SANTIAGO.- "¿Cuándo fue el último cumpleaños que fuiste donde había sandía? ¿O porotos granados? ¿O tortilla de porotos verdes?", le pregunta Marcelo Cicali a la periodista que lo entrevista.
El dueño del mítico bar Liguria plantea la interrogante para demostrar que los chilenos no somos muy dados a hacer público nuestro gusto por la comida chilena y, por el contrario, preferimos mantenerlo en secreto. "En la oscuridad de la cocina cuchareo feliz mi olla de charquicán, pero que no me vean...", insiste.
Cicali, a quien no le gusta mucho hablar con la prensa, accedió a conversar con la revista Wikén con motivo del 25° aniversario del Liguria -del que es propietario junto a su hermano Juan Pablo-, un bar que homenajea a lo de antaño, pero también donde se pone en valor la chilenidad. Porque Cicali se declara un fanático de la memoria y le molesta que en Chile no se respete.
En este sentido, afirma que la cocina chilena no está perdida ni hay que ir a rescatarla. "Existe y goza de buena salud", asegura. Y es por esto que su objetivo es que el Liguria, como bar de ciudad que es, haga cosas y active la memoria para que no se muera. "Esa es la labor que queremos desarrollar", dice.
Cicali recuerda que abrió su primer local a los 22 años. Estaba en Providencia y allí servían conejo, cazuela, mechada, arrollado. "Yo todavía sueño con ese local", señala.
En 2004, ese Liguria original se trasladó, por tema de espacio, a Luis Thayer Ojeda. Actualmente funciona ése, y los de Manuel Montt y Pedro de Valdivia, y en 2016 se agregará una cuarta sede en Lastarria.
Consultado por su opinión respecto a los reconocimientos gastronómicos, Cicali es enfático y asegura que el Liguria "jamás" entrará en los "50 Best". Y, de ocurrir, afirma que no iría a recibir el premio.
"Lo agradecería pero no me interesa", declara. ¿La razón? A su juicio, no está en los premios la energía para hacer los cambios en Chile. "¿Tú crees que ganando premios vamos a hacer que se vendan más paltas reinas y cazuelas de pava con chuchoca?", cuestiona.
Por el contrario, lo que él plantea es hacer un giro en 360°. "No hay que cambiar, hay que seguir el mismo rumbo, pero primero hay que darse una vuelta. Hacer el giro completo: mirar, admirar, conocer, reconocer y volver. Nosotros hicimos ese giro", concluye.