Trufas blancas de Alba; caviar de esturión Beluga albino del Mar Caspio; sopa de tiras de nido del pájaro vencejo; nuez Macadamia; hongos Matsutake; wagyú de la isla de Kobe, Japón… Seis de las comidas más sofisticadas, exóticas y caras del planeta pueden enloquecer a muchos y mover el suculento mercado del lujo donde millonarios o personajes de eternas dinastías o sangre azul acaparan portadas y páginas sociales.
Puede que con muchos de estos productos se preparen unos tremendos (y onerosos) manjares, dignos de más de una estrella Michelin o mención en la prestigiosa Guía San Pellegrino. Pero, con la mano en el corazón, ¿con qué disfrutamos más? ¿Con una de estas exquisiteces o con un sencillo puré con huevo?
La pregunta puede parecer un poco pueril pero en el fondo es una invitación a reflexionar. Muchas veces por querer ser más sofisticados nos olvidamos de las cosas simples quepueden llegar a ser tanto o más sabrosas que aquellas cuyos unos gramos cuestan la friolera de miles de dólares.
Pero también nos invita a reflexionar acerca de por qué ciertos productos alcanzan precios tan exorbitantes. No sólo hay moda en muchos de ellos. A veces porque su producción es muy limitada y el sabor es casi adictivo; porque conllevan historias magníficas o porque son parte de cierta mitología milenaria. En nuestro caso (el chileno) tal vez sea la centolla el único alimento que puede generar reacciones tan viscerales o precios prohibitivos para una mayoría. Y asimismo, ¿cuánto mejor sabe una centolla que una jaiba o un camarón de río?
A mi parecer tenemos que buscar un equilibrio. En mi caso, un plato con trufas está dentro de lo más sabroso del planeta. Pero también puede serlo un tomate orgánico, con sabor y olor a tomate, rojo, carnoso e intenso, como los de antes, mucho antes que aparecieran los terribles “larga vida”. Todo en su justa medida, la idea es gozar. Con lo poco y bueno; con lo sofisticado y efímero.
Es una invitación también a ponerle un poco de tinca a las cosas sencillas que uno puede preparar. No es lo mismo un plato de lentejas hechas a la rápida, sólo con agua y sal que las mismas pero hechas con un buen sofrito con cebolla morada, hojas de apio y zanahoria cortadas finas más tocino, trozos de longaniza artesanal, un toque de pulpa de tomate en lata (sin pepas) y un buen codazo de vino blanco.
Un abrazo a todos, Daniel Galaz, chef ejecutivo
OX Restaurant.