A fines del 2014 se hizo público en el mundo
que Facebook y Apple incluyeron entre los incentivos para sus empleadas la posibilidad de congelar sus óvulos para tenerlos “jóvenes y disponibles” cuando quisieran ser madres a edades más avanzadas (la edad fértil de la mujer coincide con la edad de máxima productividad laboral, pero a los 35 años de edad su reserva de óvulos ha caído a 5%, y los remanentes son más viejos, lo que disminuye su fertilidad y aumenta las complicaciones). Me ha llamado la atención que no se ofreciera lo equivalente a los empleados masculinos, y que nadie considerara que la oferta puede ser vista como una forma de discriminación contra las mujeres, no sólo por pretender influir en sus vidas personales, sino porque el no ofrecer lo mismo a los varones supone el pensamiento de que la vida de los hombres no se afecta porque su mujer tenga hijos/as.
No es una ayuda menor la que esas empresas ofrecieron. El tratamiento de estimulación ovárica y posterior congelación cuesta en Europa alrededor de 8.000 euros más una cuota anual de 400 euros por la mantención.
El mensaje oculto es naturalmente que si la mujer quiere tener las mismas posibilidades que tradicionalmente fueron reservadas a los varones, si quiere progresar o alcanzar éxitos laborales, debe sacrificar la posibilidad de ser madre a la edad que le corresponde, a la edad que es más fértil, a la edad en que los riesgos si se embaraza son menores que nunca. Este supuesto es contrario a lo que las mujeres del mundo moderno han tratado de lograr, que es justamente lo opuesto, la compatibilidad de maternidad y vida familiar con su vida laboral. Es cierto que este equilibrio se ha logrado hasta ahora a expensas de la postergación de la maternidad y de la reducción del número de hijos, pero debemos confiar en la sabiduría femenina, debemos confiar en que los nuevos equilibrios serán mejores, debemos confiar en que la especie humana puede progresar, guiada por la madre.
Por otra parte, la FIGO (Federación Internacional de Sociedades de Ginecología y Obstetricia) lucha hoy porque los gobiernos acepten subvencionar todo tipo de terapias de fertilidad, aún las más sofisticadas y complejas (in vitro, ICSI, donación de gametos, congelación y crio preservación de gametos y embriones), para que estén disponibles masivamente. Esto, en lugar de educar a la población respecto de que es mejor, para ellas mismas y no sólo para sus hijo/as, que las mujeres se embaracen entre los 20 y 35 años de edad.
Debe recordarse, por otra parte, que estas técnicas no garantizan la maternidad. Los biólogos dedicados a esta área han jugado a ser dioses, pero no lo son, y a diario, verifican esta aseveración. La mujer que acepta congelar sus óvulos, debe no presentar efectos laterales por la hiperestimulación ovárica, los óvulos congelados deben sobrevivir al congelamiento y descongelamiento, y los embriones deben superar la fecundación in vitro y la implantación uterina. Además, serán madres a la edad en que sus madres eran abuelas, y serán madres, eventualmente, a edades en que los riesgos de una gestación son significativamente mayores que a edades menores.
De tal modo que una vez más, como en el caso del aborto, parece ser que la sociedad opta por el camino breve y más sencillo: en lugar de dar posibilidades mejores a las mujeres para lograr los equilibrios, en lugar de mejorar las condiciones económicas de las mujeres que trabajan (para que no reciban menos que los hombres en los mismos posiciones, por ejemplo), en lugar de aumentar las salas cuna, etc., opta por congelar los óvulos.
Y una reflexión adicional: la tecnología disponible permite hoy que las mujeres puedan embarazarse sin recurrir a la relación sexual, una de las máximas expresiones del amor humano. En los años 60 la píldora anticonceptiva separó el sexo de sus consecuencias reproductivas; la tecnología actual permite mucho más, permite congelar óvulos y espermatozoides, permite fertilizarlos in vitro, y permite eliminar los embriones que no estén perfectamente sanos. Esto puede hacer parecer mejor concebir un niño por fertilización asistida, más que a través del acto sexual, especialmente si se pretende tener sólo un hijo/a o dos.
Si todos estos procedimientos se hacen más frecuentes sus costos bajarán, y de hecho, habrá mujeres que podrían solicitar ser esterilizadas precozmente, porque podrían aspirar a tener su hijo o hija mediante todo lo que hemos descrito, sin siquiera tener vida sexual, y ¿para qué complicarse entonces con el uso de métodos de planificación familiar por largos años? Todo esto también puede ser válido para los hombres, dado que hay reportes, por ejemplo, de que los padres más viejos se asocian a mayor riesgo de desórdenes mentales en su descendencia.
Nuestra sociedad, al igual que en las propuestas de legislación sobre el aborto, debe reflexionar sobre estas materias. Ojalá no ocurra que las mujeres cambien sus tareas de dueña de casa, madre y esposa, por otras que las van a mantener más cansadas, más deprimidas, más ansiosas, más inestables emocionalmente, más inmunodeprimidas y más susceptibles de enfermar. Las mujeres tienen la libertad de elegir y son ellas las que nos deben guiar a los hombres, porque todas las decisiones importantes en la esfera reproductiva las han tomado las mujeres y no los hombres.
Dr.
Enrique Oyarzún E., ex jefe división de Obstetricia y Ginecología PUC, Comisión de Salud Materno Infantil del Minsal.