Enseñan cómo lidiar con la suegra y ser una “lady” en el intento
Una autora entrega sencillos consejos para ser, o parecer al menos, una mujer refinada, con buenos modales y, prácticamente ejemplar.
10 de Octubre de 2014 | 15:55 | Emol
“Todas hemos soñado alguna vez con convertirnos en ladies, refinadas damas”, asegura Eugénie Saint-Antoine, quien propone en un libro diversos consejos para ser o parecer una mujer refinada y que personifique las virtudes de la feminidad.
En “Lady, 100% glamour” (Editorial Océano), la autora repasa la etiqueta en matrimonios, funerales, la educación en los viajes y cuando se reciben visitas, hasta situaciones tan complejas como los malos ratos que una suegra puede hacerle pasar a una mujer.
Según Saint-Antoine, generalmente, cuando esta relación es mala, suele ser culpa de la suegra. Y la única forma de llevar la fiesta en paz es ser una nuera ejemplar. Es decir, ser toda una “lady”.
Una dama debe entender que convertirse en suegra no es fácil, escribe la autora. “Sin duda, tu marido ha sido durante mucho tiempo el ojito derecho de su madre, y por eso no es fácil para ésta asumir que ya no es la número uno en su corazón (…) Una auténtica lady lo sabe, lo acepta y espera que el tiempo cure las heridas”.
Saint-Antoine dice que una dama sabe que el karma se devuelve, así que prefiere ser amable con la mujer que a veces le hace la vida imposible, para que en el momento en que ella también se convierta en suegra, le toque una nuera con nervios de acero… Y a veces de titanio.
“¿Qué ocurre si la suegra llega de improviso y se auto invita a quedarse varios días en casa? Evidentemente, la lady no se pone a gritar y la recibe con amabilidad, pero exige a su marido (muy) cortés y diplomáticamente que reprenda a su madre, pues la habrían recibido mejor si hubiera avisado”, -aunque en el fondo lo que quiere decir la refinada dama es que la señora es una fresca y entrometida, pero no lo dice con esas palabras exactas-.
En el caso de que la suegra sea de aquellas que tienen una extraña fijación en recordar los buenos tiempos de su hijo con su ex pareja, y de lo simpática y cándida que era ésta, la autora recomienda firmeza, recordándole con amabilidad y una sonrisa que la ex es ex y que por ende, es algo que ya quedó en el pasado.
Si la señora insiste en incomodar a una lady con los recuerdos de antiguos amores de su hijo, Saint-Antoine aconseja enviar como emisario al propio marido para que sea más tajante si es necesario. “Seguro que a él le escuchará antes que a ti”, agrega.
La esposa respetable y la perfecta ama de casa
Lejos de querer regresar a la década del 50, Saint-Antoine propone ser una mujer que mantenga su independencia y dignidad, solo que preocupándose de la imagen que proyecta hacia su marido, lo que podría ser visto como sumisión para algunas, como verdadero amor y educación para otras, y hasta como una manera de hacerse la mosquita muerta. Todo depende de las verdaderas intenciones.
Por ejemplo, “la lady no da pie a que su comportamiento, sea cual sea, perjudique a su esposo”, quien siente orgullo de estar con una mujer tan excepcional.
Pero ser una lady no es sinónimo de ser tonta: “La lady solo se casa si el gentleman elegido es capaz de compartir las tareas con ella, y si es necesario, de prestarle ayuda incondicional”. Y por supuesto, tal comportamiento es devuelto para mantener la relación sana.
En cuanto al hogar, Saint-Antoine asegura que la casa de una lady siempre está radiante y organizada. Jamás se verá un calzón o medias secándose en el baño, una montaña de platos por lavar ni polvo en las mesas de vidrio.
La decoración es sobria y clásica, “pero lo más importante es que todo el mundo es bien recibido”, asegura la autora.
“Siempre hay suficientes sillas y cubiertos. Además, la anfitriona siempre saca de no se sabe dónde mantas de más para los amigos que se quedan a dormir, y sorprende por su habilidad para hacer que cualquiera se sienta a gusto. Es como un hada protectora del hogar”.