El placer de tu café. El cerrar el día con una rica cena y tu copa de vino. El gusto que te otorga un pedazo de pastel, un postre. ¡Oh, esos placeres culpables!
Es que la cafeína, el alcohol y el azúcar están pasando a la categoría de “vicios” por ser las principales sustancias que causan adicción en las personas. Sí, suena fuerte.
Pero todo indica que el estar consumiéndolos todos los días y en exceso serían la causa de varios problemas de salud. Al menos, esa es la apuesta del Servicio de Salud del Reino Unido, que hace un mes comenzó una activa campaña para reducir su consumo habitual.
La medida puede parecer absurda e irrisoria, pero si se piensa bien, el tomar todas las noches dos copas de vino, uno puede sospechar que es un indicio de una vida poco sana. Pero, cuesta entender los males que pueden provocar el café y el azúcar cuando su consumo se ha convertido en un hábito.
Sin embargo, tan inocentes no son. Por ejemplo, Pamela Rojas, nutrióloga de Clínica Avansalud, afirma que una ingesta excesiva de cafeína o bebidas que las contienen puede generar taquicardia, arritmia, aumento de la presión arterial, sensación de nerviosismo e insomnio, pero estos efectos no ocurren en todas las personas.
“El consumo de alcohol puede producir hígado graso, inflamación a nivel del hígado y terminar, finalmente, en cirrosis hepática. Además, de ocasionar trastornos en el estado de alerta, disminución de los reflejos e inflamación del páncreas”, advierte.
En el caso del azúcar, dice que si se consume en forma excesiva puede contribuir al aumento de peso, con las consecuencias que este acarrea hipertensión, diabetes y además se asocia a mayor riesgo de presentar caries dentales. Sin embargo, para la doctora Rojas sólo se ha comprobado que el alcohol es una sustancia adictiva.
El experimento
Entonces, como la recomendación británica parece extraña, tres escritores del periódico inglés, Daily Mail decidieron ponerse a prueba durante tres meses y dejar sus “vicios”.
Angela Johnson, Chris Henry y Antonia Hoyle fueron los valientes que aceptaron el desafío de abandonar el alcohol, el azúcar y el café. Para llevar a cabo el experimento, estos voluntarios tuvieron acceso a sesiones de terapia cognitiva del comportamiento, que es el tratamiento que se recomienda para ayudar a los adictos a salir de las drogas.
¿Qué les sucedió? ¡Sorprendente! Obtuvieron importantes cambios en su apariencia y comportamiento, pero también en los exámenes médicos que midieron su peso, presión arterial, porcentaje de grasa corporal, niveles de glucosa en la sangre y la medida de cintura.
Da para pensar… al menos en disminuir esas tazas de café, copas de vino, tragos, chocolates, pasteles y dulces. Uf! Ahora, dicen que si cuesta intentarlo. No duda cabe, que ya es tu “vicio”.
La prueba del vino
La responsable de dejar el alcohol, fue Angela Johnson, soltera de 40 años. Ella, abiertamente, admitió en una nota publicada en el Daily Mail que en los últimos años había aumentado la cuota de alcohol.
“Al principio lo hice para ayudarme a aliviar el estrés del día, pero se convirtió en un hábito nocturno, donde pasé de una copa a dos o tres”, reconoció.
Contó que los primeros días le fue fácil, pero al quinto, el anhelo por una copa grande de vino blanco, la hizo estremecer y encerrarse en su casa para evitar las tentaciones. A la segunda semana, incorporó en sus actividades nocturnas el agua de coco, el agua mineral y a la tercera semana, aparecieron los chocolates.
Sin embargo, seguía pensando en el alcohol. “Después de seis semanas, mis amigos y colegas comenzaron a señalar que mis ojos estaban más claros, mi cara se veía menos hinchada, y que yo había perdido peso. Pero también, me di cuenta de que me sentía con más energía”, señaló.
Pero fue en ese momento que Angela Johnson comenzó a beber nuevamente, admitiendo su adicción aunque señaló que le gustaba el sabor y no por el efecto que le producía el alcohol.
Como conclusión, dijo que la experiencia que vivió sin apoyo terapéutico le permitió vislumbrar los cambios de estilo de vida que debe hacer, para que su futuro sea sostenible y esté bajo control.
Los resultados: Sus altos índices de colesterol aumentaron porque elevó el consumo de azúcar con el chocolate y el agua de coco. Los especialistas sugirieron realizar una investigación médica y controlar los alimentos ricos en grasas saturadas.
La prueba del azúcar
Para Chris Henry de 42 años, el abandonar el azúcar por este experimento, lo hizo perder dos tallas de pantalones.
La experiencia fue para él, increíblemente difícil pues se dio cuenta que el azúcar está en todos los alimentos envasados que se compran en las tiendas, pero además porque los antojos a media mañana y después de la cena eran los peores. Sintió dolores de cabeza y un gran aletargamiento.
“Nunca pensé que el azúcar tenía esa clase de poder sobre mí. Hice la terapia y pude romper el patrón de recompensa que hacia con aperitivos dulces y aprendí a medir la cantidad de azúcar que consumo”, dijo.
En conciencia, optó por comer más ensaladas y vino tinto. Bajó casi 3 kilos y medios en 10 días. Con el correr de las semanas, la falta de energía que sintió en un momento la recuperó por completo y con creces. Al final del experimento, se compró un pastel y comida china pero que ni tocó.
“Siento que mis papilas gustativas cambiaron, incluso hasta el pan de molde lo encuentro muy dulce”, reflexionó.
Los resultados: El tamaño de su cintura, que al principio revelaba un incipiente desarrollo de diabetes, se redujo asombrosamente salvándose de la enfermedad. También su presión arterial mejoró al igual que los índices de colesterol que bajaron con la dieta rica en fibra que siguió. Se le sugirió agregar más pescado y frutos secos.
La prueba de la cafeína
Antonia Hoyle le tocó renunciar a la cafeína para el experimento. Tiene 36 años, está casada y es madre de dos hijos. Sabía que era adicta a la cafeína, sufría constantes dolores de cabeza pero aún así, tomaba 4 cafés, 3 tazas de té y dos latas de bebida cola sin azúcar para hacer frente a las exigencias del día.
La primera semana fue infernal. Se sentía mareada, irritable y olas de cansancio. La terapia le ayudó a recordar que esos estados eran los efectos secundarios normales debido a la ausencia de cafeína en su cuerpo. Con el pasar de las semanas, los dolores de cabeza cesaron y recuperó el sueño, bajó la ansiedad y sus estados de ánimo fueron cada vez más estables.
“Pero me sentía plana. Los desayunos con té descafeinado sabían a pescado y los té de hierbas eran insatisfactorios, así que recurrí a las galletas y los chocolates para animarme”, relató.
Optó por reemplazar las bebidas por un par de copas de vino. Lo malo es que empezó a ganar kilos. Al final del experimento, volvió a la cafeína pero en forma moderada.
Ahora toma dos tazas de té y una de café al día. “Creo que puedo disfrutarla pero con moderación, me siento más tranquila pero también estoy más gorda… algo tendré que hacer”, concluyó.
Los resultados: Disminuyó su presión arterial a pesar de haber usado más azúcar como estimulante. Se le aconsejó consumir una dieta más balanceada y con suficientes carbohidratos para mantener sus niveles de energía. Los niveles de colesterol también bajaron.