El matrimonio de la actriz Cameron Diaz a los 42 años, causó revuelo en los medios de comunicación. El notición no sólo nos tomó por sorpresa, debido a la fugacidad del compromiso y la secreta nupcias, sino que, personalmente, me causó una impresión como mujer, psicóloga y cinéfila, fanática del copuchenteo hollywoodense y de las alfombras rojas de E! Television.
Lo que más me impactó fue tomar conciencia de que Cameron había pasado la barrera de los 40 años y ya no era una nena (más allá de lo estupenda que siempre luce ¡la muy desgraciada!!) y que pese a que hasta el momento no habían hijos ni nupcias en su historial vital, el tema del reloj biológico parecía no importarle demasiado, haciendo gala de una de las personalidades más joviales, atractivas, chispeantes y positivas de Hollywood.
Reflejo de ello, son sus declaraciones para la Revista Hola realizada dos años atrás en la que expresaba que "el matrimonio simplemente no era algo que me atrajera. Desde luego, no lo quería a los 20 años ni a los 30, así que ya veremos, a mis 40 tengo la mente más abierta al tema”… no me preocupa el tema de la edad, no necesito tener niños que sean parte de mi carne y de todos modos, todavía hay una posibilidad de que los tenga, yo no soy tan vieja. Me siento muy capaz"… “la edad no me complica, no se puede volver atrás en el tiempo. Así que para mí, se trata de vivir en este momento, lo mejor que puedo".
¿Qué diferencia a Cameron Díaz de la mayoría de las chilenas? Que alrededor de los 30 años no se vio inundada por el temor y la presión de que “se le iba a pasar el tren” y ha vivido bajo la premisa de disfrutar el ahora, confiada que el tren de cada quien tiene sus propio timming de arribo y destino, que su vida tiene que ver más con lo que ella desea que con lo que los demás esperan, que no es necesario un compromiso ni dar a luz para sentirse feliz y realizada y que es más gratificante el valorar quién uno es y lo que se vive que poner la mirada en lo que falta.
¿Qué hace usualmente la chilena soltera de treinta y tantos? Vive comparándose con la del lado e idealizando la vida sentimental y/o familiar de las otras sintiéndose consecuentemente menos que las demás, anormal o marginada; se autocritica por no conseguir un buen partido para asentarse y reproducirse como sus congéneres, volviéndose consecuentemente hipersensibles al cuestionamiento de terceros que sorprendidos le preguntan ¿por qué sigues soltera?
Y estos comentarios que suelen venir acompañados de varios elogios a su persona, son experimentados como limón que se hecha sobre una herida, ello dado que una parte importante de sus pensamientos diarios giran en torno a un futuro, que desde su negatividad, lo visualizan de forma radical y pesimista, valiéndose de su condición actual de no tener pareja, planes de boda y/o descendencia como prueba irrefutable de que si no encuentran rápido a un hombre que las saque de su estado presente o presiona a su compañero de turno para que atine, el único resultado posible es que terminen solas como un dedo, casi ermitañas y rodeada de gatos o perros.
Mujeres en la situación de Cameron (que no se casaron y/o no han tenido hijos antes de los 40 años) abundan en el mundo y en la pantalla grande como Winona Ryder, Kylie Minogue, Eva Mendez y Charlize Therone que, de no contraer matrimonio con Sean Penn este año, se unirá a la lista de mujeres que no dijeron el sí antes de las cuatro décadas. Y el listado aumenta cuando nombramos a las que habiéndose casado o teniendo pareja estable no fueron madres antes de los 40 años como Jennifer Aniston, Renée Zellweger, Lucy Liu, Marisa Tomei, Mónica Bellucci, Salma Hayek, Nicole Kidman, entre muchas otras más.
A lo que apunto con todo esto, mis queridas lectoras y lectores, es que estaría bueno que nos relajáramos con el tema del reloj biológico, el tren, el número del carnet, la boda y maternidad propia y de otras féminas como eje para definir la valía de una mujer.
Al fin y al cabo, vivir estresadas y angustiadas con el tema no sólo es un antiafrodisiaco y un elemento que afecta nuestra fertilidad, sino que dinamita nuestra autoestima y autoconfianza y nos impide disfrutar del maravilloso hoy que extrañaremos más de alguna vez cuando estemos (o no) casadas o siendo mamá. Ni las parejas ni los hijos deben ser un deber, sino que una decisión libre, armónica y consciente. Y madurar es ser capaces de escuchar a nuestra sabia interna, confiar que lo que vivo es lo que tengo que vivir, que las oportunidades llegan cuando uno está preparada y que llevar un estilo de vida distinto a las demás, no nos hace menos, sino que simplemente distintas.
Gracias Cameron ¡Mi útero se siente más relajado y feliz!
Saludos, Constanza del Rosario, psicóloga experta en relaciones de parejas y sexualidad.
@ConstanzadelR