A Bon-chan le gusta el calor del verano. Y en invierno, tiene un abrigo especialmente adaptado a su caparazón.
AFP
TOKIO.- Cansado de incinerar a los muertos, el director de una empresa de pompas fúnebres japonés eligió como animal de compañía a Bon-chan, una tortuga gigante, símbolo de la inmortalidad en Asia, que pasea con correa por las calles de Tokio para asombro de los transeúntes.
Cuando Hisao Mitani camina a diario por el barrio de Tsukishima en Tokio con este reptil de 70 kilos, la imagen no pasa desapercibida. Desde niños a ancianos, todo el mundo quiere ver de cerca a Bon-Chan, un ejemplar macho de tortuga de espolones africana (Geochelone sulcata).
"Bon-chan (literalmente el bonachón) es cabezota como yo", explica orgulloso Mitani, intentando que el animal camine recto por la acera.
Desde hace 20 años, este sexagenario sin hijos cuida de la tortuga de la que su mujer "se enamoró cuando la vio en una tienda de mascotas y la trajo a casa", cuenta.
En aquel momento, el reptil medía menos de 10 centímetros y cabía fácilmente en la palma de la mano. Hoy, Bon-chan mide un metro de altura.
"Sabía que crecería bastante, pero no pensé que fuera a pesar tanto", confiesa Mitani.
Y no parece haber terminado, pues en teoría, esta especie originaria de Senegal, Mali, Mauritania, Etiopía o Chad, puede alcanzar los 100 kg en un macho y los 60 kg en una hembra.
Bon-chan disfruta del calor y le gusta especialmente pasear por Tokio al final del día en verano. En invierno, el cuadrúpedo se cubre con un enorme abrigo adaptado perfectamente a su caparazón, lo que lo ha hecho famoso en el barrio.
Como buen vegetariano, se alimenta de verduras (zanahorias, coliflor) que le proporcionan el matrimonio Mitani y sus vecinos.
La tortuga ("kame" en japonés), símbolo de longevidad en Japón, adorna templos y santuarios e incluso se lleva en forma de joya. La leyenda dice que puede vivir hasta 10.000 años. Sin embargo esta especie de tortuga de espolones sólo tiene una esperanza de vida de 80 años.
Aunque es "seguro que yo desapareceré antes", dice resignado el sepulturero, que se imagina al lado de Bon-chan hasta su último momento.
Mientras tanto, Mitani no cree que la presencia de su tortuga delante de la entrada de su funeraria sea raro.
"Algunos pueden considerarlo como fuera de lugar, pero incluso en momentos de tristeza, la gente no puede evitar sonreír cuando ve a Bon-chan", relata Mitani.