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Cristián Warnken: “Si estás empastillado eso no es éxito, es un rotundo fracaso”

Durante 18 años ha logrado mantener su programa en una tv que considera hiperventilada y con poco espacio para una conversación profunda. Acostumbrado a nadar contra la corriente, no dudó en llevar ese plano a su vida y salirse un poco del sistema - renunció a un trabajo estable y rompió tarjetas-, para recuperar tiempo para él y su familia.

12 de Noviembre de 2013 | 15:43 | Por Ángela Tapia Fariña, Emol
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Mauricio Pérez, El Mercurio.
Si pudiera medir su rating con las felicitaciones que la gente le da en la calle, Cristián Warnken (@cristianwarnken) dice que la rompería. Consciente de que un espacio cultural como el que él ofrece con “Una belleza nueva” (@UnaBellezaNueva) no dura 18 años por nada, sabe que la gente le tiene cariño a su programa, pero no oculta la lucha que ha significado mantenerse -en un periplo por varios canales y horarios-, para hoy reaparecer en horario prime. “Ha sido una alquimia difícil, pero bonita”, dice.

Desde hace unas semanas, compite desde La Red, todos los domingos, con los caballos de batalla de las otras señales televisivas, incluyendo su propio suegro, Santiago Pavlovic. Pero Warnken no se  intimida, y mantiene en lo alto su bandera de lucha, que no es otra que ofrecer un “oasis”, como lo llama, a un público que tal vez no tiene todo el acceso a la cultura que quisiera, en medio de programas monotemáticos y personajes y ejecutivos de tv hiperventilados en la pelea por la audiencia.

“Ha sido una pelea de largo aliento, pero vale la pena, porque este programa se ha convertido en un símbolo, incluso para la gente que no lo sintoniza. Lo veo en la gente; muchos me aplauden, me tratan como a un ídolo, y no exagero: me dicen ‘¡Vamos, don Cristián! ¡Dele con fuerza!’, aunque eso no se refleje después en el rating. Esto es como un matrimonio del tipo ‘amo a mi señora, pero le soy infiel’, dice riendo.

Tal vez –reflexiona-, en un país que sufre uno de los “mayores crímenes” al tener que movilizarse por una educación de calidad, la gente siente que está bien tener espacios como los suyos en la parrilla programática. “Es diferente a los inicios de la televisión chilena, cuando las universidades las manejaban y experimentaban, en tiempos que se consideran hoy subdesarrollados para el país. Creemos que dejamos de ser pencas porque construimos un mall, pero no es así”, dice el poeta, antes de admitir que es muy contrario a la forma de vida actual que lleva la mayoría de chilenos.

-¿Eres medio antisistema?
“Más que antisistema, soy pro un modelo de modernidad más sabio e integral. Creo que nos hemos emborrachado en este mal modelo de desarrollo, copiando modas que vienen de afuera y devastando la riqueza de lo nuestro. Nos hemos quedado sin nuestra cultura; estamos huérfanos. Por eso es que hoy en día las nuevas generaciones están desesperadamente buscando lo más auténtico hacia atrás”.

-¿Todo pasado fue mejor?
“Mira, es cierto que hoy tenemos acceso  a muchos bienes que las generaciones antiguas no tenían. En mi infancia, la vida era mucho más austera. Yo vivía en el sector alto, en Vitacura, y había un solo televisor en toda la cuadra. Pero como país nos enfocamos entonces en el crecimiento, creyendo que se trataba solo de aumentar el PIB y olvidándonos del resto. Hoy deberíamos avanzar hacia una modernidad mejor, con un modelo mucho más equilibrado, que nos permita estar más contentos, menos estresados; que todos sintamos que nuestra vida tiene sentido”.

Precisamente buscando ese sentido, fue que decidió tomar cartas en el asunto y sacar peso de su mochila diaria para tener más tiempo para él y su familia. Y tras tener una larga conversación con su yo interno y luego con su esposa, fue drástico: dejó la seguridad que le daba su trabajo como decano universitario, lo que le obligó a ahorrar en múltiples gastos. Entiéndase esto como que rompió tarjetas de crédito, rebajó su plan de isapre, detuvo su cotización en la AFP y cambió la comodidad de los taxis por el transporte público. A este nuevo plan de vida lo llamó su “año sabático de pobre”.

“Di el salto por una decisión interior. Al comienzo el avión pasó por varias turbulencias, pero uno se recupera. Podría haber sido más drástico y haberme ido a la montaña, pero la idea era hacer estos cambios en la ciudad. Quería que fuera un modelo de enseñanza para mis hijos, que vieran que es posible no ser esclavo del sistema de comprar y comprar”.

-¿Qué tal te va hoy con ese proyecto?
“Ha tenido sus desventajas. Tuve que terminarlo porque tengo cinco hijos -he tenido seis, en realidad- y el desafío se hace más grande. Me convertí en un trabajador independiente, y eso me ha obligado a tomar trabajos que me encantan, pero que me tienen nuevamente sin tiempo. Pero sigo ajustándome para cumplir mi sueño, que es vivir en un equilibrio más austero y no ser esclavo del consumo”.

-Qué valiente…
“Más que ser valiente, hay que dejar de estar prisionero del miedo. Creemos que si cambiamos las cosas va a ser terrible, y esa sensación se va internalizando y la proyectamos a nuestros hijos; el miedo a la vida… Solo cuando logramos bloquear ese miedo –renuncias a tu trabajo, por ejemplo, y te das cuenta que nadie se murió por eso-, empiezan a pasar cosas en la vida”.

-¿Tuviste miedo?
“Muchísimo. Pasé varias noches sin dormir antes de ir a presentar la renuncia. Dejé que las cosas pasaran y hoy ya me encuentro con otro desafío, ahora que mi libertad me pasó la jugada en contra y estoy atrapado en mil frentes. Pero al final, es una decisión personal. Yo decido qué quiero hacer. Es mentira que todo esté totalmente condicionado. Uno tiene que volver hacia dentro, concentrarse en lo que tiene, en la fuerza propia, y desde ahí, volver a salir hacia afuera con una decisión. Si no, te transformas en un títere de la circunstancia”.

-¿Cómo dar el ejemplo a tus hijos, como dices, cuando son bombardeados de avisos para tener más juguetes y más cosas?
“No se hace con discurso, sino con ejemplo. Los niños son esponja, absorben lo que está alrededor. Yo no soy el papá perfecto, pero trato de mostrarles que se puede ser feliz con poco. Tampoco me pongo una venda en los ojos; mi hijo de 12 años tiene una Wii y no lo obligo a jugar a las bolitas. Pero en mi casa, afortunadamente, se ve ese concepto de que la niñez es maravillosa con poco. Mis hijos juegan todo el día con sus dibujos, con las cosas de siempre; tienen una cama saltarina que se está viniendo abajo y de televisión, los horarios son muy controlados y ven películas que escogemos con mi esposa”.

-¿Con todos los cambios que hiciste, lograste encontrar el sentido de tu vida?
“Esa es una búsqueda de siempre. Es casi una necesidad instintiva humana. Quien no está en ese camino, se le hace difícil vivir, y viene la terrible sensación del absurdo de la existencia. Por eso estoy siempre buscando. Esa es la aventura de la vida. Ese año sabático me ayudó a tener más días o más horas en que podía, literalmente, vagar, caminar por la calle silbando, sin hacer nada. Ni siquiera pensar, solo sentir la brisa del viento, los pájaros. Descubrí que alrededor tengo cosas extraordinarias, que antes, como iba rápido, no las veía. Fueron momentos exquisitos, maravillosos. Volví a escribir poesía.
“Todos debiéramos regalarnos momentos así, si no, nos enfermamos”.

-¿Y no estamos un poco enfermos?
“Completamente neuróticos. Yo quiero mucho Santiago, pero es una ciudad neurotizante. La gente se ha puesto agresiva, mal educada, descortés, egoísta. Te tira el auto, te bocinea. Se despierta en la mañana gritándole al peatón. ¿Te puedes imaginar cómo termina el día?
“La vida como la solemos llevar parece cómoda y, por ende, más fácil. Pero están todos enfermos y empastillados. Mira a la gente exitosa en los medios, a los empresarios; todos con pastillas. Qué decir de los niños, con cursos enteros con Ritalín. Algo está mal ahí, y tengo la esperanza de que podamos romper eso”.

-¿Qué es el éxito para ti?
“Es sentir momentos de alegría o plenitud durante el día; pequeños momentos, una paz, algo rico. No siempre es así. El estado anímico depende de muchas cosas, pero si tienes varios momentos así, quiere decir que vas bien. Puedes tener dinero maravilloso en tu cuenta corriente, pero si estás hecho un neurótico empastillado, angustiado y no duermes, eso no es éxito, es un rotundo fracaso”.

-¿Cuál es tu vicio privado?
“El agua. Necesito sentirla cerca, soy fanático, así que nado. El mar me hechiza -viviría adentro de él si pudiera-, los ríos... Todo lo que tenga agua me gusta. No sé por qué todavía no me he ido a vivir a la playa, pero lo pensaré. Lo otro que me gusta mucho son los pájaros. En mi otra vida debí ser ornitólogo. Siempre estoy atento a qué pájaros están alrededor, cuáles son los que cantan. Me encanta escucharlos cerca. Los necesito cerca”.
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