Sus días en Chile, después de 13 años de la última visita, han sido intensos y muy emocionantes. Se ha reencontrado con sus familiares, pero, por sobre todo, este viaje ha implicado el regreso de todos los hermanos Cornejo Fernández al país tras 40 años fuera.
En lo laboral, desde que puso un pie en Santiago no paró ni un minuto preparando el desfile de anoche tuvo lugar con motivo de la celebración de los 30 años de la Revista Ya y que fue sublime (
ver video). Se trató de su primera pasarela en sus tierras, en donde sus diseños aún no son muy conocidos, pero que ya varios identifican porque se han encumbrado en lo alto de la moda en Nueva York.
No sólo dedicó horas a la selección de las chicas que pasaron sus casi 50 tenidas, sino que como en todos los grandes fashion week internacionales, hizo prueba de peinados y maquillaje y dio el visto bueno a cada uno de los detalles de su última colección, presentada en la gran manzana en septiembre.
María Cornejo, la chilena que ha sido catalogada como una de los 100 diseñadores contemporáneos más influyentes de la escena mundial, conoció el éxito muy temprano, lo que se grafica en la obtención del Cooper Hewitt National Award, premio que también han recibidos otros como Tom Ford o Narciso Rodriguez.
Hablar de su partida en 1973 junto a sus padres exiliados la quiebra emocionalmente, pero sabe que su educación en Londres, donde se asentaron, fue lo que le permitió estar hoy creando siluetas simples que han elegido famosas como Michelle Obama, Kate Moss o Sofía Coppola.
Tras sus inicios en Londres, un paso por París y su afincamiento en Nueva York, María hoy puede mostrar orgullosa el resultado de años de esfuerzos. Su marca
“Zero+Maria Cornejo” se encuentra en varios países del orbe y factura millones de dólares al año. Entre sus muchos desafíos, confiesa, está poder instalarse en Chile.
“Es hermoso estar por primera vez con todos mis hermanos por una razón positiva; antes fue para enterrar a mi padre o mi abuela. Es una situación especial, estoy invitada y lo he estado pasando muy bien”, dice entre risas. Y claro, sus días han incluido almuerzos con tíos, primos y sobrinos donde han abundado recuerdos, empanadas, tortas de manjar y pan amasado. Sólo le falta, dice, el pastel de choclo.
Su hija Bibi la acompañó hace 20 años en una visita, pero ni ella ha vuelto, ni su hijo menor Joey, de 16, ha conocido el país donde nació. Ambos son fruto de su matrimonio con el fotógrafo Mark Borthwick, quien fue el que la instó a instalarse en NY en 1997.
-Tus inicios están en Inglaterra. ¿Qué significó ese primer paso y por qué no te quedaste en una plaza importante de la moda?
“En esa época, Londres era demasiado alternativo y mucho más trendy, que no era lo que me gustaba. Quería hacer mis cosas calladita, aprender y trabajar. Tuve éxito desde un inicio, a los 21 años mi colección la compró una importante tienda y gané un premio de Harper Bazar, entonces eso me dio miedo. Junto a mi novio de entonces, John Richmond, tuvimos una licencia en Japón y yo solo tenía 23 años; por eso quise partir a París y volver a estar callada”.
-Hiciste pocas pasantías, por decirlo, en grandes casas de moda, fuiste independiente desde muy temprano. ¿Por algún motivo?
“Cuando terminé la escuela en Londres me ofrecieron un trabajo en Fiorucci en Italia, pero no lo quise aceptar porque con John ya queríamos algo juntos. En ese momento Londres era muy interesante e Italia me parecía provincial.
" Si hubiera sabido que el camino era de la mano de un gran diseñador lo hubiera hecho, pero en ese tiempo era tan ignorante (se ríe con ganas) y no analicé nada mucho. Siempre he hecho las cosas en forma muy instintiva, recién en los últimos años he sido más reflexiva, más planificada y con una estrategia detrás”.
-Tu llegada a NY fue por motivos personales, no profesionales… “No me quería ir a NY, quería volver de París a Londres, pero mi marido me dijo que si me iba a Inglaterra no nos íbamos a ver nunca. De una u otra manera estoy contenta de esa decisión porque la mentalidad americana es más abierta, son muy entusiastas, están abiertos a las oportunidades aunque no vaya a hacer un éxito, las cosas se hacen”.
-Bueno, todo diseñador quisiera estar ahí.(Se ríe) Ahora han llegado todos… la verdad es que Estados Unidos nunca me atrajo, pero al llegar me di cuenta que hay esta energía de creación, espíritu de ser pioneros, donde todo se puede tratar de hacer. Nadie te da las llaves, pero nadie te lo impide”.
-¿Quién o qué es tu referente?“Tengo referentes en todos lados, porque he vivido en muchas partes. No puedo decir que me influencia sólo Estados o Inglaterra. Tengo influencias de todos lados porque, al final, trato de hacer mi propio lenguaje en la moda. Ahora, mis colores son Latinoamérica, las cosas más sofisticadas, Francia; el sentido del humor y las cosas un poco off, Inglaterra, pero también Japón. Soy como esponja y algo debe salir de eso; las influencias no se piensan mucho”.
-Se tiene la imagen que estar en NY implica sobrevivir. ¿Lo vives así?“Es duro estar en NY porque te da la impresión de que es fácil, pero no para nunca”.
-Es muy competitivo, ¿qué costos te ha traído?
“Sí… costos más bien personales. Probablemente no he sido ni muy buena amiga ni muy buena mamá, ni muy buena esposa porque el trabajo ha sido muy intenso estos últimos años. Es difícil estar para todo el mundo, uno trata, pero es difícil. Hay días que no quiero ni hablar”.
María Cornejo diseña y produce cada año cuatro colecciones, a las que se suman dos de trajes de baño. Eso implica crear 120 diseños, de los cuales, tras ser aprobados por los clientes, 90 de ellos serán producidos para llevar a tiendas. El estrés es grande, razón por la que hace algún tiempo dejó de diseñar las dos colecciones anuales para hombre.
Además, en un mundo tan globalizado se depende de la manufactura externa, lo que la estresa aún más a ella, sus dos diseñadores y el resto del equipo que tiene que viajar a hacer controles de calidad . La ropa la elabora en NY, pero los zapatos en Italia y España, los tejidos en China y Bolivia (los de alpaca) y los jersey en Turquía.
-¿Se puede sobrevivir en NY fuera del circuito? Bueno, tú partiste así y hoy estás entre los grandes.(Se ríe) “Sí, muchos tienen marcas sin estar en los desfiles, son negocios distintos y se puede hacer trayectoria. Dicen que estoy entre los grandes… bueno, sí estamos entre los grandes pero es muy competitivo. En cualquier parte del mundo hay que reinventarse constantemente tanto en los diseños, en lo financiero, en las estrategias. Es todos los días partir y terminar”.
-No te gusta hablar del tema, pero eres una mujer famosa. ¿Has tenido que lidiar con la fama?
“Sí, pero lo que no me gusta es que la fama algunos la envidian y no hay que envidiarla. Prefiero que mi trabajo se conozca, no yo, aunque veo que se necesita estar en cierto nivel de exposición; no te puedes esconder como antes. Soy muy privada, muy de familia y si te quieres exponer lo puedes hacer saliendo todas las noches, pero…”
-Tampoco te gusta hablar de tus clientas, pero ellas han puesto tu nombre en letras…“Es que prefiero que la colección sea interesante por asociación. Ellas hacen la colección más interesante, en cierta forma es una colaboración porque me interesa ver cómo estas mujeres que se mueven en distintos ámbitos como la política, las leyes, o son dueñas de casa, las artistas, aportan algo; que se sientan bien con lo que usan. Eso es lo que le da vida a la ropa, la ropa sin un cuerpo no tiene vida”.
-¿Implicó una presión que mujeres como Michelle Obama empezaran a lucir tus diseños?“Hay presión siempre, así es el sistema y es la manera en que sé trabajar. Mi marido me dice 'para qué te torturas tanto' y yo hablo de ‘fashion depression’ porque siempre quieres que todo sea mejor; siempre piensas que todo debió ser de otra manera y además, la prensa, los clientes, siempre esperan más. El sistema es tan rápido que no se aprecia nada, porque hay cada vez más imágenes que duran dos segundos”.
-No te gusta que cataloguen tu estilo que algunos definen de minimalista. ¿Cómo lo defines?
“Es mi estilo; no soy una minimalista aburrida porque me gusta el color, el diseño, la textura. Minimalista estricta, no, porque eso sería muy seco. Soy más dinámica, evoluciono, no quiero fijarme en una cosa porque la vida no es así”.
-Algunos tienen en la mente la película que retrató a Anna Wintour, la editora de Vogue. ¿Son así de poderosos los editores, es así de intensa la relación entre diseñadores y editores?
“Es verdad que tienen influencia, pero al final del día quien define es el cliente, la persona que compra la ropa. Es cierto que las revistas de moda son muy importantes y nos ayudan con la clientela para hacernos el nombre, pero si sales en The New York Times, que es masivo, eso sí hace la diferencia y ese público no es sólo el de moda.
“Las revistas son importantes, pero no al punto de que algunos piensan que si no estás ahí no existes. Hay otras maneras de existir”.
-¿Cuál es tu desafío más próximo? ¿Te gustaría instalarte en Chile?“Sí, nos encantaría, especialmente ahora que todo está cambiando. ¡Es increíble! Creo que hay un mercado, quizás no todo en Chile, pero las posibilidades están ahí.
“Mi mirada hoy está puesta en tener más negocios en Estados Unidos y abrir el mercado en China, pero tomo cada desafío día a día”.
-Si miras tu trayectoria, ¿quién ha sido la persona, el pilar fundamental de ella?
“Principalmente mi marido, porque él me dijo siempre que hiciera lo que hiciera tenía que estar bien y contenta. La moda no es lo que alimenta mi corazón, es mi vida personal. Y en los negocios mi partner Marissa”.