Ser buenos padres es la máxima que cualquier papá o mamá se plantea a la hora de serlo. Sin embargo, con la rutina de la vida diaria, el trabajo, los conflictos y la relación de pareja, a veces se traspapela ese gran objetivo.
Es como que la neura, la rabia y el no tener tiempo, nublaran y confundieran las sanas intenciones de no contaminar a nuestros hijos con los problemas propios. Pero también, está el caso que los papás buscan satisfacer sus propias necesidades y no la de los niños, según comenta la psicóloga Maribel Corcuera (
www.psicologainfantilsos.cl)
“Creo que para ser un buen padre tienes que estar presente, sintonizado con tus hijos y definir el estilo de crianza que vas a adoptar para que no sea una improvisación diaria”, afirma.
En ese sentido, promueve que los cuidadores, papá y mamá deben estar alineados, creer y pensar lo mismo. “Los niños entran en crisis cuando los padres no están de acuerdo entre ellos, porque con mensajes claros, leyes, normas y límites los hijos saben cómo actuar y cómo salirse de sus normas”, dice Corcuera.
Una visión complementaria es la que entrega la psicóloga infantil Natalia Córdova (
natalia.cordova@gmail.com ), quien dice que es momento de restituir la gracia, lo sagrado, lo bello de la crianza que es acompañar a un ser humano en su desarrollo.
“Hay que devolverle el valor a la paternidad, el privilegio que es ser padre, que muchas veces se ve opacada por el exitismo laboral, y comprender que construir vínculos con los hijos, y de paso con las personas de tu alrededor. Ese es un propósito sumamente poderoso en sí mismo que engrandece la vida”, opina.
Entonces, agrega, que desde esa conexión es que los consejos pueden caer en sustrato fértil, si no cada propuesta se puede desvirtuar, porque no todos necesitamos lo mismo y no hay aplicaciones de libro. Todo requiere la incorporación desde la personalización.
“La crianza es una tarea ardua, que puede ser el mayor camino de desarrollo personal si lo motivamos desde el amor hacia nuestros hijos. Buen padre es la persona que continuamente se desarrolla como ser humano para entregar lo mejor para el crecimiento de sus hijos y no es, necesariamente, quien hace todo ‘correcto’, eso no existe”, añade.
En ese sentido, afirma que nadie nace sabiendo ser padre porque tener un hijo no te convierte en padre y que sólo cuando uno se pone al servicio de este otro vulnerable, entonces se puede comenzar a incorporar recursos.
“Buen padre es quién sabe que ésta es una tarea siempre en aprendizaje, quien habla con amigos, familiares profesionales para aprender cada día a ser mejor padre”, anima.
Desde ahí, Natalia Córdova, aconseja incorporar técnicas, habilidades y consejos.
Los principios1.- Presencia: “Saber que estás disponible para el niño. Esto no significa que estés todo el tiempo sino que más vale la calidad que la cantidad. Hay quienes están todo el día pero no hay sintonía ni conexión entre ellos, los niños necesitan saber que los padres son accesibles”, dice Maribel Corcuera. Pero, añade la psicóloga Mónica Córdova, lo primordial es conectarse desde el goce de estar presente para el ser humano que se está desarrollando frente a tus ojos.
2.- Establecer rutinas: “Es bueno para ellos, porque logran predecir lo que va a pasar. Sirve también para que como padres, logres detectar lo que le está pasando cuando reacciona diferente a una rutina y además, hace que los niños estén más tranquilos. De ahí, las rutinas, los hábitos, las normas y los límites”, apunta Corcuera. Pero es aún más trascendental la filosofía que esté detrás. “Debemos concentrar nuestra atención en considerar lo positivo, mucho antes que surja el problema. Dedicarnos a reforzar lo que están haciendo bien en vez de castigar sus errores e indisciplinas. Reflexionar en cuáles con los valores y hábitos que queremos ver en nuestros niños, y dedicarnos a incentivarlos una y otra y otra vez”, añade Natalia Córdova.
3.- Dar confianzas: Va a depender de la edad que tengo. “Cuando son chicos, tú estás ahí donde se habla, comparte en forma constante, para que cuando sean grandes te cuente lo que la pasa. Que las conversaciones no sean un interrogatorio, que sea mutuo, un diálogo”, acota la psicóloga Corcuera.
4.- Enseñar con ejemplo: “Hay una trampa, que dice que hay que practicar para predicar, pero también ellos tienen que entender que los adultos tienen beneficios, esto en conductas cotidianas, pero en los valores ahí sí cabe el ser un ejemplo vivo, donde la colaboración y coherencia forman parte de este principio”, añade Maribel Corcuera.
5.- Expresar sentimientos: “Las emociones se van desarrollando y aprendiendo a lo largo de la vida, no nace con emociones claras. Lo que importa es enseñarles reconociendo las emociones cuando van apareciendo en forma diaria, diciéndole cuando se ve que tiene pena, alegre o rabioso”, enseñan las especialistas. Además, dicen que no hay que negar las emociones frente a los niños, porque desde pequeños saben detectar y leer los registros faciales y corporales de las emociones pero no lo saben explicar. Si no, les creas una desconexión entre lo emocional y cognitivo, entre lo que veo y siento.
6.- Ser consciente: “Planear lo que quiero en la vida a partir de qué queremos para ellos, para pedírselo después. La conciencia es amplia, de mi mismo, los otros y está relacionada con mi desarrollo cognitivo y emocional. Puedes estimularlo, pero no sobre estimularlo y hacerlo desde bebés, nombrar las cosas que ven porque no porque sean guaguas no entienden. Pero sobre todo, reconocer la capacidad de los hijos. No todos son hechos lumbreras pero cada uno tiene áreas de desarrollo particulares que son valiosas”, recomiendan las psicólogas.
7.- Aprender a escuchar: “Es una habilidad sumamente necesaria y que nos falla no solo con los niños. Es más difícil porque su comunicación es mucho más no verbal que verbal. Debemos aprender a comunicarnos adecuadamente con ellos. Retomar el dominio de lo corporal. Es importante aprender a escuchar sus gestos, estados de ánimo y emociones, todo lo que es no verbal. Y comunicarnos no desde el sermón sino desde los espacios físicos de la unión, comprensión y contención”, puntualiza Mónica Córdova.