“No ando mirando si alguien me tiene o no envidia, ni ando compitiendo de manera desmedida. Para mí, trabajar y mi carrera es una prioridad, pero no es lo que me mueve en la vida. La hago feliz y me gusta crecer y aprender, pero lo que me mueve es mi familia, mis amigos y mis hijos. Son lo más importante de mi vida”.
-¿Cómo lo haces para no descuidarlos con tu trabajo?
“Me doy el tiempo, pero también, por lo difícil que es la profesión que elegí, sé que me tengo que sacar la mugre para que mi prioridad, que es mi familia, esté lo mejor posible. Por eso llego todos los días a las 11 y media de la noche, y aunque mis hijos ya están durmiendo, trato siempre de ir a dejar a la Valentina al jardín, estar un rato con el chico e ir a almorzar siempre. El fin de semana es a concho”.
-¿Cómo cambias el switch cuando todos los días hay una mala noticia que dar en televisión?
“Tengo una mirada bien pragmática frente a eso cuando se trata de política o tragedias. Lo único que me afecta es cuando veo una situación con algún niño, que por negligencia de los papás le pasó algo. Por ejemplo, el otro día un papá en Italia salió a dejar a su hijo de dos años al jardín, como todas las mañanas, antes de irse a la oficina. Pero algo pasó por su cabeza que se le olvidó dejar al niño y se fue al trabajo, dejándolo adentro del auto por ocho horas. El niño murió, así que cuando llegué a mi casa dije ‘negra, pasó esto. Ojo, que no nos vaya a pasar”. Nadie está libre”.
-¿Cómo es ser papá en los tiempos actuales?
“Difícil. Era más fácil antes, cuando los papás no hacían nada (ríe). Hoy hacen de todo. Pero estoy recién aprendiendo y me encanta. Estoy fascinado con mis hijos, porque siento cosas que no sabía que existían, un amor muy distinto a todos los demás, que va amarrado de preocupación y de sobreprotección. Son tan chiquititos y frágiles, pero te iluminan el día”.
-Dices que ahora es más difícil…
“Sí, porque hay que prestar mucha ropa. Además que ahora las mujeres exigen más. Uno lo hace también, porque los tiempos han cambiado y uno entiende que hay que participar en muchos aspectos. Es lo más justo, porque mi mujer también trabaja, también está cansada y quiere dormir.
“Es tentador volver a los viejos tiempos (ríe), pero me gusta más a cómo está ahora, porque uno conoce más a los hijos”.
-Se habla mucho de la mamá multitarea, la que tiene que estar en todas –trabajo, hogar, niños-, ¿pasa eso con el padre de hoy?
“Lógico, aunque la madre se lleva todavía una carga muy grande. ¿Sabes lo que pasa? El verdadero matrimonio parte cuando uno tiene un hijo, porque antes es solo un maravilloso pololeo puertas adentro. Te vas a la playa cuando quieres, vas a comer afuera, te quedas acostado todo el domingo para descansar… Hay panoramas por doquier y tu única preocupación es pagar las cuentas a fin de mes. Casarse es lo más entretenido que hay. El tema es que cuando nace el primer niño, comienza el matrimonio”.
-¿Tanto así?
“Sí, porque la mujer se pega un salto que la cambia del cielo a la tierra, se pega una madurada en el sentido de la responsabilidad, la urgencia en el hogar y una serie de cosas que el hombre, en términos de madurez, no llega al mismo nivel”.
-¿Lo dices porque biológicamente no están hechos para eso? ¡Qué cómodo!
“Pero es que no entiendo por qué las mujeres siempre tienen la tentación de tratar de igualarse en todo con el hombre, cuando no son iguales. Están conceptualmente, antropológicamente, psicológicamente y filosóficamente hechos distintos”.
-Explícate.
“La mujer tiene un nexo con la maternidad y una maduración –que tal vez tengan que ver con los cambios hormonales al ser madres-, que el hombre no tiene, sobre todo al comienzo. Llámale parto o lactancia, pero son cosas que el hombre no tiene cómo experimentar. Después la empieza a pillar, pero muy de a poco. Es mientras eso sucede, que se generan los primeros cambios y se tiene que reordenar la familia, viendo cómo ambos van a enfrentar la paternidad”.
“Ahí es cuando la mujer asume una carga mayor que la del hombre. Además, -y esto lo tengo bien estudiado- uno dice ‘voy a vestir al niño’, e inevitablemente te dicen que le pongas esto y esto otro. Uno lo viste, pero llega la mujer, lo mira, y dice ‘está muy abrigado’, ‘está poco abrigado’, ‘esa no es la polerita del domingo’, y lo vuelve a vestir. Al final, no solamente por culpa de que el hombre no colaboramos lo suficiente, sino que tal vez la mujer no lo quiere así”.
-Pobres hombres…
“Pero lógico. Ella se siente más responsable que nadie frente a un hijo. Es una cuestión en la que he pensado mucho, así que tengo mis propias conclusiones respecto a ese mundillo. La mujer necesita tener el control para que las cosas funcionen bien”.
-¿Cuál es tu vicio privado?
“Me hice un huerto de 30 metros cuadrados. Yo piqué la tierra, hice el cerco, puse trampas para los conejos… Ahí tengo lechuga, cebolla, ají, espinacas y voy a seguir agrandando mi granjita. Es que me encanta cocinar; no el tallarín con salsa, mis especialidades son las carnes, pescados y mariscos. Cocinar al fuego, poner la radio con un vaso de cerveza es una terapia para mí”.