Li también presentó, sin éxito, iniciativas legales para la legalización del matrimonio homosexual.
NYT
BEIJING.- A sus 63 años y ya jubilada, la sexóloga china Li Yinhe sigue siendo la gran referencia en una materia que durante siglos fue un gran tabú en el país oriental, y aún hoy sigue siendo una adelantada a la sociedad de su país por su defensa de la homosexualidad, la pornografía o el sexo en grupo.
Nacida en Beijing y doctorada en Sociología en la Universidad de Pittsburgh (EE.UU.) en los 80, está mujer menuda y sosegada, atrevida en sus estudios pero poco amiga de las grandes polémicas o de meterse en políticas, aseguró que el sexo, pese a la fama que le ha dado, es sólo uno de sus intereses académicos.
"Estudié tres aspectos diferentes: el matrimonio y la familia, los estudios de género y el sexo, pero al parecer la gente mostró especial interés en este último", señala la investigadora, pionera en los 80 y los 90 a la hora de investigar temas que hasta la muerte de Mao Zedong eran todo un misterio.
Su publicación en 1998 de tres libros (uno sobre sadomasoquismo, otro acerca de la homosexualidad y un tercero sobre la mujer) fue un terremoto en un país que según ha contado Li en otras ocasiones, fue "antisexual" durante más de un milenio, entre la dinastía Song y la llegada de la reforma de Deng Xiaoping (a finales de los 70). "En la época Song (siglos X-XIII) comenzó a primar la restricción del deseo sexual. Las mujeres que tras enviudar dejaban de tener relaciones eran elogiadas", señala Li, quien defiende que antes de esa época el sexo era visto con mayor positivismo y apertura.
"En la antigüedad, cuando las chicas iban a casarse y se marchaban de casa, sus padres les regalaban unas pinturas llamadas 'zhongkong' con las que aprendían prácticas sexuales", cuenta la investigadora de la Academia de Ciencias Sociales sobre clásicos literarios orientales no muy diferentes del Kamasutra indio. "Entonces los emperadores tenían efebos, o la gente pensaba que el sexo era bueno para la longevidad", recuerda en torno a una época en la que el concepto taoísta de la unión entre el yin y el yang tenía, entre otras consecuencias, la visión de que la mujer (yin) y el hombre (yang) debían unirse para crear armonía.
Durante años, Li, que llegó a ser asesora del Gobierno chino, habló públicamente de la necesidad de legalizar prácticas que aún son delito en China, como las orgías o el intercambio de parejas, y es optimista sobre una pronta liberación en estas.
"En un futuro la pornografía será permitida, ahora hay ya tanta en internet que es muy difícil prohibirla realmente", destaca, y señala que las condenas judiciales contra el sexo en grupo, que en los años 80 y 90 llegaron a ser a muerte en China, ahora se han reducido a meses de prisión, lo cual también apunta a una pronta legalización.
Un terremoto en las redes sociales
Li también presentó, sin éxito, iniciativas legales para la legalización del matrimonio homosexual, y aunque en la vecina Taiwán sí está siendo estudiada ya por el Parlamento, no tiene tantas esperanzas en que China le siga a corto plazo. "Es difícil que el Gobierno cambie en sus ideas, mantiene ideologías algo atrasadas", opinó.
Lo evidenció la semana pasada la actitud del Ejecutivo al censurar y denunciar un vídeo en el que una pareja mantenía sexo en un probador de una tienda de una famosa marca de ropa en Beijing y que se convirtió en viral en internet en cuestión de horas.
La propia Li causó un pequeño terremoto en las redes sociales a finales del pasado año, cuando tras muchos años de rumores reveló que su actual marido, con el que ha convivido 17 años y tiene un hijo adoptado, es transexual.
Tras ello, Li tuvo que dar muchas explicaciones en su popular blog personal y reflexionar en torno a los conceptos de género y orientación sexual, ya que en su caso su marido se siente un hombre y ella se considera heterosexual.
"No tenía interés en que el asunto saliera públicamente, pero salió una noticia en la que se aseguraba que era lesbiana, se cliqueó unas 80.000 veces, y tuve que salir para hacer aclaraciones", cuenta Li en una recóndita tetería situada al pie de su domicilio, en el sur de Beijing.
Defensora de que los chinos tienen menos prejuicios hacia el sexo que su gobierno (gracias, entre otros factores, a creencias religiosas menos puritanas que el cristianismo) y de que el país va a cambiar, Li ve sin embargo complicado que ello se consiga por vía de la protesta o el activismo directo.
"El Gobierno chino tiene buenas actitudes, por ejemplo contra el acoso o la violencia de género, pero el problema es que no quiere que nadie salga a la calle a protestar, en éste y cualquier otro tema", señala, a propósito del arresto este año de varias jóvenes activistas del movimiento LGBT.