TÚNEZ.- Salima está convencida de que "unas gotas de sangre no hacen la honra de una mujer"; sin embargo, esta tunecina de 32 años se sometió a la reconstrucción del himen para llegar "virgen" a su noche de bodas.
Al igual que ella, numerosas tunecinas acuden al quirófano, para amoldarse a una sociedad que sigue siendo conservadora detrás de su fachada moderna, y evitar ser rechazadas por ciertos hombres que afirman sin vueltas que nunca se casarían con mujeres ya "usadas".
La operación de reconstrucción del himen, una pequeña membrana ubicada a la entrada de la vagina, dura apenas media hora y cuesta entre 800 y 1.400 dinares (400 a 700 euros), según se busque restablecer la "virginidad" por unos días (himenorrafia) o de forma duradera (himenoplastia).
"El número de mujeres que recurren a la himenoplastia o a la himenorrafia ha aumentado mucho en los últimos años", dijo a la AFP Moncef Kamel, médico que ejerce en Djerba, en el sur de Túnez. El doctor Kamel opera cada año a un centenar de mujeres, de 18 a 45 años de edad, que llegan a su consultorio "con el rostro tapado por un velo o pañuelo y con grandes gafas (oscuras)".
Suele tratarse de mujeres que "tienen una actividad sexual normal" y que por lo general provienen de medios sociales desfavorecidos. Pero se carece de precisiones sobre la amplitud exacta del fenómeno.
"Es un tema tabú, lo que explica la falta de estadísticas oficiales", explica el ginecólogo Fauzi Hajri, quien trabaja en la capital Túnez. Hajri también opera a un centenar de mujeres al año y entre sus pacientes hay argelinas y libias. Y ha constatado que su actividad está sometida a variaciones estacionales, con un aumento considerable a partir del inicio de la primavera en abril, que es también la época de las bodas.
"Hipocresía social"
Para el doctor Hajri, este fenómeno se explica sobre todo por el aumento de la edad promedio del matrimonio. Numerosos jóvenes tunecinos de ambos sexos mantienen relaciones prematrimoniales y al acercarse el día de la boda, las mujeres recurren a la reconstrucción del himen.
Esta práctica revela, según el sociólogo Tarek Belhadj Mohamed, "la hipocresía" de la sociedad, que se niega a reconocer la evolución de las prácticas de gran parte de la población.
En su libro "¿Vírgenes? La nueva sexualidad de las tunecinas", la psicoanalista Nedra ben Smail señala que "los médicos estiman que solamente el 5% de las jóvenes no se preocupa por la virginidad antes del matrimonio.
El 20% estaría constituido por 'verdaderas vírgenes' y las tres cuartas partes son 'vírgenes médicamente asistidas'". "El modo de vida en Túnez parece moderno y abierto, pero la realidad refleja todo lo contrario: nuestra sociedad e inclusive las élites se muestran tolerantes respecto a la virginidad en teoría; pero cuando el asunto les atañe, se convierte en una condición primordial para el matrimonio", asegura Tarek Belhadj Mohamed.
"La virginidad es un certificado de validez para la mujer, que en nuestra sociedad sólo tiene una función sexual y reproductiva, mientras que el hombre debe 'entrenarse' para mostrarse maduro sexualmente al casarse", añade. La reconstrucción del himen, sostiene, es un acto de "hipocresía social y una discriminación hacia las mujeres".
Bajo presión, lo mejor es mentir
Salima no dice nada diferente, aun cuando Túnez sea desde los años cincuenta el país árabe donde las mujeres tienen más derechos. La Constitución adoptada en enero reconoce inclusiva la igualdad entre ambos sexos.
"La hipocresía de los hombres y de nuestra sociedad me empuja a hacerme esta operación. Pero para mí, unas gotas de sangre no hacen la honra de una mujer", dice Salima.
La joven, quien obviamente prefirió omitir su apellido, también explicó que una vez quiso "jugar la carta de la franqueza" con un hombre. "Pero apenas se enteró renunció al matrimonio e hizo todo lo posible para llevarme a su cama. Ésta es la mentalidad de los hombres: ¡una mujer que ha tenido relaciones sexuales antes del matrimonio sólo es una furcia y no puede ser una buena madre!", se lamenta.
Sabra, de 27 años, no piensa que "la virginidad sea una garantía de fidelidad" y reivindica "el derecho de la mujer a una vida sexual". Sin embargo, también prefiere mentir y ceder a la presión social antes que quedarse sola.
"Si yo le hubiera dicho a mi marido que no era virgen, no habría aceptado casarse conmigo, y éste es el caso de muchas mujeres en Túnez", asevera.