JOHANNESBURGO.- Thando Hopa creció en la sombra, con sus brazos siempre cubiertos por ropa y llenos de protector solar, hasta el día en el que decidió despojarse de sus complejos y convertirse en modelo para luchar contra los prejuicios sobre los albinos.
Saltó al mundo de la moda sin tener la silueta ni las medidas supuestamente necesarias, y desfila para un modisto local, destacando por su pálida piel producto del albinismo, una anomalía que en África es más común que en el resto del mundo.
Con un estilo misterioso, unas cejas casi invisibles, unos labios a penas rosados con un leve toque fucsia y con su pelo rubio encrespado y esponjoso, irrumpió en la portada de la primera publicación de la revista Forbes Life Africa, en 2013.
"Es una de mis fotos más bonitas", comentó la joven de 25 años. "Pero cuando era más joven no era capaz de salir sin maquillarme. Con el tiempo, he tomado confianza. Saber definirse es el primer paso para convertirse en lo que uno quiere ser", dijo la licenciada en derecho, que trabajó como fiscal en el Tribunal de Johannesburgo, justo al lado de donde Nelson Mandela tuvo su despacho de abogado en los años 1950. "Me propusieron varias veces ser modelo, pero yo lo rechazaba, no veía el interés. Un profesión tan superficial, me solía decir, ¡después de todo soy jurista!", agregó riendo.
Cuando el diseñador Gert-Johan Coetzee se cruzó por azar en su camino en 2012, lo pensó de nuevo. "En ese momento mi hermana me dijo que viera la profesión de modelo como una forma de cambiar la mirada sobre el albinismo: '¡Recuerda cómo te trataba la gente!’", contó.
Thando, la tercera hija de una familia de cuatro hermanos, de los cuales dos son albinos, siempre estuvo protegida por una madre culta y cineasta y mimada por un padre ingeniero, que nunca dejó de repetirle que era "la más adorable de las niñas".
"Tuve una vez esta discusión con mi padre, llorando le dije que quería ser como los otros niños, que todo el mundo se burlaba de mí (...) Mi padre que es un hombre maravilloso, pero no muy hábil con las emociones, me respondió: 'Para ser sincero, hija, cuando naciste, también yo me sorprendí'", contó la joven. "Debía de tener doce años, (...) estaba realmente frustrada (...) sobre todo me preguntaba si la gente me hubiera tratado de otra manera, pero incluso en ese momento, no he logrado nunca imaginarme diferente de como soy". Pero incluso en Sudáfrica, donde los casos de asesinatos de albinos y de tráfico de órganos son rarísimos, aún queda mucho por hacer, aseguró la maniquí.
Supersticiones
"Ha habido gente que me preguntaba si es cierto que las personas como yo desaparecen cuando mueren, porque este mito existe y la realidad es que aún hay supersticiones. En algunos barrios, la gente se precipitaba sobre mí diciendo '¡Dios mío, das suerte!' y abrazándome", recordó.
"Si mi madre hubiera escuchado a mis profesores, yo nunca habría hecho nada con mi vida. Pensaban que era lenta, casi estúpida, retrasada mental. No se daban cuenta de que no podía leer en la pizarra" por culpa de una fuerte miopía, común en los albinos. Ella misma utiliza una lupa monocular, no conduce y huye de los tacones de aguja.
Esto hizo que su primer desfile tuviera algo de milagro. "El vestido era espléndido, negro y verde, escotado, elegante, carísimo. Pero estaba aterrorizada porque era la primera vez que me ponía tacones. Desfilando, incluso recé".
"La moda me recuerda mi lado creativo. Pero ha sido una decisión racional. Las escuelas necesitan comprender qué es el albinismo, como cualquier otra diferencia. Los niños son todos distintos".