet, era de vida o muerte, de volver a vivir o seguir en la oscuridad, mucho más trágico. Uno puede debatir sobre esa tesis, pero no pidan que uno se trague la película”.
-¿Por qué crees que tu generación, la de la izquierda, no ha contado su verdad?
“Porque está traumada con la política, porque les pesó toda la vida. Hay todo un grupo de gente que se alejó del discurso político porque era, precisamente, el discurso de los padres y ha sido el leit motiv de sus vidas, lo que se las alteró para mal o para bien. Esa masa bastante grande de mi edad no está en la política activa.”
-¿Este trauma, además de haberlos callado, en qué más ha derivado?
“Creo que somos hijos de una generación de padres demasiado precoz, brillante en la política, muy protagonistas y eso hace inevitable que mi generación esté un poco perdida y no quiera –a excepción de Marco Enríquez-Ominami- participar. Esta generación vive a la sombra de estos mitos y se siente más disminuido frente a estos padres tan protagonistas de la historia.
“Se ha creado una suerte de mito”.
-¿Qué costos tiene esto?
“Creo que todo será para bien…”
-Pero este restarse ha significado que la política chilena esté llena de dirigentes de la época de la UP todavía.
“Sí, pero hay algunos como Claudio Orrego, y ahora viene toda la nueva generación del movimiento estudiantil; Giorgio Jackson me parece el futuro”.
-Que deberá enfrentarse con Michelle Bachelet, que no es precisamente renovación.
“Para mí Bachelet nunca va a ser no renovación porque ella es mujer. Entiendo que se diga que la política no se ha renovado, pero para mí es mucho más lamentable que los medios o la televisión no lo hayan hecho, son más retrógrados que la política. En ella no hay nada para ver”.
- ¿Cómo explicas que te hayas desplegado sin prejuicios? Muchos de tu generación jamás habrían escrito en “El Mercurio”.
“Es que en ese minuto “El Mercurio” fue el único que abrió esa ventana con ZdC. Ahora, escribir en “The Clinic” no creo que te haga más progresista. Todo depende de la forma como atacas los puntos; he visto artículos menos reaccionarios en el Clinic. Y además, son los medios que hay.
“Los discursos dogmáticos no me hacen sentido, es tan obvio decir “El Mercurio miente”, creo que hay que aprender a odiar otras cosas no tan evidentes, a criticar por debajo más sutilmente. Echarle la culpa de todo a “El Mercurio” me parece tan predecible”.