El ser humano es un animal sediento de belleza. La vivencia de lo bello siempre nos cautiva. Desde la edad de las cavernas los hombres se preocuparon de adornar y embellecer sus cuevas con pinturas. El arte rupestre paleolítico del norte de España, en las cuevas de Altamira es un ejemplo de ello.
¿Pero qué se entiende por belleza? Santo Tomás de Aquino define lo bello como aquello que agrada a la vista (quae visa placet). Por ejemplo, nos sentimos agradados al mirar una puesta de sol en alguna playa de nuestra larga y angosta tierra, al visitar alguna obra arquitectónica como la basílica de La Sagrada Familia en Barcelona, al caminar por los Campos Eliseos en París, al ver una escultura de Miguel Ángel o una pintura de Leonardo Da Vinci, pero también nos sentimos agradados al admirar un cuerpo armonioso, lindo, bonito, gracioso, elegante y sublime.
La percepción de la "belleza" es una experiencia subjetiva que genera sentimientos de atracción y bienestar emocional. Pero para que esto suceda es esencial que el objeto o sujeto este en equilibrio y armonía con la naturaleza. Una mujer o una gacela representan una feliz armonía de elementos. Ya se trate de una obra de la naturaleza o del hombre descubrimos en lo bello un concierto de cualidades y calidades que nos satisfacen o estimulan.
Una cosa bella se impone necesariamente a la admiración del contemplador. Los clásicos ya definían la belleza como la unidad, el orden y la armonía. Un verdadero artista es el que es capaz de depurar o eliminar lo imperfecto y generar placer estético en el observador.
A lo bello se opone lo feo, la falta de armonía, de orden y de proporción. Lo feo nos incomoda, molesta y aburre. La discriminación estética hoy existe y no lo podemos negar, es un hecho que afecta tanto a hombres como a mujeres. Las personas cuyos rasgos faciales son simétricos y poseen la proporción perfecta son más atractivas e incluso más exitosas en el campo laboral y a la hora de la conquista.
La "estupidez" de la estética es todo lo que atenta contra ella, lo que es excesivo, de mal gusto, sin sentido de la estética, como vemos hoy por ejemplo no sólo en medicina y los pacientes que abusan de las cirugías plásticas e intervenciones, sino también en las grandes ciudades -o bloques de cemento- que están repletas de grandes edificios, letreros publicitarios, obras arquitectónicas de mal gusto y donde las construcciones poco y nada tienen que ver con el entorno natural, donde escasean las áreas verdes y lugares de esparcimiento. Para que hablar de moda, donde sólo unos pocos destacan por el buen gusto y la mayoría pasa sin pena ni gloria. En fin, podría nombrar muchos ejemplos.
Entonces, ¿qué hacer con la belleza? Pues lo que a cada uno le provoque. Algunos escogen rechazarla de su vida, otros en cambio, escogen buscarla y disfrutarla. Vive tu mejor opción o como dice Platón: “Si hay algo por lo que vale la pena vivir, es por contemplar la belleza”.
Por Dr. Héctor Valdés @DrHectorValdes