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Leonora Calderón: La nieta que busca preservar el legado de Lola Hoffmann

Descendiente de la destacada psiquiatra que revolucionó con sus postulados a la sociedad chilena a fines de los ’70 y ’80, asegura que su mensaje y enseñanzas están plenamente vigentes.

20 de Mayo de 2014 | 12:25 | Por María José Errázuriz L.

 Reconoce que la situación es extraña, que oficia de una suerte de vocera de su abuela, Lola Hoffmann, y que eso, en parte, se explica porque la destacada psiquiatra no dejó escritos y a que ella fue la única de sus nietos que estudió bajo su alero.

A más de 25 años de su muerte, en 1988, Leonora Calderón Hoffmann ha reeditado la biografía, “La revolución interior”, que escribió a los pocos años de la partida de Lola, con el mismo objetivo de antes: dar a conocer la vida de esta fisióloga nacida en Letonia, que estudió en Alemania, donde conoció al médico chileno Francisco Hoffmann y con quien arribó a Chile en la década de los ’30.

Fotógrafa y documentalista, Leonora, tuvo la oportunidad de compartir con su abuela muchos momentos, especialmente, cuando estudió filosofía o vivieron juntas en la misma parcela. Hija de Adriana, la destacada botánica y una de los dos hijos de Lola, se siente orgullosa de poder dar a conocer la historia de esta mujer que significó tanto en la vida de otras y que dejó huellas en varios discípulos como Pedro Engel.

 “Mi abuela no dejó muchos textos porque era muy intensa en su trabajo como terapeuta y era una estudiosa, entonces, hay notas, pero textos muy pocos”, dice Leonora al explicar porqué se ha dedicado a perpetuar en cierta forma el pensamiento y enseñanzas de Lola.

-¿Sientes que es una responsabilidad muy grande el tener que cumplir con esa misión?
“Es una responsabilidad muy grande, pero estoy súper feliz porque creo que Chile está preparado ahora para recibir el mensaje de mi abuela. Cuando escribí el libro en 1993, yo tenía 20 años menos y Chile estaba viviendo un proceso totalmente diferente, empezaba la democracia.
“Los mayores aportes de mi abuela fueron en dictadura cuando se vivía en la maximización del modelo patriarcal de la sociedad chilena y entonces habló de temas como la ecología y el cuidado del medio ambiente, a través de la Iniciativa Planetaria, temas que hoy tienen mucho eco”.

-¿Hay alguna heredera de la Lola? ¿Tu madre, tú?
“¿Heredera?... De la familia, fui la única de los nietos que estudió con ella y de sus discípulos, los más cercanos fueron Engel y Gonzalo Pérez. Claudio Naranjo o Humberto Maturana fueron cercanos, pero no se definen así, sino más bien como pares”.

-Es una pérdida que no haya dejado escritos.
“Una lástima, es una verdadera lástima que no haya escrito más. Para esta reedición recopilé material y mi idea es poder hacer dos libros más: uno sobre los sueños y otro, de toda su correspondencia. Me faltan cosas por revisar, entonces tengo que ver si puedo desarrollar también el tema del antropograma, que es muy complicado y que Engel trató de escribir, pero que me derivó a mí porque no pudo. Yo no soy una experta, trabajo en otra área, pero intento hacerlo”.

-¿Cómo definirías la influencia de la Lola en ti? ¿Te marcó?
“Ella siempre me dijo que tenía que ser valiente, que era muy importante serlo, y que además fuera, independiente, que no dependiera de una pareja. Me marcó sin lugar a duda; tengo una relación con mi esposo de independencia, donde nos respetamos mucho en nuestros espacios”.

-¿Además de ser valiente, hay otra enseñanza potente que haya guiado tu vida?
“Seguir las propias inspiraciones. Ella decía que cuando uno se conectaba con sus talentos lograba ser feliz y no se cansaba del trabajo y podía seguir siendo creativo. Eso, al final, es clave para no quedarse en una posición, un trabajo que abruma o desagrada. He sido muy feliz en mi vida laboral, free lance, y estoy contenta de no haber seguido una carrera formal tradicional, con seguridad”.

-En el libro señalas que ella no fue una abuela tradicional, ¿lo añoraste?
“Ella no fue abuela para nada, creo que dos veces en mi vida me llevó a comprar un regalo o tomar té en el café Villa Real, pero, en cambio, le fascinó cuando comenzamos a crecer y empezamos a interactuar. Ella estaba fascinada cuando entré a estudiar filosofía y me invitó a participar de los grupos de I Ching con ella en los que estuve un año.
“No tuve añoranzas porque para eso tenía a mi otra abuela, la paterna, que me hacía chalecos, así que estaba equilibrada”.

Ex reportera gráfica del diario “La Época”, Leonora se casó joven contraviniendo la recomendación de su abuela de no hacerlo. Tuvo a su hija Elisa, y después de su separación viajó a Boston, en 1994, donde con nueva pareja vivió más de 10 años. Instalada en Tunquén con su marido, en este momento una de sus preocupaciones es trasladar a esa localidad a su madre, Adriana, que vive en Cachagua junto a uno de sus hermanos, y tirar las primeras líneas de una fundación que preserve la memoria de Lola.

Tiene claro que Lola marcó a muchas mujeres, entre ellas a Malú Sierra y Delia Vergara, a fines de los ’70, época en que promovía ideas como que los matrimonios debían convivir en dormitorios separados o que era factible tener relaciones extramaritales, ambas situaciones que ella aplicó en su relación con su marido. De hecho, Lola sostuvo una larga relación paralela con el escultor y poeta Tótila Albert.

-Claramente, en esa época Lola fue una adelantada.
“Ella ayudó a la liberación de muchas mujeres, no siendo feminista. Ayudó a las mujeres las mujeres a buscar su propia liberación, pero ella era también muy pro hombre; de hecho tenía muchos amigos cercanos. Sus postulados como piezas separadas a su juicio era necesario para mantener la individualidad y no romper al matrimonio. Creía en la pareja por los niños, pero pensaba que los espacios propios eran fundamentales”.

-En ese tiempo fue trasgresora, hoy no lo sería.
“Sí, ella tenía una fascinación por las mujeres periodistas y tuvo muchas seguidoras como la Malú y la Delia y sabía que éstas iban a escribir sobre ella y su mensaje se iba a masificar en los medios como fue la revista Paula. A lo mejor, se le habría ocurrido una cosa nueva que la tendría a la vanguardia, alguna nueva trasgresión, porque siempre estaba rompiendo los límites de la norma”.

-¿Por qué crees que ella nunca se declaró feminista teniendo un discurso tan antipatriarcal?
“Porque creo que ella amaba profundamente a los hombres. Ella era antipatriarcal y por eso le enseñó a muchos hombres a romper con los mitos del machismo, a mirar su parte femenina porque la corriente jungiana (de Carl Gustav Jung) va hacia la integración de lo masculino y femenino. Las feministas niegan al masculino”.

Leonora sostiene que la institución del matrimonio, que su abuela cuestionaba, sigue en tela de juicio hoy y no está para nada resuelto, más cuando existen las parejas homosexuales y hasta los tríos. También afirma que, pese a que ahora existe el divorcio y las convivencias, la sociedad chilena sigue siendo bastante conservadora en la médula por lo que Lola seguiría dando que hablar.

“A mí abuela le tocó liberarse de todo después de su crisis, su profunda depresión a los 45 años, que no eran los 45 de ahora. Ella se quiso poner al día, más cuando conoció a Tótila, pero ella era muy correcta”, asegura.

-Tu abuela veía las crisis como una oportunidad de crecimiento, pero ¿crees que esta sociedad competitiva, materialista, alienada con la tecnología, le provocaría cierta angustia?
“Ella se habría ido a vivir a la playa como mi madre y yo, o se habría encerrado en su casa en Peñalolén. La agresividad, los tacos, la gente triste, el afán por el dinero, tendría a mi abuela totalmente retirada”.

-¿O siendo una voz de alerta?
“Creo que la tecnología le habría fascinado, pero para ella el dinero era el exponente básico del sistema patriarcal”.

-Ella apostaba a vivir las depresiones y por eso criticó la sobre medicación de las mismas porque mantenía el statu quo…
“Mira la cantidad de personas que toman Ravotril para poder soportar la vida, las deudas, los tacos, las crisis matrimoniales. Ella estaba en contra de eso y sostenía que había que mirar las crisis y que la angustia y la depresión eran señales de que algo estaba pasando. Me acuerdo de haber tenido una conversación con ella sobre la angustia y me llevaba por los ejercicios de relajación en vez de medicarme. Los ansiolíticos son para taparse los ojos y no querer ver la realidad”.


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