Coronó el 2014 con el Premio a Mejor Periodista de Televisión, que entrega la Universidad Adolfo Ibáñez, rompiendo esquemas y paradigmas. De personalidad fuerte, de opiniones claras y jugadas y de apariencia muy ajena al estereotipo impuesto a las conductoras de noticieros, Beatriz Sánchez ha dado que hablar.
Titulada de la Universidad de Concepción, ha hecho su carrera en radio, iniciándose en la Bío Bío, siguiendo en Cooperativa y consolidándose en ADN, emisora a la que renunció hace una semana tras el despido de un dirigente sindical.
Sus convicciones la anteceden. Considerada la conductora revelación de la televisión local, desde su espacio “Hora 20” de La Red, que coanima junto a Verónica Franco, Beatriz defiende a las mujeres desde todos los ángulos. Quizás por ello, llamó tanto la atención que haya advertido que no se ajustaría a la imagen exigida para la pantalla.
Cercana, madre presente que aprendió a manejar las culpas, profundamente enamorada de su marido, ‘el Aravena’, acaba de lanzar su primer libro, “Poderosas”, donde a través de entrevistas quiso dilucidar cómo las mujeres, las chilenas, se manejan con el poder.
Y precisamente de ello
hablará este sábado en el Club de Lectores de El Mercurio, oportunidad en la que contará detalles de este trabajo en el que personajes como Michelle Bachelet, Evelyn Matthei y Camila Vallejos le confidenciaron su relación con algo que parece tan propio de los hombres.
-Tu imagen ha sido señalada como la de una persona que rompe estereotipos, ¿cuáles te interesa derribar?“No sé si alguna vez me planteé ‘voy a derribar estereotipos’; creo que fue saliendo solo. Creo que pasado los 40 me interesa mucho estar contenta, ser feliz, ya no estoy en una carrera por hacer las cosas lo mejor posible, o sea, hacerlo pero a la par me interesa que mis pegas sean un espacio de contención y cariño. Tanto en el canal, como en la ADN, me propuse pasarlo bien y en ese proceso dije ‘yo no transo con nada, o sea, me toman como viene el paquetito o no me interesa’”.
-En ese pasarlo bien, ¿rompiste con el estereotipo de la mamá trabajadora culpable?“Sí. Parece como que trabajara mucho, pero yo estoy en las tardes en mi casa, mis hijos (tres) me ven harto y el fin de semana me quedo en la casa. Sentí (esa culpa) en la década de los 30, donde todos eran más chicos y yo corría para allá y acá con horarios extraños. Ahora, parezco liebre escolar, pero tengo un beneficio que no tienen muchas, muchas mujeres que trabajan. El romper ciertos esquemas tiene que ver con que me interesa pasarlo bien en todos los sentidos”.
-No te incomoda que te digan feminista, pero ese es un estereotipo.“Más que ello, me gusta decir que soy de personalidad feminista. Siento que hay que luchar contra hartas cosas que pasan en la sociedad y que tienen que ver con el machismo. Tenemos una herencia cultural que repite ciertos patrones y que limita a las mujeres a un determinado territorio y hace caso omiso que estamos hoy en muchos más. Esta herencia pone a las mujeres en ciertos roles exclusivos y estoy en contra de eso y si bien, hemos ganado más terreno, eso no nos ha dado ni más derechos ni más beneficios”.
-¿Tenemos muchas luchas pendientes?
“Muchas luchas, pero también muchos reconocimientos pendientes, también. Hemos ido abarcando otras áreas, sin soltar las otras o porque no lo hacemos o lo hacemos mal porque no tenemos ayuda. No siguen castigando en los planes de las isapres, en el sueldo…todo lo que trae incorporado la maternidad es un costo que pagamos exclusivamente las mujeres y me parece súper injusto”.
-En una entrevista se te describió como la mujer que dice lo que piensa. ¿Crees que los ambientes laborales se incomodan con las mujeres que dicen lo que piensan?“Ohhh, creo que sí. Ahora, no sé si incomodan sólo con las mujeres que dicen lo que piensan, sino que con todos los que dicen lo que piensan. Hay un rasgo cultural de los chilenos en ello, nos incomodamos con decir las cosas de frente, pero viniendo de una mujer es más incómodo todavía. No sé si tiene que ver con que el hecho de que nos consideren como el sexo que tiene que acoger, aunar.
“Cuando aparecí en televisión me enviaban por Twitter diversos mensajes y uno decía ‘tienes que ser más femenina’. Me preguntaba si eso era porque tenía pelo corto, o porque hablo sin mucho rodeo ni eufemismo”.
-Llevas más de 20 años de carrera, ¿decir lo que piensas hizo más difícil el camino?
“Creo que fui aprendiendo en el camino, al principio no eran tan resuelta y todavía creo que estoy en un aprendizaje. Uno se empieza a armar, a ver qué le gusta y qué no y en eso, me cansé del eufemismo. En esto las redes sociales fueron importantes porque ahí son más directos y consideré que ése era el camino a seguir”.
-En medio de la sobreexposición de 2014 defendiste tu apariencia. ¿Crees que te validaste ante el público? Deben haber muchas mujeres aliviadas con tu postura de no estar sometida a la presión de dietas ni patrones.
“Creo que sí, de hecho, cuando conté el episodio de mi conversación con el ejecutivo de La Red donde le señalé que no iba a cambiar mi aspecto, nunca se me pasó por la mente que eso podía llegar a ser tema. Pero después, la revista Ya me pidió exponer sobre eso y asumí que no era algo secundario y tenía que plantearlo, que era importante que hubiera una valoración diferente ajena a la forma. Me imagino que quienes me escuchan, lo valoran porque siento que no hablamos de verdad sobre las personas y nos quedamos en la imagen, en si está más flaco, o se tiñó el pelo o el vestido es el apropiado. Creo que hay cosas mucho más importantes que decir de una persona. A mí me encanta como soy y esto tiene que ver con que no me quiero meter en un molde impuesto”.
-Vives rodeada de cuatro hombres, ¿qué has aprendido de ello que aplicas en tu pega?“Creo que me desenvuelvo bien en ambientes de hombres. Ahora, me desenvuelvo bien también en ambientes de mujeres porque yo pasé mi niñez junto a mi abuela, mi mamá, mi hermana y sólo mi papá. Pasé de un extremo a otro y aprendí que los hombres se hacen menos rollos que las mujeres, en general, aunque a veces lo echo de menos, como tener una hija enrollada. Los hombres son directos y prácticos.
“En el mundo laboral esto me ha servido a leer bien a mis compañeros y me sirve para reírme de mí misma”.
-Acabas de dejar ADN. ¿Son pocos los que toman decisiones de este tipo por una cuestión de dignidad y principios?
“¿Serán pocos?...Ahora, aclaro que tengo una ventaja, que es que estaba trabajando en otro lado. No sé si hubiera podido tomar esa decisión tan libremente si la ADN hubiese sido mi única pega y fuera además jefa de hogar; tengo la ventaja de que con mi marido nos apañamos y las decisiones las tomamos juntos. Quizás me pude dar el lujo de decir ‘hay cosas que no me banco’ y como te dije me interesa que en el lugar donde trabajo haya cariño”.
-¿Pero te deben encontrar corajuda porque las mujeres son bien adversas al riesgo?“Puede ser, pero mi riesgo es mínimo. Con el Aravena he conversado que quizás nunca más vuelvo a trabajar en radio y eso me dolería mucho porque me siento muy de ella, pero, insisto, creo que hoy es más importante sentir que hay otras cosas en las pegas”.
-Al escribir “Poderosas” ¿confirmaste que para llegar a serlo hay que pagar costos? O ¿descubriste algo diferente?
“Confirmé algunas cosas y descubrí otras. Creo que todas pagan costos y fuertes; y generalmente tienen que ver con la familia algo que fue muy fuerte de constatar. Y eso les pasa a todas las mujeres en sus carreras. Pero aparecieron cosas interesantes, como que todas aprendieron a lidiar con el poder, todas hablan del liderazgo masculino y femenino y algunas, tienden a masculinizarse después de estrellarse tanto con un poder masculino”.
-¿El poder cambia a las mujeres?“Me gustaría decir que no, que no cambia la esencia de las mujeres, pero creo que sí; creo que cambia más a las mujeres que a los hombres y tiene que ver con las culpas”.