Es una actitud, una postura frente a la vida. Se vive más feliz, se disfrutan los momentos y cuando viene un tsunami emocional sirve para pasar el mal rato.
Aunque también se ha demostrado que tiene muchos beneficios para la salud, ya que ayuda a recuperarse más rápido del estrés y el sistema inmune se mantiene sólido.
“Cuida tus pensamientos, porque se convertirán en tus palabras. Cuida tus palabras, porque se convertirán en tus actos. Cuida tus actos, porque convertirán en tus hábitos. Cuida tus hábitos, porque se convertirán en tu destino”, es la frase célebre de Gandhi, que marcó un hito en la forma de ver la vida y en cómo cambiarla a nuestro favor.
Es que cómo pensamos es clave.
“Aunque muchas personas creen que optimismo o pesimismo, no es más que el panorama que se les confirió al nacer, ver el vaso medio lleno es una habilidad que se puede aprender, según muchos investigadores”, escribió la canadiense Sharon Basaraba, columnista y especialista en vivir una vida mejor y más larga en el portal,
About.com's Healthy Aging and Longevity.
Para ella, es esencial entender que el optimismo es la expectativa positiva de los acontecimientos futuros, y por eso, cuando uno se anticipa pensando en que las cosas irán bien hoy, mañana, o en los meses por venir, se está siendo optimista.
“El pesimismo, por el contrario, es la creencia de que el resultado de cualquier acción o evento será negativo o perjudicial de alguna manera”, explicó.
Pero, ¿se puede aprender a ser optimista y cambiar la forma de pensar?
La psicología positiva, donde el profesor Martin Seligman es la máxima eminencia, ha pasado años examinando la mejor fórmula para lograrlo y han descubierto que siguiendo el ejemplo de los optimistas, se pueden lograr grandes cambios.
Lo principal que promueven, es distinguir la temporalidad de los acontecimientos, donde los negativos verán las cosas como permanentes, penetrantes y personales, mientras que los optimistas tendrán la perspectiva opuesta.
“Seligman, explica que los optimistas leen a los acontecimientos negativos como temporales, aislados o raros, y debido a circunstancias fuera de su control, y a los eventos buenos, como permanentes, omnipresentes y personales. Mientras que los pesimistas, los atribuyen solo a buena fortuna y factores temporales, aislados, fuera de su control”, citó Sharon Basaraba a Seligman en About.com.
Para qué aprenderUna visión complementaria entrega
Beatriz Cueto, coach, terapeuta y maestra de cocreación, porque a su juicio es esencial distinguir que hay dos tipos de optimismo, tal cual lee. “El primero es negativo y el segundo es positivo.
Están los optimistas que le bajan el perfil a las cosas, que no reconocen lo que las cosas les provocan y hacen como que son optimistas. En este caso, generalmente, físicamente manifiestan un montón de enfermedades y les suelen pasar muchas cosas ‘malas’”, dice.
Estos mismos, además, atraerían a su vida una serie de acontecimientos desagradables y como evaden y no elaboran ni aprenden de las situaciones, éstas les vuelven a suceder una y otra vez.
Por esta razón, cuenta que un optimismo verdadero, no es optimismo realmente, si no más bien es la capacidad de ver el aprendizaje que hay detrás de cada experiencia, y sobre todo, con la confianza plena en que todo al final se resuelve.
Por eso vale la pena practicarlo. “Esto ocurre en base a la integración de experiencias y el reconocimiento de cómo se han resuelto, y de acuerdo a la confianza en sí mismos, de que tienen las herramientas para poder enfrentar y lograr el mejor resultado posible”, explica.
En ese sentido, anima Cueto, que una forma de aprender es a través del agradecimiento, porque en ese gesto se rescata todo lo positivo que tenemos, incluso en los momentos más duros.
Pero también, ejercitando el autoreconocimiento, autoaceptación y amor propio. “Ese es nuestro desafío, lograr amarnos tal cual somos, con nuestras virtudes y nuestras limitaciones, y siempre dar el 100%. Lo que no salga bien después de eso, es solo parte del proceso de aprendizaje, y lo veremos como eso”, enseña Beatriz Cueto.
¿Qué hacer?Martin Seligman propone varias maneras, pero existen 5 cosas que son fundamentales y nada de difíciles de practicar, según la columnista canadiense, Sharon Basaraba.
El cambiar el punto de vista solo requerirá voluntad y flexibilidad.
1. Cambia todo cambia: Revise con qué frecuencia dice que las cosas “no” funcionan, o “siempre” van mal. Mejor, cambie por “a veces” y “últimamente”, porque ayudan a ver el evento como algo más temporal y aprender sobre el estado de impermanencia de la vida.
2. Limitar el impacto: Vea cualquier fracaso como resultado de condiciones muy específicas. No generalice ni ocupe frases universales. En vez de decir, “todos los jefes son idiotas”, piense, “mi jefe es injusto”.
3. Nada es personal: Las causas de acontecimientos negativos pueden ser externas, pero sin culpar a otras personas, son circunstancias. Aunque también es necesario tomar responsabilidades.
4. Visualice un resultado positivo: Imagine que las cosas van bien ayuda a relajarse y pensar con optimismo. Dese el tiempo para soñar, imaginar y sentir ese estado, esto aliviará la ansiedad y reducirá el miedo.
5. Acepte lo que no puede cambiar: Existen acontecimientos que no se pueden alterar ni controlar. De ahí que el ejercicio de aceptación de las cosas convenientes o inconvenientes en nuestra vida se recomiende la meditación, donde con solo ser consciente de la respiración se puede llegar al ejercicio de aceptar pensamientos, imágenes y sentimientos. Es sólo práctica y dedicación.