“No es que yo quiera decir que la gente delgada no es feliz”, aclara Joni Edelman en una columna publicada en la web, en la que relata por qué hoy, siendo bastante más curvilínea que en años anteriores, se siente más plena con su vida que en la época en que siendo muy delgada, hacía que todos se dieran vuelta en la calle para apreciar mejor su figura.
“Lo que trato de decir es que ser flaca no es una cura para la tristeza ni una garantía de felicidad (…) que la felicidad no requiere estar delgada y que la gordura no supone ser alguien triste”, continúa explicando en su texto “Ser flaca no me hizo feliz, pero ser ‘gorda’, sí”, subido en el sitio
Ravishly.com.
El texto de Edelman se transformó en una narración que intenta a toda costa animar a otras mujeres como ella a dejar de estar obsesionadas con el peso y priorizar otras cosas en la vida, como la familia y el bienestar en la salud.
Mostrando dos fotos que grafican de mejor forma su transformación, parte señalando una imagen de ella a los 34 años, en bikini, con un cuerpo prácticamente perfecto (abdominales marcados y una cintura envidiable). “Pesaba 55 kilos y desde los 15 que no estaba tan delgada. Aun así, cuando miré esta foto sentí que me veía gorda”, recuerda.
Por otro lado, la otra imagen tiene poco más de dos meses desde que se tomó, con 39 años y junto a sus cinco hijos; siendo poco probable que, si ella misma no lo dice, alguien pueda pensar que en ambas imágenes aparece la misma persona.
“Mi pesó ha subido y bajado a lo largo de los años (…) Ha sido como una montaña rusa, solo que menos divertido. Esto es lo que pasa cuando te embarazas, das pecho, te obligas a ejercitarte, luego odias el ejercicio, amas el ejercicio y te obligan a ejercitar. Conseguí el físico que tengo en la foto de ‘después’ luego de perder a una dulce guagua, luego de haber estado casada, divorciada y casada otra vez, luego de cambiarnos de casa muchas veces, de romperme una pierna y un tobillo, luego de cuidar de muchos bebés como enfermera, y luego de acompañar a muchas personas a la muerte como enfermera en un hospicio”, explicó sobre su apariencia actual.
“El otro cuerpo que ves, el del ‘físico atractivo’, fue logrado comiendo unas ‘suficientes’ mil calorías al día”, dice ironizando, “corriendo 56 kilómetros a la semana (16 todos los domingos), durmiendo un promedio de 3 horas al día, contando cada pedazo de comida que consumía –desde un simple tomate cherry- y anotando y controlando mi peso todos los días durante un año; corriendo en las escaleras del hospital en mis turnos de 12 horas, dejando de menstruar, rehusándome a comer cuando tenía hambre e impidiéndome dormir”.
Lo que Edelman recalca en su columna es que el estereotipo de que las mujeres flacas son más felices no es algo real en la vida de muchas delgadas. “(Ser flaca) no me hizo feliz. Tener un six-pack era solo eso, tener un six-pack. Ser talla 36 hizo que fuese mucho más fácil comprar ropa y supuestamente verme ‘mejor’ porque, asumámoslo, la ropa suele ser diseñada para gente de talla 36. Ser talla 36 hizo que la gente en la calle se diera vuelta a mirarme, repetidamente. Hizo que los hombres en el supermercado me hablaran y que los doctores del hospital me propusieran tórridos romances. Me hizo obsesiva con cada detalle de mi cuerpo, desde mi vientre marcado hasta la definición de mis bíceps (…) Pero no me hizo feliz”.
Edelman, que sufre trastorno bipolar, comenta que hace poco le cambiaron sus medicamentos, lo que provocó en ella subir otros 5 kilos desde la señalada foto familiar, y asume que no es para nada divertido que los pantalones queden más apretados. “(Aún así) veo no solo cambios en mi cuerpo, sino que también en mi mente. Hay una quietud, una felicidad, una paz que nunca había tenido, y que valen los 5 kilos. Esos kilos son insignificantes comparados a mi (actual) voluntad de dejar ir algunas cosas, de sentarme con mis hijos, de dormir. Soy feliz. Soy gorda y soy feliz”.
“¿Quieres sorprender a la gente? Intenta esto en tu casa: sé gorda y feliz. Sé gorda sin disculparte por ello. Usa un bikini y créete el cuento. Come pizza y helado y disfrútalo. Tómate tu vida y una botella de vino, y no pidas disculpas. El mundo quiere que tú quieras ser delgada. Hay un montón de industrias construidas en base a tu inseguridad. No valen nada. El mundo quiere que tú creas que ser delgada y bonita es igual a ser feliz. Quiere que creas que solo serás merecedora de amor y de una buena vida, si eres linda, y que la gente linda no es gorda. O tal vez, sí lo es”, concluyó.
“Gordas, felices y saludables”
En la misma línea, la fotógrafa Gabriela Hasbun siguió a un grupo de mujeres con kilitos de más, realizando un sinnúmero de actividades, de modo de mostrar cómo se enfrentaban a los estereotipos, sintiéndose bellas y con sobrepeso.
El proyecto titulado
“Fat, Happy and Healthy”, apareció el año 2013, teniendo como retratada a la mismísima Marilyn Wann, escritora de “Fat! So?” (Gorda, ¿y qué?), y quien fuera la mujer que encabezó el movimiento por el orgullo de los obesos en Estados Unidos.
“Innumerables hombres y mujeres están luchando en una guerra tóxica en contra de sus propios cuerpos”, comentó entonces la fotógrafa y creadora de la iniciativa.