Reconoce que debería haberse quedado a dormir en su oficina, como lo ha hecho en innumerables ocasiones, pero Nicolás Quesille (
@nicoquesille, 44 años, separado) decidió que, al menos en este proyecto (“Trepadores”), trataría de mantener un espacio de vida propia, por lo menos, descansando 5 horas de corrido cada día.
Frente a una pantalla especial que muestra durante 24 horas lo que los 18 participantes del nuevo reality de Mega hacen en el refugio creado para ellos, en el Cajón del Maipo, el hombre responsable de la llegada de este formato a Chile, diez años atrás, se mata de la risa viendo cómo uno de los aspirantes a ganar el programa, subiendo el Aconcagua, hace reír a sus compañeros de encierro quedando a trasero descubierto para ponerse un bikini.
“Han sido 10 años en esto, pero no seguidos; ‘Protagonistas de la fama’, ‘Protagonistas de la música’, ‘Triángulo’, ‘La granja’ uno y dos, ‘La casa’, ‘Expedición Robinson’, ‘Pelotón’ uno, dos, tres, cuatro, cinco, y dos fallidos: ‘El experimento’ y ‘El juego del miedo’”, enumera el director, antes de comentar que está consciente que los fracasos suelen brillar más que las victorias.
“(Los realities) son divertidos. Exigen mucho, eso sí, porque no se administra solo un programa de televisión. Estoy administrando un grupo humano muy grande, básicamente una residencial, donde me tengo que preocupar de que haya quesito, café, almuerzo, que los pensionistas no se piquen ni se peguen. No, esto no para”.
Corría el año 2003 cuando Nicolás, un periodista recién llegado de Madrid, que había visto cómo “Operación Triunfo” y “Gran hermano” eran verdaderos fenómenos en España, encabezó el primer reality transmitido en Chile, dando así inicio a una serie de programas que acapararían cifras increíbles de audiencia -tanto en éxito como en fracaso, en algunos casos-, y que serían adorados y odiados hasta el día de hoy.
“Con ‘Protagonistas…’, básicamente, tuvimos que traducir el género para la mentalidad chilena y luchar por su instalación, en medio de muchos prejuicios que existían hacia el programa. Con Sergio Lagos tuvimos que ir a universidades, reunirnos con políticos, intentando explicar que esto no era Sodoma y Gomorra ni el fin del mundo; que no iba a cambiar el Papa ni aumentar el hambre en el mundo. Era un programa de televisión no más”.
-Hablas de una época en el que el canal en el que hacías tu reality estaba dirigido por la Iglesia…“Exactamente, y era muy loco. Terminaba el programa y salía un cura criticándolo. Pero descubrimos que se trataba de un problema de comprensión generacional. Las personas de mayor edad, que era desde donde venían la mayoría de las críticas, no entendían lo que estábamos haciendo, y con justa razón. Es como ahora, que a los más viejos nos cuesta entender por qué los cabros chicos andan todo el día pegados al celular, y nos molesta. Pero, por otro lado, había una generación mucho más nueva que se estaba asomando. Era otro tipo de Chile”.
-¿Uno más destapado y confrontacional?“Los realities probablemente son una señal del empoderamiento de los que antes no tenían poder. Se empiezan a abrir puertas y aparecen fenómenos nuevos. El ‘cara a cara’ es una buena señal, aunque hoy en día sea un recurso agotado. Los participantes y quienes hacemos realities lo chacreamos… ‘Mira, no te quiero nominar, pero lo hago porque eres mi amiga y quiero que vayas a competencia para que te pruebes a ti misma’, ‘pucha, no te quería nominar pero lo hago por estrategia’…”.
-¿Qué le dirías a la gente que considera que los realities chacrearon la televisión chilena?“Estoy totalmente de acuerdo con que algo se chacreó, pero me gustaría saber si hay alguien que sea capaz de decir con argumentos que la televisión de los ´70, ‘80, ‘90 era mejor que la de ahora. Además, se olvidan que la televisión es una industria y alguien que quiera mejores contenidos puede ver tv cable o pedir que se legisle algún canal estatal para tener determinados programas. No es que los canales no hagan esos programas de malos que son; es porque se necesita un espacio con difusión para pagarle a los empleados”.
-Se alega por los realities y la farándula, pero igual es un producto que vende. ¿Los televidentes no aceptan su morbosidad?“No, creo que es un tema superado. Hay programas que ya han llegado mucho más allá. Mira ‘En su propia trampa’, que lo ha hecho muy bien, y lo que pasa con ‘Manos al fuego’, que quiere pillar infieles”.
“No tengo el gen de la fama”, asegura Quesille al recordar el año 2006, cuando en medio de los éxitos televisivos, le tocó conocer la cara fea de hacerse mediáticamente conocido. Los aspectos más íntimos de su vida -como su relación con Yasmín Váldes y su nuevo pololeo con una participante de uno de sus realities-, salieron a la luz pública, con los correspondientes comentarios y juicios en los paneles de opinólogos. Sin quererlo, el hombre que alimentaba con nuevos rostros a la farándula, había entrado de golpe en ella.
-En su minuto, se habló que tu vida se había transformado en un reality…“Sí, y no me hizo bien. Me constó asumir que había pasado a estar frente a las cámaras. Me indigné conmigo mismo, con mi mundo. Tuvo que pasar mucho tiempo para que terminara de hacer una larga reflexión y entendiera que ya no quedaba más remedio, y que si me hubiera hecho célebre por alguna atrocidad, sería igualmente conocido, pero no estaría tranquilo conmigo mismo. Así que estaba tranquilo con saber que no había nada cuestionable, dentro de un punto de vista moral o legal. Pero me molestaba salir a la calle y que la gente me saludara”.
-Famoso como Álvaro Ballero…“Es que para uno que no está preparado, es complicado. Si hablo con la prensa es porque la empresa en la que trabajo me pide, como parte de mi contrato, que promocione los productos que hago. Y pasa que me toca hablar de temas que colindan con mi vida, como éste, pero llego hasta aquí. No pudo decir más porque no me nace. Fue un periodo súper difícil hasta que lo asumí y hoy voy tranquilo por la vida”.
-¿Te dieron ganas de alejarte?“¡Claro que sí! Pero es difícil alejarse de algo que te gusta hacer. Hoy está todo bien. Está bien…”.
-¿Cuál es tu vicio privado?“Con mis hijos coleccionamos monos de Ultraman. Se los mostré por YouTube como a los dos años y se volvieron locos. Así que hoy debo tener 40 ultramanes distintos. Los pido de Japón. Me gusta la cultura japonesa pop. Me devoro a (Haruki) Murakami y el animé con su colorido. También me gustan los gatos. Debo haber tenido veinticinco en el transcurso de mi vida. Siempre me encargan gatos abandonados, que les busque casa. Si veo uno en la calle siempre lo trato de agarrar. Soy un permanente rasguñado de gato, no meado (ríe). Los encuentro divertidos. Hermosamente cínicos, regalones, chistosos a la hora de cazar. Me encantan. Si me preguntan, yo sería feliz un gato”.