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El lado íntimo de los strippers que revolucionan las noches femeninas

Aman su trabajo, a pesar de que los obliga a cuidar su cuerpo y les dificulta sus relaciones de pareja. Generan tanta locura entre las mujeres, que algunas los han llegado a morder y rasguñar.

13 de Febrero de 2014 | 10:06 | Fernanda Villalobos Díaz
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De izquierda a derecha: Javier, Jonathan, Federico, Ezequiel, Leonardo y Christian.

Fernanda Villalobos D.
Jonathan Conejeros (31), Javier López de Calatayud (31), Pablo Bianchi (30), Christian Segovia (29), Federico Hernan (28), Ezequiel Meinardi (26) y Leonardo Marino (25), llegaron de Buenos Aires hace cuatro meses luego de ser seleccionados exclusivamente para trabajar como strippers en Club Femme de Vitacura.

Desde el 14 de noviembre de 2013 que estos siete jóvenes trabajan jueves, viernes y sábado bailando -hasta quedar desnudos– frente a cientos de mujeres desaforadas por el alcohol y los esculturales cuerpos de estos argentinos.

Toda su vida gira en torno a este trabajo y algunos ya tienen varios años de experiencia, como Jonathan Conejeros, quien hace 14 años se subió por primera vez a un escenario. "A los 18 años vi por primera vez a un tipo bailar y las chicas se mataban y me dije: 'Yo quiero ser así'", cuenta.

También viven preocupados de mantener su físico, porque es su "instrumento" de trabajo. Llevan una dieta estricta a base de mucha proteína como carnes magras y huevos, dejando de lado las frituras, grasas, azúcares y sales.

Una o dos vez a la semana se pueden salir de la dieta y lo hacen con lo que más les gusta: dulce de leche, costillas de cerdo y comida rápida.

Pero además de cuidarse en la alimentación, deben hacer mucho deporte. Entrenan cinco días a la semana para estar en forma, que es lo que más les preocupa, pero también tienen moderación para que no sea exagerado. "Mientras más natural, más estético", dicen.

A pesar de que son profesionales -Ezequiel, actor; Jonathan y Christian, personal trainer; Pablo, profesor de educación física; Leonardo, instructor de musculación; Javier, músico y Federico, abogado– ninguno se dedica a lo que estudió, ni tampoco a tener novia.

"Es complicado, muchas veces no pueden separar lo que es el trabajo con el amor. Te dicen: 'Esta mujer te tocó' y es inevitable, es nuestro trabajo", comenta Christian.

Su llegada

Estos siete chicos fueron elegidos porque eran "los mejores del rubro", según dice Jonathan, quien fue el encargado de contactarlos y hacerles el casting para seleccionarlos.

Respecto a por qué tomaron la decisión de venirse a Chile, a armar un nuevo negocio, él mismo cuenta que "se abrieron las puertas de otro país que tiene una moneda fuerte que es el dólar y nos sirve, entonces la propuesta fue linda, había que cambiar. Allá en Argentina hacía la misma plata pero tenía que recorrer cinco o seis boliches por noche".

"En cambio acá, estamos en un solo lugar con sueldo fijo, preocupándonos más de nuestro cuerpo y de estar bien. Acá es más valorado y sigue subiendo el dólar en nuestro país entonces nos conviene", agrega.

El show

Lo que más les gusta a estos bonaerenses es la libertad en los tiempos y por supuesto, estar arriba del escenario. Aman que las mujeres griten mientras ellos bailan. "Te sientes más poderoso, es inexplicable lo que se siente cuando se está arriba del escenario", cuenta Federico, el abogado del grupo.

"Se te olvidan todos tus problemas", agrega Ezequiel.

"En un día común si te mantienes, te cuidas y tienes facha se te acercan cinco mujeres en una disco, pero si estás arriba de un escenario, son 50 ¡Es el sueño de todo hombre!", dice Jonathan.

Pero no todo es tan perfecto para ellos, porque en más de una oportunidad han recibido lesiones por parte de las chicas más pasadas de copas: los rasguñan, les clavan las uñas e incluso los muerden.

Cada uno tiene un personaje, el cual hace referencia a un show teatral y toda una puesta en escena con ellos disfrazados. Ezequiel es "el cuervo"; Jonathan "el militar"; Leonardo "el chef"; Federico "el ejecutivo"; Christian "el granjero"; Javier "el policía" y Pablo "el marino".

Luego del show personal viene uno grupal y cuando terminan ellos "hacen copas". Como cuenta su Relacionadora Pública, Karen Uribarri, las mujeres pueden invitar a los strippers a tomar un trago, conversar y sacarse fotos. Después vienen los shows privados para las novias.

"Todo el esfuerzo que uno hace en la semana para estar bien, se compensa con el grito y los aplausos de las chicas", dicen.
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