Las bebidas energéticas irrumpieron en los mercados hace más de 20 años y en Chile comenzaron a comercializarse a comienzos de los '90. Descritas por el Servicio Nacional para la Prevención de Drogas y Alcohol (Senda) como "productos artificiales compuestos por múltiples sustancias estimulantes que buscan generar en el consumidor efectos energéticos, regeneradores de fatiga y del cansancio", el consumo de estos productos se ha masificado con el paso del tiempo, siendo muy demandadas por deportistas y jóvenes, que las utilizan en sus fiestas muchas veces mezcladas con alcohol.
Según el Senda, los compuestos de las bebidas energéticas son variados, pero entre ellos destacan la cafeína y glucosa en altas concentraciones, lo "que representa potenciales riesgos tóxicos por su consumo excesivo". De hecho, algunos Estados de Estados Unidos las han prohibido debido al aumento de reportes de intoxicaciones en adolescentes.
"En Chile están reguladas y se registran como alimentos (…) Son por una parte estimulantes del sistema nervioso central y además son altamente irritantes para el estómago. Entonces, ahí están los dos principales problemas de salud que implican", sostiene Fernando Torres, académico de la Escuela de Química y Farmacia de la Universidad Andrés Bello.
Y aunque la mayoría de los estudios sobre el consumo de estos productos apuntan al público joven, en noviembre pasado un médico estadounidense alzó la voz sobre los riesgos que tienen para menores de seis años en caso de que accidentalmente ingieran una que encuentren a mano.
Steven Lipshultz, pediatra del Hospital de Niños de Michigan, comenzó a poner su atención en el fenómeno de las bebidas energéticas en 2007, cuando cada vez más niños y adultos empezaron a llegar a las salas de urgencia manifestando ciertas molestias tras haberlas consumido. Luego, en 2001, el médico y sus colegas reportaron casos de enfermedad asociados a estos productos con efectos secundarios como problemas cardíacos, daño al hígado, convulsiones e incluso muertes.
Por esto, y para determinar si la tendencia continuaba, realizaron un estudio que incluyó casos ocurridos entre octubre de 2010 y septiembre de 2013, cuyos resultados fueron presentados durante una reciente reunión de la Asociación Americana del Corazón. De esta manera, hallaron que de un total 5.156 episodios relacionados con las bebidas energéticas, un 40% correspondía a niños menores de 6 años.
"No fueron a una tienda y la compraron. La encontraron en el refrigerador o alguna que dejó por ahí su padre o hermano mayor", explicó Lipshultz a
Livescience.
En este sentido, Eliana Reyes, nutrióloga de la Clínica Universidad de Los Andes, afirma que ha sabido de casos en que adolescentes les han comprado una bebida energética a sus hermanos más pequeños, desconociendo lo peligrosas que pueden llegar a ser para ellos.
"Las compran por ignorancia (…) En esos casos las consecuencias han sido una gran hiperactividad e insomnio, afortunadamente sin consecuencias fatales porque los niños eran sanos, pero si hubieran tenido algún problema al corazón, una arritmia, podría haber sido algo de mucha mayor seriedad", sostiene.
Y claro, porque según señala Fernando Torres, estas bebidas son de venta libre y se pueden encontrar en farmacias, supermercados y hasta quioscos. "En almacenes y quioscos es más probable que las vendan sin problemas. En las farmacias ponen un poco más de restricciones, porque ahí la venta está más regulada por el químico farmacéutico y los vendedores están entrenados", dice.
Más regulaciónEl estudio realizado por Lipshultz también reveló que las bebidas energéticas que tenían más aditivos como aminoácidos y extractos de plantas, tendían a causar problemas más severos que las que sólo tenían cafeína.
De esta manera, el pediatra advirtió sobre la posibilidad de que un niño pequeño incluso resulte intoxicado tras ingerir una de éstas. "Las bebidas energéticas no tienen lugar en la dieta de niños y adolescentes, y no debieran ser comercializadas para menores de 18 años", dijo el pediatra. En este sentido, explicó que un menor de 12 años puede resultar intoxicado si consume más de 2,5 mg de cafeína por cada kilo de peso. Así, según sus cálculos, 50 mg de cafeína en un día son suficientes para afectar a un niño promedio de seis años; 80 mg a uno de 10 años; y 100 mg a uno de 12 años.
Por otro lado, el pediatra señaló que nunca se ha testeado la seguridad que tienen para los niños los ingredientes añadidos a las bebidas energéticas, plateando así la posibilidad de que la cafeína no sea la única nociva. "El reporte probablemente representa la punta del iceberg", dijo al "Daily Mail".
Por esta razón, su propuesta es que estos productos estén sometidos a una mayor regulación. "Si el objetivo es intentar proteger la salud pública, entonces deberían ser reguladas de manera similar al tabaco, el alcohol y la conducción, así tendríamos menos niños terminando en el hospital o en cuidados intensivos", dijo.
Fernando Torres coincide con su planteamiento. "Debieran estar mucho más reguladas por los efectos que tienen. Porque independientemente de que estén registradas como alimentos, los componentes que tienen dan un poco para más", enfatiza.
Por su parte, Eliana Reyes llama a los adultos a tomar más medidas de precaución, como dejarlas fuera del alcance de los niños y, en caso de que haya una ingesta accidental, llevarlos a un servicio de urgencia lo antes posible.