La culpa. Esa que se carga por lo dicho, hecho, no dicho, no hecho. Pueden pasar años, meses y ahí se queda, como una emoción negativa que desgasta, angustia y nos encadena a personas y situaciones por tiempo ilimitado.
¿Es real esa sensación de peso? Al parecer, sí lo es. Científicos de Canadá y Estados Unidos, descubrieron quela culpa se siente en el cuerpo físico.
La extraña investigación comprobó que la gente se siente más pesada, después de hacer algo que les hizo sentir culpable o cuando rememoran un episodio de sus vidas donde sintieron culpa.
El estudio, que fue publicado en la revista Plos One (www.plosone.org) y realizado por los investigadores Martin Day de la Universidad de Princeton y Ramona Bobocel, profesora asociada de psicología de la Universidad de Waterloo en Ontario, Canadá, surgió a partir de su interés por resolver qué hay de cierto en las metáforas populares asociadas a la culpa.
“La culpa es importante, ya que juega un papel en la regulación de nuestro comportamiento moral. Creemos que saber cómo actúa puede ayudarnos a corregir nuestros errores y evitar futuros actos de maldad”, explicaron. El principal objetivo fue examinar cómo nuestros pensamientos y emociones interactúan en el cuerpo y guían la conducta moral.
Esta línea de investigación se asocia a un campo emergente de la psicología, llamada cognición incorporada. Los expertos partieron de la base que la culpa es desagradable, causa tensión y arrepentimiento. Y que su peso, más que ser una subjetividad de la mente, podría ser real y sentirse en el cuerpo que experimenta con emociones culposas.
Para comprobar su hipótesis, los investigadores examinaron si la emoción se manifiesta en una sensación de peso o no, pidiendo a un grupo de personas recordar un momento en que hubieran hecho algo poco ético. Mentir, robar, hacer trampa, traiciones fueron la tónica de las evocaciones culposas.
Para corroborar el enigmático y poco estudiado efecto de la culpa, a otros se les solicitó recordar algo ético, pero también hubo a un tercer grupo, que se les encargó no recordar nada.
Al final del cuestionario, les preguntaron en forma separada, si sus cuerpos se sentían más livianos, el mismo peso o más pesados de lo normal. Para su sorpresa, los que evocaron algo poco ético sintieron más peso, más cansancio y menos ágiles. A diferencia, de los que no sintieron cambios al rememorar comportamientos éticos ni los que no recordaron nada.
“A partir de un marco de conocimiento corporal, pudimos establecer que recordar actos poco éticos personales, inculcan sentimientos de culpa y que son los que se sienten como una mayor sensación de peso”, concluyeron.
Además, encontraron que el aumento de la sensación subjetiva de peso se relaciona exclusivamente con la exacerbación del sentimiento de culpa y no con otras emociones negativas, como tristeza o disgusto. Y, aparte, que no habría diferencia entre los recuerdos que incluían buenas acciones físicas de las que son de palabra u omisión.
En la misma línea, descubrieron que las acciones no éticas y culposas inducirían a las personas a ser menos empáticas con los demás, sobre todo en actos que signifiquen un esfuerzo físico. Es decir, no ayudarían jamás a cargar las compras de alguien ni menos se ofrecerían a llevar un bulto pesado a una persona para que pueda subir las escaleras sin problemas.
"Estos patrones de conducta sirven para elaborar una teoría encarnada de la emoción, pero todavía nos queda por estudiar más acerca de la experiencia de la culpa como una regulación de la conducta moral”, aseguró el dúo de investigadores.
Vivir sin culpa
No se trata de dejar atrás, soltarla. Sino de asumir los errores y el daño que se ha causado, para luego sanarla y sin culpa. ¿Cómo se hace?
Las terapias complementarias o medicina integrativa tienen la respuesta, en especial la Bio-Energía que realiza desde 1974, la terapeuta Maud Ferrés (
maudferres@gmail.com ) donde cerca de 5.000 personas la han experimentado.
“Es una técnica que revierte la información emocional del cuerpo, modifica la estructura molecular y su peso atómico, porque he visto que los sentimientos de culpa, miedos, dolor se graban en la memoria celular y pesan”, afirma.
En ese sentido, para ella, el hallazgo de los investigadores es una comprobación de la ciencia, de lo que ella viene experimentado desde hace décadas en sus sesiones particulares.
La terapeuta chilena, explica que las células tienen una memoria que registra los impactos emocionales y que se sienten, generalmente como angustias o se manifiestan como una dureza interna que pone rígida la estructura muscular.
Comenta que al hacer la Bio-Energía y “liberar” a la persona de culpas que están grabadas, por ejemplo, en una pierna, la persona experimentará la diferencia de peso de sus piernas. “Es un cambio físico no solo mental y/o emocional”.
A su entender, la culpa puede quedarse como “bloqueo” en las caderas, columna, hombros, pecho y especialmente en el cuello y la cabeza. En ese sentido, enseña que los recuerdos culposos se archivarán o codificarán también en el lado derecho, si está relacionado con el padre o un hombre, y en el izquierdo con la madre o una mujer.
“Si está en el pasado, con una situación de estrés, culpa por agresión se ubican en las piernas abajo. El miedo de muerte, agresión o culpa por el daño que hiciste estarán en las corvas, detrás de la rodilla. El cuello aloja la culpa actual, la que se presenta en forma diaria, lo que no dije…”, detalla Maud.
En otras palabras, se podría dividir el cuerpo en presente y pasado. El primero será de la espalda hacia arriba y el pasado de la cintura para abajo. Aunque también indica que hay culpas que se adquieren dentro del útero.
Lo interesante de esta técnica que se suma al hallazgo científico es que “resetea” la información y las vivencias, para que uno vuelva a empezar, comprendiendo que todo lo que sucede en la vida deja una enseñanza. Que si se quiere, puede convertirse en sabiduría y entendimiento. Ayudarán también para dejar se sentirse tan culpable, las reflexiones de los “para qué”.