Qué triste ver cómo la ciudad va muriendo debajo de enormes edificios de hormigón, acero y vidrios polarizados. Cuántos barrios se han venido abajo, construcciones históricas, arquitectura centenaria, recuerdos de un Chile con tradición y buen gusto. Emergen moles endemoniadas invadiendo el espacio esencial, saturando cada metro cuadrado con pisos y plantas libres sin estilo, sin proporción.
Me aburrí de lo nuevo, de las modas, de las tendencias vacías. De lo luminoso del neón, del exceso de vidrio, de lo digital, de la instantáneo. Me aburrí de lo efímero y desechable, del plástico, del crecimiento inmobiliario exacerbado.
Parece que en Chile estamos acostumbrados a vivir de modas que vienen de afuera, como si lo propio no importara, o muy poco. Cuánto patrimonio demolido, cuánta historia destrozada casi siempre por consideraciones exclusivamente económicas.
¿Es que acaso lo de antes no vale? ¿Es que acaso lo que nos recuerda a nuestros abuelos es sacrificable por una modernidad desquiciada?
No me imagino a un romano demoliendo el Coliseo o el Foro para instalar un condominio o un centro de oficinas. Un francés echando abajo el Louvre para incrustar torres de 25 pisos. Nosotros no tenemos mucho respeto por lo antiguo.
Estos pensamientos me vienen a la cabeza cuando se nos viene el 18 encima. Creo que es un momento para preguntarnos cómo podemos celebrar un año más de nuestra independencia…
Mi intención es mirando nuestras tradiciones, girando un poco la vista hacia el campo, hacia la vida rural, hacia lo que nos recuerda de dónde venimos o dónde podemos encontrar más piezas de un Chile fracturado por el desarrollo y la poca educación.
Por todo esto es que en "La Casa Vieja" seguimos insistiendo en una cocina honesta, que viene más de nuestras abuelas y del campo que de libros de recetas tradicionales o hipersofisticadas. Insistimos en aquella comida sencilla pero bien hecha, con productos nobles, que reflejan el Chile profundo. Esa mesa generosa, cálida, sabrosa, bien chilena. Tierra, mar, cocciones lentas, caldos enjundiosos.
A partir de hoy, estaremos compartiendo con ustedes nuestra visión del Chile que se ha perdido pero que está ahí, a la vuelta de la esquina. Los invito a que por un momento dejemos de mirar lo nuevo obsesivamente como si en eso se nos fuera la vida. Reconstruyamos un poco el pasado, recuperemos, restauremos. Ese grano de arena será clave para construir nuestra identidad propia.
Un abrazo a todos, Fernando López, chef de
La Casa Vieja, Bellavista