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Germán Schiessler: De la casa al altar

El periodista de “3x3” y “Bienvenidos”, se casó hace unos meses –después de 6 años de pololeo-, dejando atrás la comodidad del hogar de los padres, para enfrentar el desafío de la vida conyugal. “Aunque soy chico, recién con 30 años, estoy madurando”, asegura el hombre que despierta al país desde Canal 13.

26 de Julio de 2013 | 10:31 | Por Ángela Tapia. F., Emol
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Mauricio Pérez, El Mercurio.

Su esposa le dice que es un mamón. El periodista Germán Schiessler no tiene problema en admitir, entre risas, que su señora -con la que se casó hace 8 meses-, le dice en su cara que es un hijito de mamá. Tal vez la poca vergüenza que le da decirlo es que sabe que tan así no es.

El hombre es un sacrificado. No por nada lleva desde principios de mayo despertando a todo Chile desde Canal 13, cuando tomó el mando de “3x3” luego de que Eduardo de la Iglesia se fuera a buscar otros rumbos.

A eso de las 4 y media le suena el despertador para irse a trabajar, y después de un milagroso maquillaje que no deje rastros del sueño, parte con el espacio ultra matutino, para luego seguir con el tiempo en Teletrece AM y sus despachos en “Bienvenidos”.

“Llevo poco levantándome a esa hora, pero creo que va a llegar un momento en que me va a pasar la cuenta con las ojeras”, dice Schiessler a eso de las 8 de la noche, después de una breve siesta.

-¿Antes de irse, Eduardo de la Iglesia te dio algún consejo?
“Me metió un poco de miedo. Me dijo: ‘yo partí flaco, y mira cómo estoy ahora, con 10 kilos de más.  Te va a cambiar el metabolismo, vas a tomar desayuno dos veces al día; a veces te vas a despertar pateando la perra, pero se puede. Si eres organizado, se puede”.

-¿Lo has sido?
“Yo creo que sí. Claro, a veces me gustaría hacer más cosas durante el día, pero no hay tiempo no para leer tan seguido como quisiera. Me  gustaría hacer deporte, ver más a mis amigos… Lo que no quiero es vivir en pos del trabajo, porque no es todo mi mundo y porque no me veo toda mi vida en la televisión. A los 40 años me gustaría estar en otra cosa, nada que ver. Me gusta mi trabajo, pero la televisión es un mundo tan frío, cruel, y lleno de envidias, que nunca me he sentido muy cómodo ahí. Es solo el lugar donde trabajo”.

-¿Y dónde está tu mundo?
“Con mis amigos, mi familia, mi señora. Entre esa gente es donde puedo ser yo, arrancarme a la playa o partir en bicicleta a recorrer la ciudad, el San Cristóbal. Ahí y con ellos soy auténtico”.

-¿Cómo compaginas tu horario con el de tu flamante y casi estrenada esposa?
“Por ahora no nos ha costado tanto, porque los dos estamos con mucho trabajo; ella es ingeniera comercial, no tiene nada que ver con los medios. Pero claro, me tengo que levantar sin hacer ruido, porque ella se despierta tres horas después que yo, y tengo que aprovechar mucho los fines de semana para estar juntos. Ahí aprovechamos de arrancarnos a algún lado”.

-Te casaste hace muy poco...
“Sí, aunque soy chico, recién con 30 años, estoy madurando, y el año pasado me cambió la vida. Yo viví con mis papás hasta que me casé. Sí, pasé de la casa al altar. Así que ahora todo es nuevo. Llego a la casa y tengo que hacer la cama, cocinar”.

-¿Te resulta bien eso?
“He estado aprendiendo. De los huevos fritos he pasado al pollo a la naranja. En la cocina tienes que jugar y atreverte a crear tus propias recetas: depende todo del cariño que le pongas. No soy experto pero he tenido que aprender a cocinar algo más que una hamburguesa.
“Principalmente, el mayor cambio que he tenido es el tema de vivir en pareja, en tu casa, con tu orden –o desorden- y el hecho de que tienes que hacer todo ahora, botar la basura en la calle…”.

-Dices que eres  muy chico. ¿Qué hacías casándote, entonces?
“Es que llevaba mucho tiempo pololeando y es un paso que creo que hay que dar cuando ya llevas más de 6 años pololeando, por más que el matrimonio sea solo un contrato en el Registro Civil. O nos íbamos a vivir juntos o nos casábamos, y decidimos casarnos. Yo soy muy correcto (ríe)”.

-¿Y qué tal la convivencia?
“No hemos tenido problemas en eso. Nos conocemos desde siempre, desde chicos. Nuestras familias se conocían y tenemos fotos juntos a los cinco años. Veraneábamos juntos y era típico que sus papás y los míos se juntaban, y ahí nos veíamos”.

-Hasta que te empezó a gustar…
“Claro. Ya más grande, surgió todo. Empezamos a pololear a los 23. Le pedí pololeo al aire libre, en una montaña”.

-¡Qué linda historia! Pero, ¿por qué te dice que eres mamón?
“Siempre me tira tallas con eso. Me dice: ‘todo porque la mamá se lo hacía así’ o ‘¡reclámale a tu mamá!’. No es que yo le saque a mi madre, jamás la he comparado ni nada. Son tallas que me tira para decirme ‘mamón’, no más”.

-¿Y tú te consideras mamón?
“No, regalón (ríe). Me gusta que me inviten a comer una rica cazuela o a tomar once. Yo soy bien de familia, y a veces voy a visitar a mis abuelos y me hacen humitas, pastel de choclo”.

-¿Cuál es tu vicio privado?
“No sé por qué, pero me he puesto más maniático con que los billetes estén ordenados en la billetera, los de mil, cinco, diez…”.

-Eso pasa cuando empiezas a manejar más plata…
“(Ríe) No, para nada”.


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