Christian Zúñiga, El Mercurio.
“Ojalá el día tuviera 48 horas en vez de 24”, dice Aldo Duque, al llegar atrasado a esta entrevista, desde una audiencia. Incluso salió hoy sin su característico sombrero, esperando ser irreconocible y que las personas no lo pararan en la calle, para poder abocarse con más libertad a los cerca de 40 casos que, dice, ve simultáneamente. Para sorpresa de varios, tiene bastante cabello, por lo que su accesorio favorito no lo usa para ocultar algún tipo de calvicie.
Quien fuera el abogado de la Geisha y otros varios rostros de la TV, dice que cada mañana se levanta a eso de las 6 am para viajar hasta Los Andes, donde tiene gente que arriesga 40 años en prisión. “Me estoy descrestando para evitar que esos hombres paguen de por vida una condena que yo considero injusta”, asegura en el living de su departamento, en calle Santo Domingo, donde vive con su esposa, Karina, y sus dos hijos, Guillermo (23) y Felipe (13), y donde además, duerme un promedio de 4 horas diarias, sin quejarse.
“Yo me relajo trabajando”, comenta el actual candidato a Rey Guachaca, explicando que tanto amor por mantenerse ocupado se lo debe a su primer cliente conocido, Francisco Javier Errázuriz, “Fra Fra”.
“Mucha gente me dice que soy el abogado del diablo, porque he defendido a los que consideran malos; hasta al hijo de Pinochet he defendido. Lo que la gente no sabe es que en algún momento de mi vida, también defendí a un alto jefe del Frente Patriótico Manuel Rodríguez, porque cuando alguien me convence de su inocencia, dejo alma, corazón y vida por defenderlo, más allá de sus pensamientos políticos. Yo tengo una máxima: los malos, al final, no son tan malos y los buenos, no son tan buenos”.
Se saca la mugre, dice, por eso está medio dolido con las declaraciones que José Luis Bibbó hizo hace poco con respecto a su labor en el famoso caso del video de Mariana Merino, tema del que, cómo no, el conocido “abogado de la farándula” se hizo cargo. Según Joche, Duque dejó la investigación botada y usó la tragedia de la modelo trasandina solo para ganar pantalla. Tales declaraciones le rompieron el corazón al hombre del sombrero.
“Hoy es un día que he dedicado a evaluar mi permanencia en televisión. Estoy muy decepcionado por el medio; critican injustamente, infamemente, sin ningún fundamento, con tal de tener un espacio en televisión, asegurarse las luces y decir algo que genere polémica. Respecto a mí se han dicho muchas cosas. De las cuales, la inmensa mayoría son absolutamente falsas. El otro día, una persona se permitió decir ‘Aldo Duque, en este juicio, no vio absolutamente nada, porque se dedicó a la televisión’ (…) Eso duele. Da rabia que solo por armar polémica, intenten destruir años de trabajo y reputación profesional”.
-¡Pero ud. es el abogado de la farándula!
“Así es, y creo que ahora me voy a desperfilar. Pero hace un año hice un experimento en ‘Mentiras verdaderas’, donde opiné de diferentes temas de actualidad nacional, bajo mi prisma. Y eso a la gente le gustó. Sé que la farándula es un estigma que voy a llevar de por vida en mi frente y lo asumo”.
-¿Lo ve como algo negativo?
“Fíjese que hasta hace un tiempo lo veía como algo simpático, grato. Pero muchas veces por verme relacionado con la farándula, la gente pensó que yo era alguien frívolo, preocupado de las luces, y nada que ver con la realidad. Así que cuando alguien livianamente me acusa de que no me preocupo de los casos, da rabia y molesta. Entiendo que hoy me ubiquen con la farándula y sé que voy a morir con eso. Pero incuestionablemente, es un factor que me afecta”.
-En otras ocasiones ha dicho que la gente de farándula le parecía “una manga de borregos superficiales”, que funcionan bajo la sigla de “CPK, cama, poto y ‘kacha’”. ¿Hoy sigue pensando lo mismo?
“No retiro ninguna de las apreciaciones que he formulado, las reafirmo. Es un mundo absolutamente superficial, en que lo único que importa es lo que parece y no lo que es. Si bien la farándula me ha acogido cálidamente y me dio a conocer a la opinión pública, es un mundo que cansa”.
-Por un lado, ¿le está agradecido?
“Claro que sí, porque me he construido mediáticamente sobre la base de ese mundo. Ahora, que es un ‘CPK’, es un ‘CPK’ y se lo ratifico”.
Pero Aldo Duque sabe que más allá de la frivolidad de la que acusa al mundo de los rostros, él ha podido conocer a unos de los más polémicos en otro plano; uno más serio, el de los problemas judiciales, el de los juicios que se quieren ganar, con los miedos, rabias, o las esperanzas de los involucrados.
“En el estudio jurídico al personaje se le cae las caretas y llora, se quiebra, sufre. Yo lo veo en esos dos mundos, como si fuera una máquina que enciendes y apagas. Cuando se encienden las luces, se alza el interruptor y la máquina funciona con la sonrisa perfecta, la expresión dicharachera, el ingenio, la muchacha sexy, el hombre conquistador y la frase que tiene que golpear para competir con el que está en otro canal. Pero cuando apagan las luces, se detiene el motor y aparece el ser humano, el que se fuma un pucho, el que está preocupado por las cuentas pendientes, que tiene miedos, que no se puede poner cualquier ropa, si no, el del lado lo va a mirar en menos. Para ellos, el tema de la televisión es muy terrible, porque salir de ella, es estar muerto. No tener una portada es estar muerto. Que alguien no hable de ellos, es morir en vida”.
-¿Tuvo miedo de deslumbrarse y dejarse llevar por la farándula?
“Claro que sí. A veces tengo alma de polilla, y las luces me atraen. Pero para eso tengo a mi familia, me concentro en la gente que va a mi oficina y en los casos que veo en las cárceles. Así no pierdo contacto con la realidad. Además, no acepto todas las invitaciones que me hacen a los programas de televisión. Me han pedido que baile, que cante, hasta que vaya a un reality. Pero no quiero transformarse en un producto de consumo televisivo”.
Con todo, no puede negar la fama que le ha traído la pantalla, que es a tal nivel que su correo y su celular no para de recibir peticiones de gente que le pide que le solucione uno que otro problema judicial, que el abogado, asegura, intenta siempre buscarle una solución dentro de lo posible. Pero trabajar sin honorarios lo atrasa con los casos de los clientes que sí le pagan y, según explica, se termina desordenando con las cuentas. “Tengo la mala costumbre de comer y pagar el dividendo de este departamento, el colegio de mis hijos, esos delincuentes. Para peor son los dos hombres, ¡y cómo comen!”, comenta.
-¡Como condenados! ¿Por qué dice que son delincuentes?
“Porque son dos convictos peligrosos que están en libertad condicional. Ambos están condenados al amor de sus padres, a triunfar, a estudiar y a no pasar por lo mismo que yo, para lograr algo en la vida”.
-¿Por qué cosas pasó usted?
“Yo vengo de un hogar muy humilde, con piso de tierra, así que tuve que hacer muchos oficios para poder estudiar. Fui cargador en La Vega, vendí helados en las micros, y recogía botellas en las calles en un carrito. Yo era de esos que pasan gritando ‘¡Compro botella!’. Tenía 17 años, y con la plata que juntaba me comparaba libros. Obviamente, después entré a la universidad con beca”.
"¡Presta el gorro!", su look de los años 30
Aldo vivía en un zócalo con su señora en un comienzo, debajo de la casa de un cité. Allí, en una habitación reunían el comedor, la cocina, el baño, y en el entretecho, habilitaron su habitación, con la sola presencia de un colchón.
“Nuestro primer amoblado fue una caja de cartón, que era donde comíamos. ¡Así que cómo no voy a estar orgulloso! Yo nunca he ocultado que soy un hombre que viene de la pobreza, así que a mí no me la cuentan, porque la viví. Por eso estoy convencido que cuando hay voluntad, no hay membranas sociales que sean impermeables”.
El gran salto, dice, se lo pegó con Errázuriz. “Era mi ídolo, al que le debía todo, porque me acogió. Me llevó a trabajar con él a una oficina que tenía alfombra. Eso para mí ya era mucho. Por eso, siempre le voy a estar agradecido. Fue mi escuela de trabajo”.
-Una escuela trabajólica… ¿A qué hora se desconecta de todo esto?
“No lo hago. Hoy, por ejemplo, ha sido un día muy estresado; acabo de ir a dejar a la cárcel a un amigo por un tema tributario. El juez consideró que era un peligro para lo sociedad y lo metió preso. Sentí el golpe violento del dolor que es que un amigo, con el que has compartido la vida, esté en la cárcel. En Chile hay personas que porque pagan mal los impuestos van a la cárcel, y hay otros que se emborrachan, se suben a un auto y matan a gente inocente, y quedan en libertad. Esas son las cosas que hay que cambiar, y por eso estoy pensando seriamente trabajar en política”.
-¿En qué exactamente?
“Probablemente me va a ver a lo mejor postulando a un escaño de una Cámara. Si no es este año, el próximo. Me aburrí de ser un espectador de la realidad nacional. Quiero volcar toda mi experiencia de vida en una función pública”.
-Pero entre la farándula y la política, ¿no teme encontrarse con más puñaladas por la espalda?
“¿Ha visto algo más farandulero que la política chilena? No hay ninguna diferencia. Incluso creo que la farándula es más sana. Los faranduleros manejan plata privada. Los políticos, pública”.
-¿De dónde nace su estilo?
“Yo lo creé. Siempre me gustó el look de los años 30. Cada vez que veía películas de gánster, me encantaba el traje cruzado a rayas, la corbata oscura y un buen sombrero. ‘Este va a ser mi look’, dije. Me puse el sombrero y salí a la calle así. No le digo lo que me gritaban al comienzo, lo más suave, ‘¡presta el gorro!’. Eso sí, cuando quiero pasar de incógnito, me saco el sombrero y no me pescan ni en bajada. Creo que los estilos no son para seguirlos, son para imponerlos”.
-Muchos pensaban que usted era pelado.
“Tengo mucho pelo, gracias a Dios. Hay mucha gente que usa gorros para taparse la calvicie, pero yo tengo harto pelo de buena calidad”.
-¿Cuál es su vicio privado?
“Mi hobbie es la lectura, pero también me gusta la pintura chilena de principios del siglo XX, por el paisajismo de aquellos años, el estilo. Me relaja ver los paisajes, me hacen viajar”.