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Mujer engañada sale en defensa de los infieles

“No todos los que cometen adulterio son demonios, y no todos los que son fieles, son unos santos ni, incluso, buenas parejas”, dice, tras descubrir que su esposo tenía una segunda.

19 de Abril de 2013 | 15:24 | Emol
“El adulterio sucede en cualquier parte, a menudo y a cualquiera”, asegura, sin una pizca de duda, una mujer conocida por haber sido engañada por su marido, tras 20 años de relación, y por ella misma haber sido infiel durante ese mismo matrimonio.

Wendy Plump había conocido a Bill durante la universidad y a los dos años de comenzar a pololear, se casaron. Tuvieron dos hijos. Nada extraño para un matrimonio que tiene una linda casa en los suburbios de un típico barrio estadounidense, salvo, las frecuentes relaciones extramaritales que Wendy mantuvo -sobre todo al comienzo de estar casada- y algo más que un affair que Bill tuvo, y que dio paso a la separación.

Fue uno de sus propios amantes con una amiga cercana quienes le informaron, a 18 años de casada, que su esposo le era infiel. “Llegué hasta allá (la casa de la otra pareja de Bill) y vi frente a la ventana a una mujer con una guagua en sus brazos”, comentó Wendy, sobre el amargo momento en que se dio cuenta, no que su esposo la engañaba, sino que tenía un tercer hijo y que mantenía a esta otra familia apenas a minutos de distancia de su “casa oficial”.

“Pero el haber tenido affairs por mi cuenta, hizo más fácil que pudiera perdonarlo”, dijo la mujer, quien, efectivamente, trató de manejar bien las cosas con Bill, sin embargo, no pudo evitar ponerle fin a su matrimonio. Y como una forma de superar el impasse, decidió escribir un libro donde relata, entre la tristeza y la lujuria, sus aventuras fuera del matrimonio, el fin de éste, y reflexiona acerca del estigma que cae socialmente sobre el concepto de infidelidad.

“La monogamia es un desafío para muchos adultos. Era uno grande para mí y para mi marido”, comenta Plump en su blog, en el que promociona “Vow. A memoir of marriage”, publicado en febrero pasado. Allí agrega: “No todos los que cometen adulterio son demonios, y no todos los que son fieles, son unos santos ni, incluso, buenas parejas”.

“Hay mucho que sopesar en un compromiso que dura décadas- Están las promesas, las circunstancias que lo rodean, la belleza de la unión versus la inclinación natural hacia otros, la felicidad del matrimonio versus la felicidad que, sospechas, hay en otras partes”, escribe la autora, asegurando que es extremadamente raro que alguien comprometido no haya pensado en algún minuto de su relación, en la posibilidad de estar con otra persona, aunque esto no se concrete.

“Pero cuando sí pasa, ¿tiene que ser algo tan terrible? Habiendo pasado por los dos extremos del adulterio, creo que el divorcio es mucho peor que el recuperarse de un affair de la pareja. No digo que debiera haber más infidelidades, solo digo que debiera haber menos divorcios a causa de esto”, señaló.

Wendy deja en claro que su matrimonio con Bill jamás fue malo, al punto de haber tenido que refugiarse en los brazos de otro hombre, a modo de consuelo. Sin tapujos, deja claro que fue infiel porque quiso y porque considera que es parte de la naturaleza humana, tanto en hombres como en mujeres.

Sin embargo, en estos días, ya separada y con una nueva relación en marcha, asegura ser mujer de un solo hombre y saca sus conclusiones: “Hoy soy felizmente monógama. Pero no sé si esto es porque aprendí la ‘lección’ o simplemente porque estoy mayor y no siento la necesidad de toda esa pasión desenfrenada. De pasión, sí. Desenfrenada, no”.

“Creo que la diferencia es que ahora no me veo tentada por lo que veo afuera. Si veo un hombre guapo, simplemente pienso que es un hombre guapo; ya no pienso que debería tenerlo. Ésta es una gran diferencia y de hecho, un alivio el sentirse así”, señaló.

Junto con comentar que espera que su libro ayude a que se hable más del tema de la infidelidad -ya que considera que mientras más común sea, menos le costará a las personas superar el trauma-, concluye: “Sigo creyendo que el matrimonio es la mejor forma de llevar la vida (…) La institución es imperfecta, pero sigue siendo la manera más dulce de emprender el viaje”.
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