En esos absurdos de la vida, se encontró llorando, asustada, encerrada en el baño de su departamento, mientras que él gritaba desaforado en el dormitorio. Y entonces comprendió que todo estaba trastocado, que era víctima de violencia psicológica y que no tenía por qué estar escondida, temblando, en su propio hogar, mientras el abusador explotaba toda su furia.
El libro de
María Paz Cuevas -periodista en varios medios y profesora universitaria- más conocida como
Pepa Valenzuela, es desgarrador; es un viaje desde el maltrato emocional a la sanación.
Por eso es una luz para aquellas que intuyen que algo no está bien en su relación y que pueden reconocerse en algún pasaje. Es “una caricia para quienes sufren o han sufrido maltrato”, dice Pepa, pero también es un libro sobre el dolor, la soledad, la búsqueda de uno mismo y de su lugar en el mundo.
Nunca se imaginó escribiendo de este tema desde su experiencia, aunque como escritora había abordado muchas veces artículos sobre derechos humanos, incluidos la violencia intrafamiliar. Y quizás por eso, resolvió abrir y exponer su intimidad. “Como periodista tengo la convicción de que si he entrado en tantas vidas ajenas, entrevistando muchas mujeres, por qué no revelar la mía”, dice.
Pepa reconoce que, al principio, sintió mucha vergüenza por lo que había experimentado, pero después comprendió que muchas personas han sufrido lo mismo que ella o cosas peores, que muchos han sido manipulados o maltratados, por lo que no tenía de qué avergonzarse.
Aclara que el libro, más que buscar impulsar que las mujeres dejen a su maltratador, pretende que las que se sientan reconocidas puedan sentirse apañada. “Si a alguna le hace click algo, me siento absolutamente pagada”, agrega.
“Yo, que me creía súper periodista, súper independiente, viví esto, lo pasé mal y me pude poner de pie de nuevo. Tenía como finalidad compartir algo, tanto el por qué caí en esa relación, como la forma en que uno puede reconstruir su autoestima”.
El libro
-"Un lugar en el tierra"- se publica justo cuando el Sernam da a conocer una encuesta que señala que 3 de cada 10 chilenas han sufrido algún tipo de violencia por parte de sus parejas.
-En la primera página del libro dices que vas a mantener el anonimato del agresor porque no quieres hacer daño a quien hizo daño. ¿Por qué protegerlo?“En ningún momento, mientras escribía el libro pensaba en él, porque él no va cambiar”.
-Pero debiste sentir rabia. ¿Por qué no exponerlo y prevenir a otras mujeres?“La rabia es parte del trayecto; primero pasé por la pena y el terror, lloraba todos los días; después por la rabia, me cuestionaba porque sentía rabia conmigo por haberlo permitido y haberlo dejado ir en total impunidad.
“El que otras no caigan en sus manos es un objetivo mínimo; es mucho más potente mostrar la historia y dejar que cada una reconozca los patrones de estos sujetos porque eso sí puede prevenir”.
-Has hecho terapia y esto lo has analizado mucho, pero ¿por qué una mujer con tus capacidades se enreda en una relación tóxica?“Porque esto no tiene nada que ver con tus capacidades intelectuales. Tenía muchas certezas sobre mí en lo profesional, pero en lo personal y espiritual estaba muy dejada de lado. Vivimos en un mundo concentrado en rendir y éxito, pero nadie me habló de que tenía que cuidarme, disfrutar de la vida; no tenía herramientas en lo emocional que me permitieran prevenir una relación tóxica”.
-Habías indagado en maltrato, en femicidio. ¿Todo eso que ya sabías no fue suficiente para que prendieras las alarmas y reconocieras al personaje?
“Sí, eso me ayudó a reconocerlo rápido. Estuve 9 meses en la relación, de los cuales los últimos 3 vivió conmigo y ahí me di cuenta que era maltratador. Antes nunca dio señas, así que dentro de todo creo que lo identifique rápido. Independiente de que haya tenido las claves para detectarlo mi corazón no estaba tan prevenido y me pilló volando bajo, con la autoestima baja, con pena porque no había armado familia”.
-No hay receta, pero ¿cuál es la primera señal del maltrato?“El grito, el garabato; es aquella persona que empieza a repetir la conducta de faltas de respeto, de descalificaciones, de rabias que no tienen razón de ser, que son desproporcionadas. Al principio pensaba que era parte de su personalidad, además de que él me embolinaba la perdiz diciéndome que tenía mañas y en este país creemos que los hombres tienen licencia para echar un garabato”.
-Con todo lo vivido y estudiado, ¿dónde está el origen del maltrato?
“Creo que hay cuestiones sociales que lo provocan y acentúan. Uno, el machismo cultural que avala cierto tipo de conducta agresiva del hombre y que nosotras tengamos que ceder y aguantar. Segundo, el tema del éxito, que hace que las personas dejen de lado la parte humana y por lo que ellos no controlan sus emociones, van castrados por la vida y todo explota como ira”.
-Es una excusa que el maltrato es una enfermedad.
“Son personas que tienen un problema que se origina en varias cosas, como la historia personal. No sé si llamarlos enfermos, pero claramente es un problema de personalidad que hay que trabajar”.
-Tú no recibiste ni un golpe, ¿nos hemos centrado tanto en el maltrato físico, que dejamos en segundo plano o desoyemos el psicológico?
“Absolutamente, pero la violencia psicológica es mucho más masiva de lo que uno se imagina porque está más permitida, es más sutil, más silenciosa y cuesta más reconocerla. En el golpe tienes la evidencia física, pero la violencia psicológica no la deja”.
-Dices ‘se le permite más’, ¿será que se le perdona más?
“No, lo que pasa es que está más naturalizada, se piensa que son conductas que son normales, sobre todo en esta sociedad que está tan agresiva. Todos dicen que el que boxea a su mujer es un maricón, pero la psicológica es puertas adentro y cuando él sale al mundo es un tipo encantador.
“Son muy hábiles, el físico es un tipo arrebatado, el psicológico sabe que con su boca te puede demoler y eso es lo perverso. Esto te va devastando de manera invisible para su víctima y su entorno”.
-Hablas de manipulación. ¿Debe ser muy difícil reconocerse manipulado si se está en esa situación?“Sí, diría que hasta dos semanas antes de terminar con él todavía creía que las cosas que me decía podían ser ciertas, que todo era culpa mía y que me lo merecía. Uno no aguanta tanto por amor, sino porque te tienen dada vuelta la cabeza”.
-Quizás lo más demoledor de todo es que una se siente responsable, culpable, de lo que le está pasando.“Es que en parte eres responsable y parte del camino de recuperarte es asumir tu parte de la culpa. Eres la culpable de exponerte a hombres que te hacen daño, de permitirlo. Por otro lado, cuando uno logra mirar desde afuera, se da cuenta que la culpa que se siente es parte de la manipulación”.
-¿El mayor engaño es que uno cree que puede redimir a estos personajes? ¿Tú creías que lo podías cambiar?“Las personas cambian, pero poco, sobre todo un agresor. Tras escribir el libro mi editora de la revista Ya me mandó a reportear agresores en rehabilitación, lo que fue muy duro porque pensé que los iba a odiar. Habían algunos que estaban en terapia por orden del juez y no tenían ni una conciencia, pero había otros voluntariamente porque se dieron cuenta que habían perdido todo. Los agresores creen que eso está permitido, que es normal tratar así a sus mujeres porque probablemente así lo hizo su papá con su mamá”.
-¿En esa situación hay que oír al círculo cercano que está prendiendo las alarmas?“Tuve varias señales, pero ellos no sabían lo que me pasaba puertas adentro. No tenían mucho material para advertirme y además uno está ensimismada, enamorada y además, el personaje te maneja. Hay que tomar en cuenta la percepción de los otros porque no están involucrados”.
Pepa reconoce que tras esta relación quedó tan ‘apaleada’ que recurrió a terapia para poder volver a pararse. “Es necesario pedir ayuda y tomarla; hay que hacer una terapia de reparación porque uno queda con la autoestima muy chica”, señala.
-El maltrato dinamita una autoestima que ya está baja. Un círculo vicioso del terror, entonces.“Sí, por eso es tan importante aprender a caminar de nuevo. Te dinamita la autoestima, pero en todas las crisis uno tiene dos opciones: quedarte en el hoy y victimizarte, o sacar lecciones. Sentí que tenía que aprovechar esta situación para rescatarme”.