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Sebastián Esnaola: “Los hombres nos ponemos bien barsas y vagonetas”

Habiendo vivido desde siempre rodeado de mujeres, este periodista y tierno padre de tres hijos, asegura que hoy puede comprender qué piensan las mujeres. “Según cómo fue el ‘buenos días’, ya caché cómo viene la mano”, asegura.

23 de Abril de 2014 | 08:18 | Por Ángela Tapia Fariña, Emol.
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Cristián Soto, El Mercurio.
“Yo no tengo problemas en disparar si me parece que no están bien las cosas”, dice seriamente un hombre, en el antejardín de Radio Universo, mientras se fuma un cigarro. Es Sebastián Esnaola (@sesnaola), uno de los conductores de “La hora del taco”. Y al decir “disparar” no se refiere a un ataque con balas, sino que con sus palabras y mordaces opiniones, a través de su espacio radial o desde su cuenta de Twitter.

Enamorado de su trabajo en el dial, desde octubre pasado, este periodista viene agarrándole el gusto a estar frente a la cámara como panelista de “#Vigilantes” en La Red, así que su vida alrededor de la noticia y el debate parte en horario am y finaliza casi a las 11 de la noche.

“Somos buenos para opinar en Chile y todos creemos que tenemos la verdad”, dice sobre la dinámica que se da, sobre todo en las redes sociales sobre temas de interés público. “La idea es que ese debate sea siempre sobre la base del respeto, y con esto no quiero decir que yo sea un beato. A veces, también me he equivocado (…) Dicen que las redes sociales son como el patio de un colegio, donde pasa de todo. Pero yo diría que en este minuto estamos como en el baño del colegio, escribiendo en las paredes cuanta tontera se nos ocurra”, explica. “Tenemos que empezar a tomarnos más en serio lo de las redes sociales, porque ya dejaron de ser un jueguito”.

Y es precisamente en Twitter, ante sus más de 40 mil seguidores, donde Esnaola no tiene problemas en resumirse como un tierno hombre de 36 años, que da todo por su familia, asegurando tener como copiloto en la vida a su esposa, la publicista Coca Worthington, y ser, por sobre todo, papá de Maite (7), Antonia (5) y Manu (2).

“Soy súper baboso por todos”, dice Esnaola, ya menos ceremonial, actitud que desaparecerá por completo a lo largo de esta entrevista, llegando a emocionarse y reírse en varios momentos que recordó junto a los suyos. “A veces no puedo estar todo lo que quisiera, pero ellos saben que cuando estoy, trato que sean momentos de calidad para ellos y para mi señora. La Coca es la mujer de mi vida. Estoy convencido de eso. Además de ser la persona en la que más confío, es mi pareja y mi mejor amiga”.

-Y es tu copiloto...
“Sí, ¡y vaya que hemos ido por caminos bien complicados! Pero las hemos sacado todas adelante y no nos hemos cansado de eso. Cuando miro en perspectiva estos más de 10 años que llevamos, incluso me emociono porque hemos vivido cosas muy fuertes”.

Lo primero que se le viene a la cabeza es el infierno que vivió por un mes entero, teniendo a Maite -entonces de 4 años- al borde de la muerte por una meningitis por listeria. “Eso me marcó mucho. Aún puedo escuchar los gritos con los que nos despertamos esa noche, porque le dolía demasiado la cabeza. No se me van a olvidar nunca. Partimos a la clínica y lo primero que nos dijeron fue un diagnóstico errado, porque nadie esperaba que una niña tuviera listeria. Eso le daba a las embarazadas y viejos. Perdimos tiempo vital para poder darle el tratamiento adecuado, y le pudo costar la vida”.

“Me acuerdo que llegó un doctor y nos dijo: ‘Prepárense, que se viene un día muy difícil. Ahora ella está bien, pero no les puedo asegurar que en los próximos treinta minutos esté igual’”.

-Qué duro…
“Especulaban que podía tener alguna falla en el sistema inmunológico, alguna leucemia. Y yo pensaba con rabia qué podría haber hecho esta niñita para merecer esto y por qué a nosotros. Tenía la sensación que me cortaban los brazos y se me caían al suelo. Fueron 30 días de terror, pero los logramos sacar adelante de manera milagrosa. A estas alturas de mi vida yo tan creyente no soy, pero sí hay cosas en las que reconozco que aparece una mano que no ves. Esta enfermedad es muy grave, a veces fatal, y suele venir acompañada de consecuencias. Pero ella quedó sin secuelas, perfecta. Hoy la ves linda, grande, le va bien en el colegio… Esas cosas hacen que mire a mi señora y le diga ‘¡sos grande!’”.

-¿Y se unieron más?
“Sí, heavy. Hay muchas parejas que al pasar momentos así, generan quiebres, se echan responsabilidades encima, pero nosotros no. Nos olvidamos de las culpas. Aquí no había culpables, solo había que echarle para delante y en eso estamos hasta hoy. Llevamos juntos… Tengo que sacar cuentas ya, porque estoy viejito. (Piensa) Llevamos 11 años juntos y el próximo año cumplimos 10 de casados (ríe)”.

-Manu llegó hace poco a tu vida familiar. ¿Qué aprendiste durante tantos años rodeado solo de mujeres en tu casa?
“Es que toda mi vida he estado rodeado de mujeres. Mi papá siempre estuvo muy presente, pero me crié con dos hermanas y con mi mamá. Estudiaba en el mismo colegio donde ella trabajaba, así que la tuve siempre muy cerca y fui muy mamón. De mis mujeres, más allá de aprender de las princesas de Disney con mis hijas, creo que tengo una sensibilidad mayor que el común de los hombres de mi edad”.

-¿Tanto así?
“Creo que soy capaz de ponerme en el lugar de una mujer y vaya que cuesta. Me pasa hasta en el trabajo, donde logro sospechar qué está pensando una mujer y cómo ve las cosas. Como que ya les saqué la foto (ríe)”.

-¿Dejaste atrás el clásico pensamiento masculino de ‘están todas locas’?
“(Reflexiona) Sí. Incluso puedo entender que a veces se enojen, aunque sienta que con eso, estoy traicionando un poco la esencia del hombre. Pero sí, a veces tienen razón, si los hombres nos ponemos bien barsas; somos poco colaboradores, medios vagonetas…
“Poder comprender a las mujeres y no cuestionarlas, hace que sea mucho más llevadera la relación y el vínculo que tengo con mis hijas”.

-¿Y qué pasa con el impredecible mundo hormonal femenino?
“Hay que entenderlas. Tampoco es culpa de ellas al final, son así. Su cuerpo y su biología funcionan de forma distinta. A veces despiertas y te pegan un ladrido. Dices algo y te pegan tres ladridos. Ahí uno tiene dos caminos: o ladras de vuelta o te haces el gil; piensas que se les va a pasar, que no andan en un buen día, y listo. Me ha pasado que según cómo fue el ‘buenos días’, ya caché cómo viene la mano, que tengo que quedarme más callado y quizás más colaborador, porque lo más probable es que si me quedo echado viendo el partido de futbol -que sería un sueño para mí-, lo más probable es que termine teniendo un fin de semana muy largo y complicado”.

-Deberías escribir un libro.
“Me encantaría. A lo mejor me tiento, pero habría que preguntarle a mi señora si de verdad lo estoy haciendo bien, como para dar mis consejos”.

-¿Cómo cambió las cosas en tu mundo rodeado de mujeres, la llegada del Manu?
“Fue la revolución. Es mi elemento de cable a tierra. Él es súper cercano y cariñoso. Cuando lo hago dormir, me acuesto a su lado, conversamos y cantamos canciones hasta que se queda dormido. Él tiene el monitor de sonido de cuando era guagua, con una luz que muestra unas estrellas. Me dice siempre lo mismo: ‘¡Papá, las estrellas! ¡Mira la luna! ¡El plátano!’ –una luna menguante a la que llama ‘el plátano’-. Y empezamos a cantar ‘Caballito blanco’, hasta que le cambia la letra y nos reímos a carcajadas. ¡Me encanta! Si hay una cosa que me gusta es ser papá, independiente del tema de la pega que me llena. Ser papá ha sido impresionante. Me encantaría tener más plata para tener más hijos, a ese nivel”.

-¡Qué ternura!
“Es que estar con mi cabro chico matado de la risa por algo tan simple, me deja el corazón hinchado, latiendo fuerte y me permite estar feliz y tranquilo en la semana. Sé que tenemos poco tiempo para compartir, pero lo que más me preocupo es que sea de calidad. Y espero que si el día de mañana me cae un piano encima y me muero, mis cabros chicos se acuerden que el papá era dedicado; y que cuando sea abuelo, ellos también sean así de entregados con sus hijos”.

-¿Cuál es tu vicio privado?
“Disfruto mucho haciendo asado, con reglas y todo. Es algo sagrado. Odio que se metan en mi parrilla. Si un amigo llega y se mete, me echa a perder la tarde; le paso el cuchillo y el tenedor, y me voy a acostar a ver un partido de fútbol. La parrilla es mía”.

-¿Algún consejo parrillero?
“Dedicarle tiempo al asado. No pueden pretender prender la parrilla a la una de la tarde para almorzar a las dos, o ponerse nerviosos y empezar a cortar la carne, no. Tómense el tiempo. Yo no tengo problema a empezar a hacer un asado que vamos a comer a las dos de la tarde, a las once de la mañana, y dedicarle tiempo y cariño. Lo otro, no le pongan salchicha a la parrilla. Háganle pulpitos a los niños con eso, pero no hagan asados con salchicha”.
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