La mayoría de los bebés no son amados en la medida de sus expectativas. Así lo sostiene la terapeuta argentina
Laura Gutman, quien agrega que mientras más distancia hay entre esas expectativas y lo nombrado por la madre, más distorsionada será la obra que de adulto ese bebé representará.
Laura Gutman se hizo conocida en Chile el año pasado cuando se publicó uno de sus libros best sellers, “El poder del discurso materno”. Sin embargo, en su país es la psicóloga a la que recurren las madres en problemas.
De visita en Santiago para lanzar una nueva campaña de Dove sobre mujeres reales y autoestima, sostuvo con claridad que no amarse suficiente no es un problema sólo de las mujeres, sino que también de los varones. El tema es que ellas se centran en la belleza y ellos en el éxito profesional.
“Crecemos y nos amamos a través de las palabras de nuestra madre; nuestro discurso es el discurso oficial de nuestra madre, es su guión”, sostuvo.
Y añadió que los niños no tienen que hacer nada para ser amados o ser más amados porque todo depende de la capacidad de amar que tenga o no la madre y ésta, de la que tuvo su madre, es decir, la abuela de ese niño.
Defensora del apego en la crianza, Gutman se formó en París, donde algunos de sus mentores fueron la psicoanalista Francoise Dolto y el obstetra Michel Odent, defensor del parto natural. Madre de dos hijos, cree firmemente en la intuición materna.
- Quiénes enfrentan la maternidad lo hacen con dudas de si lo harán bien. ¿Cuál es la mejor respuesta que se les puede dar a esas madres?“En primer lugar, nadie puede dar respuestas a una madre. En todo caso, algunas personas podremos ofrecer nuevas preguntas para que cada madre se cuestione a sí misma y busque en su ser interior. También podemos ofrecer compañía, apoyo, sostén y cariño”.
- A partir de tus escritos, el instinto materno, sólo se da una vez que el hijo ha nacido y puede que no surja. ¿No es válida la pregunta de las mujeres de si tienen o no instinto maternal antes de vivir la experiencia?“El instinto materno surge en el momento en que una madre pare (no antes) y siente apego por el niño. Eso es instintivo, es decir, es algo que nos pasa espontáneamente a todos los que pertenecemos a la misma especie (de humanos, en este caso). La vivencia de “no instinto”, “no amor” o “no ganas” de estar con el bebe, aparece como consecuencia del maltrato en el parto.
“Ese maltrato es una constante en todas las salas de parto. Luego, nos encontramos inmediatamente con el bebe. Comprendemos intelectualmente que es nuestro hijo, pero no lo “sentimos” como algo propio. Desde el punto de vista del bebe, esto es una catástrofe. Pero las mujeres no nos damos cuenta que ya hacemos parte de una experiencia desnaturalizada: amenazadas, pinchadas, cortadas, apuradas, anestesiadas. Imposible que el instinto materno se pueda desplegar en ese escenario. Sólo se despliega nuestro propio instinto de supervivencia”.
- ¿Hoy la maternidad está sobreexigida por el ideal de la presencia/ausencia?“No lo creo. Eso es un cúmulo de discursos engañados y de interpretaciones que todos compartimos. No hay ninguna exigencia de presencia/ausencia. Lo que hay, son historias afectivas dolorosísimas, infancias crueles, desamparantes y tristes. Niñas que hemos crecido y hemos devenido adultas y luego madres. Madres sin recursos emocionales suficientes para amar a un niño”.
- ¿Crees que las mujeres, de verdad, han abandono el ideal de la perfección en la maternidad?
“No importan los ideales, porque son construcciones “externas”. Lo que importa -si vamos a hablar de los vínculos entre madres e hijos- es la conciencia que asumamos sobre nuestras realidad emocionales y la valentía de comprender cómo operan en nuestras relaciones afectivas actuales”.
- Tu libro ‘El poder del discurso materno’ habla de cómo las madres les imponen a sus hijos sus proyecciones. ¿Hay forma de liberarse de él antes de transmitirlo? ¿Los hijos se van a liberar de él?“Sí, claro. Desde mi punto de vista, la forma es indagando en nuestro interior, recorriendo un arduo camino para entrar en contacto con la propia sombra, revisando todo aquello que nos pertenece y que no queremos asumir, siendo capaces de confrontar con nuestros demonios, comprendiendo la totalidad de nuestros escenarios, para compadecernos de la niña que hemos sido y luego ser capaces de compadecer al prójimo. Sólo entonces lograremos mirar al niño y reconocer quien es, en lugar de esperar que el niño sea reflejo de nuestras expectativas o anhelos proyectados”.
- Las madres buscan en un sinnúmero de libros fórmulas de crianza. ¿Pierden el tiempo en ello?
“Cada una puede hacer lo que quiera. En la medida que un libro, una guía, un maestro, una canción, un rezo, una meditación o una propuesta, encajen en nuestro corazón, supongo que eso servirá. Será una puerta abierta y una invitación a entrar en contacto con el sí mismo profundo. El problema es cuando usamos los libros o los maestros para buscar recetas externas”.
- ¿Las madres enfrentan hoy la maternidad con más miedo que sus progenitoras?“A mí me resulta difícil opinar sobre generalidades. ¿qué madres? ¿qué progenitoras? Una cosa es lo que a nuestras madres les pasó (que nunca lo sabremos), y otra cosa es lo que ellas dijeron que les pasó. Hay tanto engaño, tanta interpretación…que es difícil compararnos entre unas y otras”.
- Hoy el padre tiene mayor presencia en la crianza temprana. ¿De verdad las mujeres necesitan de ello? ¿O el espacio madre-hijo debe mantenerlo ajeno?“Depende de cada acuerdo de pareja. Nada “debe” ser de una determinada manera. Lo ideal es que cada individuo (o cada pareja, en todo caso) encuentren un modo saludable y relativamente armonioso para vivir. En algunas parejas -según las personalidades, intereses, capacidades o acuerdos- hay varones más “metidos” en el vínculo con los hijos pequeños que otros. Habrá que evaluar desde el punto de vista del bebe. Miremos qué es lo que el niño necesita, qué reclama, qué pide. Y tomemos decisiones en función de ello”.