En la película "Comer, amar, rezar", la protagonista Elizabeth Gilbert -interpretada por la actriz Julia Roberts- en el último tramo de su periplo, atraviesa un sinfín de obstáculos mentales y físicos antes de lograr ser en una meditadora.
Ahí se muestra que el practicar una técnica meditativa no es sólo cosa de cerrar los ojos y quedarse en silencio, esperando que algo trascendental ocurra. Sino que lo que tenga que ocurrir aparecerá a través de la perseverancia, disciplina y voluntad con que tomen las enseñanzas que la herramienta introspectiva entregue, pero también se necesitará de coraje para mirar y vaciarse de aquellos pensamientos repetitivos, ideas y creencias torturantes, culposas y dañinas que impiden ese estado Zen.
Pero, ¿qué es ser Zen en realidad? En concreto es practicar la gran sentada de los Budas, el Zazen. Una meditación que transmite la esencia del budismo.
El estado que se logra es algo parecido al nombre que se usa para describir a una persona tranquila o pacífica, zen. Pero, ¿se puede ser zen sin saber meditar?
Tal vez, pero lo que sí está claro es que se puede aprender la técnica sin ir a oriente, pasando un fin de semana de retiro, en silencio, meditación y autoconocimiento en la playa.
"Todas las semanas desde el jueves al lunes el Zendo Tunquén está abierto a recibir practicantes que deseen participar en un programa diario similar al de un monasterio Zen en Japón", cuenta el monje Zen Jikusan que dirige
este lugar.
Las jornadas parten a las 5:10 a.m. cuando suena la campana del despertar. Son cinco sesiones de meditación Zen de cuarenta minutos, cada una de las cuales se realiza durante el día. Además, se efectúan dos sesiones diarias de ejercicios físicos, que consisten en Taiso o ejercicios japoneses y yoga vespertino, que son ejercicios de rotaciones.
"Meditamos, tomamos desayuno, luego trabajamos en el huerto, jardinería, carpintería, para practicar lo que se desarrolla frente al muro, cocinando, cosechando luches, haciendo cosas. Siempre hay algo que hacer y lo que se logra que cada actividad que hagas sea una meditación en la acción", explica el monje chileno o Patricio Goycolea, un fotógrafo que después de ir a retratar un montasterio en Japón se quedó durante 10 años en esas lejanas tierras, hasta que decidió venirse a Chile a transmitir las enseñanzas.
El Zendo Tunquén fue precedido por el Zendo El Molle, que funcionó desde el 2001 hasta el 2008. Desde ambos espacios, Jikusan ha difundido la meditación Zen a muchos lugares en el país y en el extranjero, destacándose la práctica en establecimientos carcelarios y en poblaciones de escasos recursos.
La práctica Zen"Esta meditación consiste en sentarse sobre un cojín con las piernas cruzadas o loto, vuelto hacia la pared, las manos formando el mudra cósmico, la espalda recta, los ojos entrecerrados, el mentón recogido sin inclinar la cabeza hacia adelante, respiración abdominal y concentrándose en al 'hara', dos o tres dedos más abajo del ombligo", explica el monje Jikusan.
Eso es fácil. Lo que más cuesta, pero no es imposible, es hacer el trabajo superior, que consiste en dejar pasar toda la producción mental sin rechazarla, pero tampoco quedándose pegado en ella.
"El cuerpo quieto y la mente se va sosegando hasta el punto en que ambos caen. Encontramos nuestra esencia que es la misma que la de todas las cosas y todos los seres", detalla.
Es como volverse íntimo con uno mismo, para desde ahí, comprenderse, contenerse. Es que es esa conexión -comenta el monje chileno- la que da la comprensión de quienes somos y permite descubrir al mundo, las personas y las relaciones tal cual son.
"Ser Zen es saberse olvidar de uno mismo y, por tanto, poderse concentrar en una sola cosa. Hay que saber por qué se hacen las cosas y actuar después, sin duda ni arrepentimiento. No dudar, es también equilibrar el miedo y el valor. Ser Zen, es saber hacer silencio en el interior de uno mismo y descubrir así nuestra verdadera dimensión, que entonces aparece, como si las palabras la hubieran vuelto cautiva", escribe Sho Den en el
blog del Dojo Zen de Santiago.
El retiroEl mar estará frente a ti. Te acompañará el sonido de las olas, la brisa, la naturaleza y tú.
"Uno se sienta a un metro de una muralla lisa, blanca, y no hay distracción visual, en un ambiente de silencio, sin distracción auditiva, sin perfume. En ese espacio puedes desarrollar la habilidad de dejar pasar los pensamientos sin identificarte con ellos", comenta Jikusan.
El trabajo será duro pero gratificante cuando se van logrando pequeños resultados. Si uno se duerme puede pedir el "bastón del despertar". Y al llegar el momento de comer comida vegetariana, no se hablará. "Cuando comes, comes, cuando duermes, duermes", dice el monje.
Si te interesa asistir, debes inscribirte en el correo
elzendo@gmail.com y esperar la confirmación. Los grupos son pequeños, de entre cuatro a cinco personas por día, y en ningún caso más de 15 personas.
El costo por pasar un fin de semana Zen es un aporte voluntario que servirá para que El Zendo siga funcionando, expandiendo sus enseñanzas y realizando sus actividades gratuitas que están abiertas a todos.