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Marcial del Río: El arquitecto (y ex modelo) que enfrentó los prejuicios

Por modelar en la tele, muchos veían imposible que estudiara en la universidad. Y para colmo, pasó casi toda su treintena soltero (aunque con varias pololas), enfrentándose a todos los comentarios de mujeres que no entendían cómo un hombre guapo aún no se casaba a su edad. Conoce aquí la teoría de los solteros y solteras de Marcial.

20 de Agosto de 2013 | 14:09 | Por Ángela Tapia. F., Emol
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Mauricio Pérez, El Mercurio.
Como ex modelo del “Venga conmigo”, a Marcial del Río (@MarcialdelRio) no le creían que se estaba recibiendo de arquitecto y que, además, era bueno en su carrera. Tan bueno, que además de varios proyectos exitosos en el rubro, se convirtió en un rostro frecuente de espacios televisivos hasta ir a parar al canal “Utilísima” y ser parte del equipo de la versión latinoamericana de “Extreme makeover: Home Edition”.

A meses de comenzar las grabaciones de la segunda temporada del espacio televisivo, que busca familias que por mérito propio se merecen una completa remodelación de sus hogares -generalmente en muy mal estado-, conversamos con este hombre de 43 años, que ama enseñar a apoderarse de los espacios para hacer el entorno más cálido y, por ende, que la gente se sienta más feliz.

“Los chinos son muy sabios en un par de cosas, y varias de ellas tienen que ver con el sentido común de los espacios”, dice, explicando que con la simple ayuda de un libro, cualquiera podría aplicar ciertas nociones para vivir en un lugar más ameno, y que basta decorar con los colores que personalmente agradan más y tener entre los objetos, no aquellos que solo valen dinero, sino que los que representan un cariño especial.

“Lo otro son cosas básicas, que en un living no haya un solo sillón que mire a la puerta –porque si no, da a entender que esa gente no tiene vida social-. O si tienes un taller en tu casa y el computador está pegado al muro, quedando uno a espaldas del pasillo, no serás muy productivo. Y si duermes mal, lo primero que tienes que pensar es cómo está puesta la cama. Tienes que mirar hacia la puerta, nunca tenerla atrás. Tampoco debe quedar la cabeza bajo la ventana o de un cuadro muy pesado. Claramente eso no te dejará dormir”, explica.

Pero sus atributos no son solo esos. También escribe, y lo hace como productor general de la revista “Casas”, experimentando además, como columnista en medios de comunicación. Y fue en uno de esos trabajos donde, siendo un soltero separado desde los 33 años, no dudó en acusar a las mujeres de ser prejuiciosas, asegurando que, en general, no podían ver a un hombre buenmozo, soltero y feliz, sin decir que era homosexual. La razón, según Del Río: no pueden creer que un sujeto así no esté con ellas. Por lo tanto, es obvio que le gustan los hombres.

-¿Sufriste esos prejuicios?
“Siempre los hubo. Uno, porque era el buenmozo, modelo y por lo tanto, debía ser tonto. Pero son cosas que nunca me importaron. Mucha gente ve la tele y dice con supuesta propiedad que todos son gay, y que todas las mujeres trabajan en locales nocturnos u hoteles en listas de lujo. Y como he sido parte del rubro televisivo, aunque sea a escala menor, los defiendo porque sé lo que es estar bajo el ojo del huracán con el tema de los prejuicios. Antes, nadie podía creer que yo fuera arquitecto. ¿Qué significa eso? ¿Por qué alguien puede creer que otra persona no puede, no sé, pensar? Después la gente me felicitaba y todo por tener una carrera… Era muy raro”.

-¿Qué hay de tu pensamiento de las mujeres solteras? Incluso aseguraste que cada día están más solas y ensimismadas; lejos de cumplir con esas expectativas. ¿No es un poco prejuicioso eso?
“Yo soy la persona menos prejuiciosa del mundo, y cuando hablo, lo hago desde la experiencia. Y a partir de eso, me di cuenta que algunas mujeres no pueden entender porqué un soltero de 35, buenmozo y feliz, no esté con minas como ellas. Y así pasa lo que pasa; el hombre empieza a considerar que una mujer de 37 años, soltera, sin historia, está loca, piteada, y hombres y mujeres nunca se encuentran. Al final, ellos terminan felices con una mina mucho más joven”.

-Deben haber sido complicados esos años de soltero…
“Normal. Tuve pololas -y varias (ríe)- pero el tema es que al separarme sufrí muchos años y estuve dando bote. Se me acercaban las minas y les dejaba claro que podíamos salir, pero nada más serio. Y seguramente muchas terminaron pensando que yo no me comprometía a nada porque era gay. Mientras, yo pensaba que estaban locas. De hecho, conocí a un par de que estaban de patio y que encajaban con ese perfil”.

-¡Cuenta!
“Mi última experiencia del estilo fue al conocer a una mujer de esas características. Yo estuve muy arruinado un tiempo porque me pasaron cosas muy feas: me estafaron, entre otras cosas. Me fui un año a Barcelona para limpiarme de todo ese tema. Y cuando volví, el 2008, partí de cero, sin ni uno. Tenía 38 años, no tenía plata y no había nadie que se me acercara. Pero en eso conocí a una mujer exitosa, que decía que lo único que necesitaba era a un hombre que la quisiera, porque plata ya tenía. Pero a los tres días ya me pidió la cuenta corriente”.

-¿Hizo eso? ¿Cómo?
“Me engrupió de que no le importa nada, pero después de dos copas de vino me dijo que en realidad necesitaba a un hombre que la mantuviera, así que me tenía que poner las pilas”.

-Pero, ¿qué pasó? ¿No le invitaste las copas de vino?
“¡Si las pagué! Pero yo llegaba a su casa en mi scooter, el único vehículo que tenía y casi que poniéndome alusa-foil adentro de la chaqueta para que no me diera frío. Si era invierno, salíamos en su auto. Así que cuando me dijo eso, le pregunté si se había pegado en la cabeza o qué, porque si pudiera tener plata algún día, después de lo que me dijo no le compraría ni un chicle. Hoy sigue sola”.

-¡Qué duro!
“Pero esto también le pasa a muchos hombres. Cuando intelectualmente son muy exitosos, a veces están muy podridos emocionalmente. La gente no calcula que eso tiene que tener un equilibrio”.

-¿No se les hace más difícil a ellos, tomando en cuenta que tienen esa presión cultural de sostenedores de la familia, por ende, deben buscar el triunfo laboral?
“Pero eso es cultural y tiene que ver con nuestras madres. Las mujeres hablan de la igualdad, pero muchas de ellas, si te fijas, trabajan para ellas, para comprar sus cosas, mientras que los hombres lo hacen por la familia. Es muy raro que los gastos de la casa se partan por la mitad, si es que ambos ganaran más o menos lo mismo. El hombre gasta la plata en la familia y la mujer deja mucho de su sueldo para comprarse las botas.
“Las mujeres están cada día más flojas emocionalmente. Las ves muy exitosas, con sus logros, pero al casarse, varias de ellas dejan de lado sus carreras y se dedican a la familia, como si ya no necesitara su trabajo. Muchas creen que para ser felices, el hombre con el que están debe ser más que ellas, laboralmente, intelectualmente… Admirarlo, y eso habla de un relajo heavy de parte de ellas, porque pueden ser exactamente iguales. Pese a todo, las quiero, y hoy estoy casado con la menos floja ni prejuiciosa (la periodista Andrea Astorga)”.

-Jovencita debe ser, según tu teoría…
“¡Diez años menor que yo! (Ríe) Fue la única que aperró cuando era pobre. Me quiso a pata, en micro, y eso tiene mucho valor. Hoy estamos en campaña para poder ser papás, antes de que sea abuelo. Ya me duelen las articulaciones y todo”.

-¿Cuál es tu vicio privado?
“Tengo una cábala de que cada vez que salgo a escena en lo que sea –antes, en un desfile, de un evento o al salir en un programa- tengo que abrocharme los zapatos e ir a hacer pipí. Siempre lo cuento porque se asustan de que tenga que ir al baño justo antes de salir, pero les explico que si no voy, no puedo. También tengo una fijación con la compra de cajitas, libretitas y lápices”.
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