MOSCÚ.- Para muchos turistas, las "matrioskas" son un recuerdo indispensable de Rusia pero pocos conocen la verdadera historia de esta muñeca multicolor, que nació en Japón antes de convertirse en un símbolo ruso.
El Museo de Artes Decorativas de Moscú alberga hasta el 13 de septiembre la exposición "Matrioska: No es un simple juguete" que recorre la historia poco conocida de las célebres muñecas rusas.
Desde las alegres campesinas de la época zarista hasta los obreros y cosmonautas de la era soviética, pasando por Lenin, Stalin o Vladimir Putin, estas muñecas de madera encajadas unas dentro de otras reflejan desde hace más de un siglo todas las épocas y continúan haciéndolo en las tiendas de recuerdos.
"Prácticamente, cada familia rusa posee al menos una matrioska", explica la conservadora del museo, Elena Titova.
Sin embargo, incluso en Rusia, la gente piensa erróneamente que las matrioskas son el resultado de cientos de años de herencia de torneadores de madera rusos. En realidad, estas figuritas que representan una mujer robusta con su colorido pañuelo de campesina son originarias de Japón.
A finales de 1890, Oriente estaba de moda en Rusia. Un conocido industrial y mecenas ruso, Savva Mamontov, trajo de Japón una serie de siete divinidades de la Fortuna. La más grande de ellas representaba a Fukurokuju, el dios calvo de la sabiduría y la felicidad.
Más adelante el pintor Serguei Maliutin creó una versión rusa del juguete en su taller de artesanía popular en Serguiev Posad, una ciudad del Anillo de Oro, donde se encuentra el famoso monasterio de la Trinidad. El artista representó una campesina feliz que acoge dentro de ella toda su descendencia hasta su recién nacido.
La muñeca se hizo rápidamente muy popular en Rusia y recibió el nombre típico "matriona" (campesina), cuyo diminutivo es matrioska. En el año 1900 el juguete causó sensación en la Exposición Universal de París, donde ganó una medalla de bronce.
Tras la productivas pero apolíticas campesinas, las matrioskas "bolcheviques" de los años 1920 representan obreros, personajes históricos e, incluso, enemigos del pueblo como el "kulak" (denominación peyorativa de un campesino rico) con una gorra y los brazos cruzados sobre su enorme vientre.
Grandeza soviética y valores familiares
A partir de los años 1930, el estado tomó las riendas de la producción de las muñecas y aparecieron fábricas en varias ciudades rusas.
En el museo en el museo de Artes Decorativas, las muñecas de Chukotka, en el Lejano Oriente, o fabricadas por esquimales del Ártico ilustran la extensión del imperio soviético.
En la época de la URSS las matrioskas querían encarnar el internacionalismo soviético y hubo muñecas rusas, ucranianas, bielorrusas y de siete otras nacionalidades.
La conquista espacial generó toda una constelación de muñecas cosmonautas con cascos y escafandras o encajadas en un cohete.
Tras la desintegración de la URSS y la llegada del liberalismo, las matrioskas representarán a los políticos de turno. Las actuales tiendas de recuerdos de Moscú venden tanto caricaturas de Lenin, como de Vladimir Putin o de Barack Obama.
En su versión más tradicional, estas figuras, con su encanto intemporal, una silueta sólida y un rostro sereno son actualmente un símbolo en Rusia porque "encarnan el estilo ruso y el carácter nacional", apunta Titova.
La matrioska encierra en su interior una idea extendida entre los rusos de que la verdad se esconde detrás de las apariencias, como en los cuentos rusos.
En la escuela, los rusos de 12 años aprenden también que las matrioskas de su infancia "simbolizan de hecho el carácter ruso, el alma rusa, los valores básicos rusos: maternidad, familia, colectivismo, unidad y calor humano", según una guía para profesores de ciencias sociales.