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Una radiografía a la mujer chilena a lo largo de la moda

El periodista Juan Luis Salinas pasa revista a la moda entre las décadas del ‘50 al ’90 y devela secretos sabrosos de este mundo.

09 de Mayo de 2014 | 08:23 | Emol
Aclara de entrada que su libro no es de historia, porque no es historiador. Según lo define es un ensayo periodístico que busca dar cuenta de la moda que ha imperado en Chile desde la década de los ´50 y su influencia en la mujer chilena.

Leer el texto es encontrarse con historias olvidadas, poco conocidas o no registradas de diseñadores, revistas que tuvieron y tienen mucho que decir en el tema, y mujeres que marcaron estilo.

Nada más sabroso el pasaje de cómo fue que los fotógrafos se aventuraron a hacer las primeras sesiones de moda en Chile, sin grandes equipos, ni apoyo de producción –las modelos se maquillaban y peinaban solas- o recursos para viajar a los lugares paradisíacos donde se va hoy.

O el impacto que tuvo la llegada de las minifaldas en una sociedad conservadora.

Periodista de la revista Ya, autor de la columna 'El Fashionista' en la misma, Juan Luis Salinas se ha especializado en este tema con pasión, pero en muchos otros también. Así como viaja a diversas Semanas de la Moda en Nueva York o París, también recorre el sur y norte de nuestro país recogiendo historias humanas que lo han hecho acreedor de distintos premios.

Imposible de resumir este texto titulado “Linda, regia, estupenda”, de editorial El Mercurio-Aguilar, su autor se aventura a dar algunas pinceladas para entender por qué revisar la moda en Chile da cuenta de una sociedad que cambia y se hace eco de distintos eventos, ya sea políticos o económicos, que pueden determinar cómo se viste una mujer.

-¿Se puede hablar de historia de la moda en Chile, cuando está tan influenciada desde el extranjero?
“Me parece importante aclarar algo: siempre se dice que en Chile la moda está influenciada desde el extranjero, pero eso es un fenómeno mundial. Tanto en Chile como en el resto de Latinoamérica, la influencia de los grandes centros de la moda, especialmente europeos -en orden decreciente: París, Milán y Londres- y en las últimas décadas de la escena de la moda neoyorquina es inevitable. En Chile, donde no se ha desarrollado una escena de costura fuerte y tampoco se mantenido una industria textil potente, la influencia extranjera es obvia y lógica. Eso viene ocurriendo desde principios de siglo XX cuando el modelo imperante de sofisticación en artes, la arquitectura y la moda era el francés, y en la medida que han avanzado los años esa influencia se ha ampliado a Inglaterra que comenzó a hacer fuerte en los años 60, luego a Italia a comienzos de los 70 y casi al mismo tiempo a Estados Unidos.
“No lo veo como un pecado, sino como una constatación de nuestra realidad en términos de país consumista de moda más que generador o creador”.

-¿Hay uno, dos y hasta tres hechos que puedas mencionar cómo hitos de las décadas que investigaste?
“Curiosamente los hitos en moda en Chile tienen que ver con el consumo. El primero está marcado por la llegada de Gath & Chaves a Santiago en 1910. Esa tienda de departamentos que marcó época tanto porque trajo oficialmente creaciones de los modistos franceses -un trabajo que antes hacían clandestinamente a modo de comercio glamoroso algunas señoras de burguesía local que se traían diseños de París en baúles para comercializarlos entre sus amigas y otras para copiarlos con sus costureras y venderlos.
“Luego en los años cincuenta los hermanos García Garró, los dueños de Los Gobelinos, lograron conseguir la licencia de Christian Dior a Chile. Eso fue un hecho inédito, porque Chile fue el primer país latinoamericano que contó con estos diseños del creador francés que marcaba tendencia en el mundo. Con estos trajes que comercializaban estas tiendas se vestían las señoras de la burguesía, pero también se repetía el fenómeno de la copia porque entonces la máquina de coser ya se había masificado y transformado en una herramienta de trabajo para mujeres de sectores populares. Así las costureras de barrio hacía su versiones, más precarias y con menos ornamentación, de los diseños sofisticados que llevaban la elegantes de la Elite.
“Luego en los años 60 comienza la liberación de la mujer con el bikini y coincide con la irrupción de la píldora en el gobierno de Frei Montalva: ambos hechos son representativos de una época en que mujer toma conciencia de su cuerpo y sus libertades.
“Otro hecho significativo ocurre a comienzos de los 70 con la irrupción de la moda autóctona, quizá el proyecto de estilístico más soñador y bonito que ha surgido en el país, y, finalmente, a principios del 2000 con la masificación de las redes sociales surgieron tribus urbanas locales como los ‘pokemones’”.

-¿Es posible definir el estilo de la mujer chilena a lo largo de los años? Se la describe generalmente como conservadora.
“Es que cierto, la mujer chilena es conservadora (los colores que más se repiten en la ropa de las chilenas es el café, beige y azul). Pero eso no significa que no sea coqueta. Es pretenciosa, pero en un modo más neutro y realista. Quizás no tenga lo sofisticación ni el atrevimiento que tienen ciertas mujeres en los grandes centros de la moda, pero las chilenas hasta en las épocas más difíciles se las han ingeniado para vestirse bien, para estar impecable, para cubrirse con dignidad y algo de encanto. De hecho en la épocas más complejas en términos político sociales, como la etapa de escasez durante el gobierno de UP, cuando las empresas textiles estaban intervenidas, ellas se las ingeniaban para hacer vestidos con géneros que anteriormente eran considerados de baja escala como el percal y el tocuyo. Con estas telas se hacían vestidos que adornaban con cintas y bordados. En esa época las más jóvenes, quienes ya soñaban con los jeans, se hacían pantalones con telas gruesas para hacer colchones que tenían una textura similar. Y en los últimos años, con la llegada de la tiendas retail y la moda de consumo rápido, las mujeres han podido seguir las tendencias internaciones y a mezclar tonos y texturas”.

-¿Hay algún hecho histórico que indique un quiebre, un cambio significativo en la moda chilena?
“Existen hechos políticos sociales que afectan los cambios de la moda como, por ejemplo, con la crisis de la UP se produjeron innumerables intervenciones a la industria textil por lo que comienza a escasear las telas necesarias para cubrir la demanda interna. Luego con el régimen militar y su política económica neo liberal aumentan la importaciones (lo que termina de liquidar la industria textil local), pero permite el desarrollo de la moda y el diseño de manera más acelerada”.

-¿Cuál es para ti el mejor momento de la moda en Chile?
“A fines de los años 60 y comienzos de los 70 cuando se desarrolló la moda autóctona. Fue un período muy experimental y bastante romántico en términos de atrevimiento y emprendimiento de un grupo de creadores locales que se propusieron lo típico, ya sea las técnicas de confección como el telar y los bordados como en las gráficas de los diseños que creaban. Ahí están Marco Correa que desarrolló vestidos tejidos en reinterpretaciones muy coloridas de las grecas precolombinas; Enrique Concha, que estampó telas inspirado en la cultura diaguita y realizó joyas con raíces en Isla de Pascua; María Ines Solimano con sus vestidos tejidos; Alejandro Stuven con estampados étnicos que realizó para Du Pont en Estados Unidos y la tejedora chilota Nelly Alarcón, quien fue descubierta vendiendo sus tejidos en telar en el Cerro Santa Lucía y luego fue invitada por Pablo Neruda, quien era embajador en Francia, para que pudiera presentar su colección en el Museo del Louvre de París.
“Con la llegada de Pinochet este proyecto de moda local comenzó a desaparecer ya que estaba ligado, por su estética y rescate de lo típico, a la propuesta nacionalista impulsada por Salvador Allende”.

-¿Imposible no preguntar por qué “Linda, regia, estupenda”?
“Es un bonito nombre para hablar de la mujer, de sus pretensiones, de sus conquistas a lo largo de seis décadas, de las luchas que han debido sortear, de su rol en la sociedad, de sus hábitos de consumo y de cómo han mantenido, ante cualquier contratiempo, la coquetería para poder lucir y sentirse, como dice el título: Linda, regia y estupenda”.
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