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Paulo Brunetti: El señor de las cuatro décadas

El argentino cumplirá 40 años este 2013 y pretende sacar la casa por la ventana, como una forma de celebrar las canas y arrugas que el paso del tiempo ha dejado en él, y los éxitos que ha cosechado en Chile, desde que llegó hace cinco años. “Las arrugas son sagradas. No hay nada mejor que una arruga”, asegura el actor de “Las Vega’s”.

16 de Abril de 2013 | 15:41 | Por Ángela Tapia. F., Emol
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Cristián Carvallo, El Mercurio.
“La vida me ha tratado bien”, dice complacido Paulo Brunetti (39). Hoy, a meses de celebrar sus cuarenta, el argentino asegura que el paso del tiempo le preocupa bien poco, y que sus logros profesionales le permiten recibir de buena gana sus cuatro décadas.

El hombre que personificara al romántico Gustavo, en “Soltera otra vez” (y que volverá con el personaje en “SOV 2”), se gana la atención, sobre todo de las mujeres, en “Las Vega’s”, donde interpreta a Javier, el padrastro de Lorena (Antonella Orsini). Mientras, el Twitter revienta de peticiones a la producción de la teleserie nocturna, para que pronto hagan de Paulo, uno más del grupo de vedettos que integran los actores Mario Horton, Cristián Arriagada, Cristián Campos y Álvaro Gómez. Paulo se ríe no más, y prefiere dejar en la incertidumbre si hará en algún momento su debut televisivo en el caño.

Lo está pasando bien en Chile. Desde que llegó en 2008, ha logrado montar varias obras con éxito en Santiago -el 6 de junio estrena en el Mori de Bellavista “Matar cansa”-, manteniendo así el éxito que traía desde Argentina, donde fue nominado como Mejor Actor Dramático, con “La gata sobre el tejado de zinc caliente”.

Fue con esa obra que llegó hace cinco años, que permitió que gente de Canal 13 lo viera en el escenario, y que hizo que lo llamaran para “Lola”. Después se presentó una oferta para “Sin anestesia”, “Mujeres de lujo”, “Infiltradas” y un etcétera que permitió que, sin darse cuenta, hizo que terminara viviendo en Chile.

“Llevo cinco años, pero hace dos que estoy pagando mi casa acá.  Ya tengo mi perrito (Gaspar), mi auto, y ganas de abrir una sala de teatro con otros amigos (Tiago Correa y Oscar Barney Finn). Estoy planificando un futuro acá porque Argentina está muy mal. Cada vez que voy, la paso bien con mis amigos, pero mal como ciudadano. Además, amo Santiago. Aquí he hecho muchos amigos con los que tiraré la casa por la ventana este año, para celebrar mis cuarenta”.

-¿Existe algún tipo de crisis previa a esta edad tan simbólica?
“Sí, me empezó el año pasado cuando Herbal (Abreu) me dijo que tenía que hacer un personaje de 42 años, padrastro de Antonella Orsini. Ahí me empezó la crisis, al pensar que de ahora en adelante me tocaría hacer roles de padres más grandes. Si en ‘Soltera otra vez’ tenía un hijo de 8 años, ahora era de 22. Era demasiado.
“Llegar a los 40 es entrar a la mitad de la vida, y es inevitable que rebobines para pensar qué es lo que has hecho bien y mal. Cuando chico, pensar en una persona de treinta y pico, era imaginarse un viejo, pero hoy, el viejo soy yo para muchos niños. La gente me dice ‘señor’. En la universidad, alumnos de treinta me dicen ‘profe’. Es fuerte”.

-¿Te pegó fuerte la crisis, entonces?
“No, tengo este rollo, pero no pasa de eso. Me han dicho que los 40 son la mejor etapa de la vida, aunque, por mí, volvería a la adolescencia o a la infancia, que fue extraordinaria. A veces uno se arrepiente de algunas cosas que se han hecho en la vida, que no volvería a repetir, pero siempre recuerdo una frase de Camus que dice Camus ‘que hombre sería si no hubiese sido el niño que fui". Soy feliz de lo que soy hoy, gracias a lo que he venido haciendo en el pasado”.

-Hablando de pasado, hace tres años contabas que las parejas no te duraban más de tres meses.
“En cuanto a convivir, sí. Pero el noviazgo es otra cosa. Hoy en día, con respecto a eso, estoy muy bien, aunque no me gusta hablar mucho. Uno en este medio está muy expuesto y la privacidad es algo que hay que mantener”.

-¿Los hombres se ponen más mañosos con la edad y los temas de pareja?
“Sí, aunque una cosa es estar casado y ya tener tu familia, y otra, formar una pareja, donde no hay nada obligado. La firma y los papeles te condicionan mucho y te estancan. Uno se pone más gordo, más viejo de golpe. Vienen los hijos -que bienvenidos sean-, pero la vida cambia. Lo noto en mis hermanos”.

-¿Están gordos?
“No, pero uno de ellos -que me va a matar si ve la nota- tiene dos años más que yo; se casó a los 25 y se separó a los tres años. Él maduró muy de golpe; se transformó en mi papá muy rápido. Yo trato de no meterme en eso. Aunque, ojo, que lo digo porque quizás no me ha llegado, pero creo que no se puede estar mejor de lo que estoy en este momento”.

-¿Y qué pasa con la vanidad al entrar a los 40?
“¡Nada! Mi papá, que tiene seis hijos, empezó con las canas a los 35. Hoy, con 66, tiene el pelo gris y se ve guapo. Si me tengo que teñir el pelo, va a ser para algún personaje, y no me tocaría la cara, porque creo que las arrugas son sagradas. No hay nada mejor que una arruga”.

-Hay que ser hombre para decirlo.
“Es que me parece un asesinato al cuerpo. No hay nada más tierno que ver en una pantalla gigante a una actriz o a un actor de 40 años para arriba, con sus arrugas y su pelo original. Cuando veo colegas que se hacen cosas, no los entiendo. Obviamente que el medio te lo pide. Llega un momento en que necesitan un actor de 45 años y para el rol tienen siete actores para elegir. Espero no tener que tomar ese tipo de decisiones”.

-¿No te da miedo envejecer?
“No. Siempre he pensado que mi abuelo era el ser más extraordinario de este planeta, y tengo cierta debilidad por los viejos; me llenan mucho. Por eso ayudo en una casa de viejos (Fundación Las Rosas). Me gusta su sabiduría, y encuentro terrible que hay muchos viejos solos y conscientes de que los han dejado ahí y no los visitan. Es muy fuerte. Otro punto complicado es ver personas de la generación de mis padres, que se le empiezan a morir los amigos. Eso debe ser terrible”.

Paulo odia decirle “viejo” o “vieja” a sus padres. Para él, no existe palabras más lindas que “papá” y “mamá”, nombres que suenan con más alegría cuando viaja a Puerto Madryn a visitarlos.

De hecho, este verano pasado se fue en auto, haciendo una travesía de 5 mil kilómetros (desde Santiago-Villarrica-Esquel-Puerto Madryn-Buenos Aires-Santiago) para estar con sus progenitores, sus seis hermanos y sus cinco sobrinos -uno más por nacer-. “Hoy tengo la posibilidad de que si siento que los extraño o los escucho mal por teléfono, me tomo un avión y me voy para allá”, comenta.

-¿Nunca cuestionas la idea de quedarte acá?
“No. Además, acá ya tengo tres hermanos adoptados, Bruno, Agustín y Manuel. Y aunque para mí, todo en la vida es la familia, los amigos, son los que me mantienen acá. Por ejemplo, Herval Abreu ya es un hermano para mí, más allá de lo profesional”.

-También te hiciste muy amigo de Marcelo Bielsa cuando vivía aquí.
“Sí, lo acompañaba a la cancha siempre que podía. Es una gran persona que extraño mucho. Hoy nos contactamos todo el tiempo por email y a veces, algún que otro llamado. Salíamos a comer a lugares donde no hubiera mucha gente, aunque, un día, me dijo un domingo que lo acompañara al Parque Arauco, en la tarde, a ver una exposición de electrónica. Fue una locura. Los hombres me pedían que les tomara una foto con Marcelo, y las mujeres –en esa época hacía ‘Mujeres de lujo’- que él les tomara una foto conmigo”.

-¿Se fue muy triste de acá?
“No, se fue enojado. Él esperó más de la gente. Hicieron mucho, pero él esperó más. En Argentina, tal vez, se vive distinto el fútbol, porque si allá hubiese pasado lo de acá, la gente hubiera ido al Obelisco o le habría prendido fuego a la casa de los responsables. Por eso, él pensó que la gente iba a hacer más cosas para pedir que se quedara. Pero ya es tarde. Todos me preguntan si va a volver, pero no. Marcelo no vuelve”.

-¿Cuál es tu vicio privado?
“La comida, aunque la llamaría ‘mi pecado culpable’. Me encanta comer en mi casa, afuera, los asados… Los hago con carbón porque acá es más complicado conseguir la leña. También me gusta el deporte; juego futbol, nado, hago tenis y también voy al gimnasio, pero porque me mandan del trabajo; lo detesto. Después, cuando llego a mi casa, me como un asado con papas”.
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