Con horror he podido constatar que mucha gente bota la comida que sobra a la basura. Me llega a doler el estómago. No sé si será porque de niño siempre vi a mis abuelas o padres guardar hasta el último pellizco de comida para reutilizarla. Las cosas no estaban para derrochar comida.
¿Habrá sido herencia de lo que vivió el mundo en la I y II Guerra Mundial o en las crisis económicas? Quién sabe, pero era un pecado hacerlo. Hoy, en cambio, en medio de todo lo desechable, parece ser que botar la comida aunque esté buena, es una más de las formas de vivir con exceso de cosas desechables, descartables, de uso efímero.
Yo soy de los que prácticamente guarda de todo lo que sobra. Algo me queda de esa costumbre tan arraigada de nuestros antepasados. Pero también porque soy un convencido que uno puede lograr tremendos resultados gastronómicos con restos de comida. Ya sea porque los sabores se han intensificado, o porque mezclados ciertos ingredientes quedan mejor que comidos individualmente.
Esto, lo aprendí de un italiano que preparaba unos cannelloni de antología con todas las sobras de la semana. A veces, entre preparación y preparación podía pasar un par de meses… Pero siempre terminaba mejorando la versión anterior.
Este amigo me contó que en Europa se reutilizaba la comida sobrante por los períodos de pobreza y guerras. Y que nadie mira extraño al otro si mezclaba ingredientes.
Los invito a probar un poco. No se arrepentirán.
Daniel Galaz, chef ejecutivo de
OX Restaurant.