Por estos días es noticia en mi país el cierre del emblemático local de Gastón Acurio, quien tras 20 años en Miraflores, lugar donde alcanzó la fama mundial y puso nuestra cocina en lo más alto, se traslada a la zona de San Isidro.
También lo es el próximo fallo de La Haya. Pero en medio de la expectación que genera este hecho, quiero mencionar que la cocina, aquella que cruza fronteras y puede conquistar corazones y estómagos, ha sido la mejor forma de hermanar pueblos.
La gastronomía peruana no sólo ha llegado a los refinados paladares de quienes nos visitan en las decenas de restoranes que hoy se extienden por Santiago y Chile, sino que también en las cocinerías de sectores populares como la Plaza de Armas o La Vega y en las mesas de miles de familias chilenas que cuentan con el apoyo de una trabajadora peruana.
Muchos se preguntan por qué la gastronomía peruana ha escalado tan alto y está próxima a ser reconocida por la Unesco como patrimonio cultural de la humanidad, como ya lo son la mexicana y la francesa.
Parte de la respuesta se encuentra en el hecho de que ella presenta grandes rasgos de fusión que se ha enriquecido con la tradición de los Andes.
También está en la pasión que ponemos sus promotores y divulgadores que queremos que las fronteras no se conviertan en un límite infranqueable que divida países.
Saludos de Óscar Gómez, chef corporativo.
