13 conductas que indican que tu hijo tiene una autoestima negativa
Aparecen en la edición actualizada y ampliada del libro “Confiar en uno mismo”, en el que Isabel Margarita Haeussler y Neva Milicic proponen un programa de desarrollo de la autoestima para niños de enseñanza básica.
29 de Agosto de 2014 | 07:00 | Emol
"Una de las variables más significativas que se ha descrito para el bienestar emocional, la adaptación social y el éxito en la vida es tener una autoestima positiva, es decir, saberse y sentirse querido, valioso y competente en diferentes aspectos", plantean Isabel Margarita Haeussler y Neva Milicic en la introducción de su libro "Confiar en uno mismo" (Catalonia).
En el texto, las psicólogas proponen un programa de desarrollo de la autoestima para niños de enseñanza básica a través de diferentes actividades. Y aunque el libro está dedicado especialmente a los educadores, también puede ser útil para las familias interesadas en el desarrollo de la autoestima de sus hijos.
Claro, porque -tal como afirman las autoras- una autoestima positiva se traduce en una percepción de ser querible, valioso y en estar contento de ser como se es. Sin embargo, también existe el lado negativo que implica todo lo contrario: un sentimiento de ser poco valioso, no querible y, en resumen, de no aceptarse a uno mismo.
"Dependiendo de la personalidad del niño, de sus experiencias vitales y de los modelos de identificación a los que ha estado expuesto, la autoestima negativa puede expresarse de diferentes maneras", sostienen Haeussler y Milicic.
A continuación te presentamos algunas de las actitudes y conductas que, según las psicólogas, son las más frecuentes de los niños con problema de autoestima:
- Actitud excesivamente quejumbrosa y crítica: permanentemente están reclamando con el objetivo de conseguir la atención y simpatía de los otros. Sin embargo, logran exactamente lo contrario, es decir, ser rechazados, lo que de alguna manera les confirma que son víctimas y que nadie los comprende.
- Necesidad compulsiva de llamar la atención: constantemente interrumpen para que los demás se fijen en lo que están haciendo o pensando, pero por lo general no tienen éxito y reciben respuestas negativas. Así, continúan con su actitud demandante.
- Necesidad imperiosa de ganar: se frustran y ofuscan en forma desproporcionada si pierden, y sólo están satisfechos cuando logran ser los mejores. "Son malos perdedores, porque no aceptan la derrota; y malos ganadores, porque hacen una ostentación exagerada de sus éxitos", describen las autoras.
- Actitud inhibida y poco sociable: se valoran poco y tienen temor a autoexponerse. Asimismo, se consideran aburridos, por lo que no toman la iniciativa creyendo que podrían ser rechazados. Esto hace que sus compañeros tiendan inconscientemente a ignorarlos, y prefieran acercarse a otros más participativos y entusiastas.
- Temor excesivo a equivocarse: consideran que un error es sinónimo de catástrofe. "Prefieren decir 'no sé', cuando se les pregunta algo, si no están completamente seguros de la respuesta", sostienen Haeussler y Milicic. Como consecuencia, suelen presentar ansiedad frente a exigencias, y experimentar "bloqueos" en pruebas o exámenes.
- Actitud insegura: confían poco en sí mismos, tienen miedo de hablar en público y un marcado sentido del ridículo. Según las psicólogas, esta actitud frena su creatividad, ya que prefieren hacer sólo lo que están seguros que hacen bien.
- Ánimo triste: pueden confundirse con niños tranquilos, pero en realidad les falta espontaneidad y son poco vitales en relación a sus compañeros. "Son niños que no pelean por su espacio y, en una actitud resignada, aceptan el lugar que se les asigna", señalan las autoras. El problema es que como "no molestan", a veces reciben ayuda en forma tardía.
- Actitud perfeccionista: en su afán por que cualquier trabajo quede perfecto, son lentos y no alcanzan a terminar. Y, cuando lo hacen, quedan descontentos con el resultado, por lo que evitan que otros lo vean. "Les cuesta discriminar qué es importante y qué no lo es, por lo que gastan la misma energía en cosas accesorias que en cosas importantes, dejando de hacer, en ocasiones, tareas fundamentales", dicen Haeussler y Milicic.
- Actitud desafiante y agresiva: a juicio de las psicólogas, esta conducta es quizás la más difícil de percibir como problema de autoestima, ya que los niños desafiantes aparecen como sobreseguros. Además, los adultos tienden a reaccionar en forma negativa hacia aquellos con actitudes desafiantes y agresivas, lo que a su vez hace que los niños escondan su tristeza con más agresión, transformándose en un círculo vicioso. "El pronóstico de estos niños suele ser malo, porque es necesario ser muy tolerante y sabio con ellos para trascender a estos comportamientos y no caer en técnicas represivas", indican.
- Actitud derrotista: se perciben a sí mismos como fracasados, por lo que no inician ninguna empresa porque están convencidos de que no resultará. "Prefiero pasar por flojo que por tonto" es una frase que los identifica plenamente.
- Actitud complaciente: siempre tratan de agradar a los demás, dicen que sí a todo lo que se les pide y les es difícil hacer valer sus derechos, proteger su espacio y decir que no, todo por temor a ser rechazados.
- Necesidad compulsiva de aprobación: requieren reconocimiento por cada logro y buscan permanentemente la atención de los adultos. "Detrás de esta necesidad de aprobación hay una inseguridad muy grande, una falta de confianza en sus propias capacidades, y un temor muy marcado a mirarse a sí mismos, a enfrentar sus sentimientos y a autoevaluarse", declaran Haeussler y Milicic.
- Falta de sí mismos posibles: son incapaces de proyectarse a sí mismos en estados futuros, con un lugar y un espacio donde puedan desarrollar su proyecto personal. Además de ser una señal de autoestima negativa, la ausencia de sí mismos posibles puede relacionarse con cuadros depresivos, afirman las psicólogas.